/ sábado 27 de junio de 2020

¿Se puede estar preparado para morir?

¿Qué pensará un enfermo de covid-19 que acaba de terminar una videollamada para despedirse de sus familiares? ¿Cómo se habrá sentido ayer el secretario de Seguridad Ciudadana capitalino? Ante el atentado que pudo segar su existencia. Eso nos lleva a toda una serie de ideas científicas, filosóficas y hasta religiosas que nos tratan de explicar quizá el misterio más grande de la humanidad: la muerte.

La última afirmación la tomo de Gandhi, ese luchador social que realizó profundas meditaciones y no encontró respuesta para ese fenómeno, al igual que él, diversos pensadores han intentado infructuosamente dar una respuesta clara. Ante esto, se han vertido diversas teorías o creencias, en el ámbito religioso se muestra claramente la idea de trascendencia o vida entera, muy definida en el abundante catolicismo de nuestro país. Por otro lado, tenemos a quienes niegan eso y señalan que después de la muerte no hay absolutamente nada, como Martin Heidegger, quien señaló que, cuando llega esta, el “ser” deja de tener cualquier posibilidad. Hay que decir que este filósofo alemán afirmó que los animales no fallecen como tal, sino que simplemente cesan porque estos no tienen la noción de muerte ni de libertad como nosotros la tenemos.

En primer lugar hay que señalar que todos los seres humanos tenemos un instinto de supervivencia, lo cual nos lleva a tener miedo o reflejos ante una situación peligrosa, sin embargo y como lo acabo de mencionar, nosotros somos los únicos entes que poseemos una idea de mortalidad, es decir, sabemos que algún día nuestras funciones cardiacas, respiratorias y mentales llegarán a su fin, de forma definitiva e ineluctable.

Ante tal situación, cada persona utiliza su libre albedrio para hacer de su existencia lo que mejor le parezca, inclusive para atentar contra sí mismo, como es el caso del suicidio.

Hay una frase común que dice: “me puedo morir mañana”, en alusión a haber realizado alguna acción que se esperaba con mucho ahínco, como puede ser el logro de algún premio, la consolidación de una empresa, la boda de un hijo o cosas por el estilo, todo depende de la escala de valores de cada quien. Pese a todo lo anterior, el hombre siempre busca algo más o diferente, es ahí donde viene una insatisfacción que se renueva indefinidamente.

Hay quien también se siente satisfechos, ya sea por un conformismo mediocre o una espiritualidad que lo llevan a una austeridad respecto a lo material. Es ahí donde se llega al punto en el que tal vez, un día más o un día menos, sea algo sin relevancia.

Bajo una perspectiva de solidaridad, considero que alguien podría estar preparado cuando no deja un pendiente estrictamente necesario con alguien más, como podrían ser hijos pequeños que requieren la guía y protección de los padres, fuera de eso, todo esto se rige por los axiomas y parámetros culturares que cada quien tenga, con la salvedad de que al final de la existencia surjan las más escondidas intenciones o frustraciones, como puede ser el arrepentimiento por no haber hecho lo que siempre se quiso, como viajar, amar o decir algo, lo cual puede provocar una angustia infinita al saber que es imposible remediar eso.

Por otro lado, hay quien pudo haber definido metas y luchó por ellas, con éxito o con fracaso, pero siempre aprovechando la oportunidad que es la vida, sin perder un solo instante y con la gran satisfacción de haber intentado hacer algo y dejar un legado. Creo que esa es la verdadera trascendencia y satisfacción que puede experimentar un hombre al momento de exhalar su último aliento. Hasta la próxima semana.

Dudas o comentarios: 22 25 64 75 05; vicente_leopoldo@hotmail.com; síganme en facebook por mi nombre y en twitter: @vicente_aven.

¿Qué pensará un enfermo de covid-19 que acaba de terminar una videollamada para despedirse de sus familiares? ¿Cómo se habrá sentido ayer el secretario de Seguridad Ciudadana capitalino? Ante el atentado que pudo segar su existencia. Eso nos lleva a toda una serie de ideas científicas, filosóficas y hasta religiosas que nos tratan de explicar quizá el misterio más grande de la humanidad: la muerte.

La última afirmación la tomo de Gandhi, ese luchador social que realizó profundas meditaciones y no encontró respuesta para ese fenómeno, al igual que él, diversos pensadores han intentado infructuosamente dar una respuesta clara. Ante esto, se han vertido diversas teorías o creencias, en el ámbito religioso se muestra claramente la idea de trascendencia o vida entera, muy definida en el abundante catolicismo de nuestro país. Por otro lado, tenemos a quienes niegan eso y señalan que después de la muerte no hay absolutamente nada, como Martin Heidegger, quien señaló que, cuando llega esta, el “ser” deja de tener cualquier posibilidad. Hay que decir que este filósofo alemán afirmó que los animales no fallecen como tal, sino que simplemente cesan porque estos no tienen la noción de muerte ni de libertad como nosotros la tenemos.

En primer lugar hay que señalar que todos los seres humanos tenemos un instinto de supervivencia, lo cual nos lleva a tener miedo o reflejos ante una situación peligrosa, sin embargo y como lo acabo de mencionar, nosotros somos los únicos entes que poseemos una idea de mortalidad, es decir, sabemos que algún día nuestras funciones cardiacas, respiratorias y mentales llegarán a su fin, de forma definitiva e ineluctable.

Ante tal situación, cada persona utiliza su libre albedrio para hacer de su existencia lo que mejor le parezca, inclusive para atentar contra sí mismo, como es el caso del suicidio.

Hay una frase común que dice: “me puedo morir mañana”, en alusión a haber realizado alguna acción que se esperaba con mucho ahínco, como puede ser el logro de algún premio, la consolidación de una empresa, la boda de un hijo o cosas por el estilo, todo depende de la escala de valores de cada quien. Pese a todo lo anterior, el hombre siempre busca algo más o diferente, es ahí donde viene una insatisfacción que se renueva indefinidamente.

Hay quien también se siente satisfechos, ya sea por un conformismo mediocre o una espiritualidad que lo llevan a una austeridad respecto a lo material. Es ahí donde se llega al punto en el que tal vez, un día más o un día menos, sea algo sin relevancia.

Bajo una perspectiva de solidaridad, considero que alguien podría estar preparado cuando no deja un pendiente estrictamente necesario con alguien más, como podrían ser hijos pequeños que requieren la guía y protección de los padres, fuera de eso, todo esto se rige por los axiomas y parámetros culturares que cada quien tenga, con la salvedad de que al final de la existencia surjan las más escondidas intenciones o frustraciones, como puede ser el arrepentimiento por no haber hecho lo que siempre se quiso, como viajar, amar o decir algo, lo cual puede provocar una angustia infinita al saber que es imposible remediar eso.

Por otro lado, hay quien pudo haber definido metas y luchó por ellas, con éxito o con fracaso, pero siempre aprovechando la oportunidad que es la vida, sin perder un solo instante y con la gran satisfacción de haber intentado hacer algo y dejar un legado. Creo que esa es la verdadera trascendencia y satisfacción que puede experimentar un hombre al momento de exhalar su último aliento. Hasta la próxima semana.

Dudas o comentarios: 22 25 64 75 05; vicente_leopoldo@hotmail.com; síganme en facebook por mi nombre y en twitter: @vicente_aven.