/ sábado 13 de junio de 2020

Simular luchar vs el racismo es peor que el racismo en sí

Hace días, todo el planeta fue testigo de la muerte de un afroamericano a manos de un policía blanco, situación que ha desbordado toda una serie de reacciones por miles de personas, a lo que hay que hacerse cuestionarse si esto no es algo verdaderamente efectivo o contribuye a una peligrosa simulación que, lejos de eliminar el problema racial, lo agudiza.

Para empezar creo que muchos de los manifestantes de nuestro vecino del norte no les importa en lo más mínimo la vida de George Floyd, simplemente es un pretexto para poder desahogar los diversos problemas que cada quien tiene, claro, esto sin dejar de lado el justo reproche al patrullero que puso cruelmente su rodilla encima de alguien que se ha asumido como un mártir.

El racismo es algo que existe desde hace milenios, en el caso del mundo occidental al que pertenecemos, surge a partir de que los mal llamados Bárbaros del Norte empezaron a invadir, de diversos modos, al Imperio Romano, dando como resultado la caída de este y el surgimiento de los países europeos. Es entonces que el Viejo Continente salió a conquistar al mundo, encontrándose con los africanos y los precolombinos, gente de piel más morena que significaron “el otro”.

Ahora bien, bajo argumentos legales y filosóficos, nadie puede ser objeto de alabo o de reproche por hechos ajenos a la voluntad, como es el tono de la tez, esto es muy explorado y tiene décadas que se busca evitar la discriminación en la materia, no obstante, el gran problema es que buena parte de las acciones encaminadas a reducir el problema son una mera simulación.

En primer lugar se debe aceptar algo: la gente quiere ser blanca, hay un profundo imaginario que representa este anhelo, en Estados Unidos, la importancia de ser anglosajón de cepa es notoria.

En México y otros países, la situación es evidente, solo basta ver quiénes aparecen en los medios de comunicación o quiénes tienen los mejores puestos de trabajo. En la red social basta ver la cantidad de filtros usados para ser más blanco, así que partamos que el racismo es algo promovido por la mayoría.

Ahora bien, cuando se realizan campañas de igualdad, nada más se trata de dar a conocer un caso positivo entre millones que hay, como quienes admiran a Yalitza, recientemente nombrada como articulista del NY Times, eso es algo hasta ridículo, ya que le atribuyen talentos que obviamente no tiene: ella no es buena actriz y no tiene más mérito que haber aparecido en una medianamente buena película, el hecho de darle realce en nada ayuda a las millones de mujeres indígenas que sufren a diario tantas adversidades y que cuya labor en el hogar debería aplaudirse igual o más respecto a lo que hace quien actuó en la cinta Roma.

Igualmente cuando se dice la expresión de “hermanos indígenas” y un político se toma una foto con ellos para demostrar que está con el pueblo, cuando en realidad la discriminación y marginación de esos pueblos está más vigente que nunca. También tenemos acciones verdaderamente ridículas como algunas del Consejo Nacional para prevenir la Discriminación, ya que se fijan en banalidades, cuando quizá deberían empezar con el manifiesto racismo de la televisión y la publicidad.

En términos políticos se llama gatopardismo a decir que todo va a cambiar cuando en realidad sigue igual, situación que se aplica perfectamente al combate al problema mencionado.

También vimos expresiones que rayan en la estupidez, como aquellos blancos que se pusieron unas playeras pidiendo perdón por su color de piel, eso no sirve más que para que se tomen una foto y la suban a las redes.

La perversidad más grande es la que se disfraza de bondad, como ha sucedido en muchos personajes de la Iglesia Católica, de igual modo el racismo más perverso y radical se esconde bajo una lucha poco efectiva, de mera apariencia. Esto es como si se incendiara un bosque entero y se hiciera una gran publicidad por echarle agua a un solo árbol.

Vivimos en un mundo de profundas contradicciones y creo que en el racismo encontramos una de las más grandes. Hasta la próxima semana.

Dudas o comentarios: 22 25 64 75 05; vicente_leopoldo@hotmail.com; síganme en facebook por mi nombre y en twitter: @vicente_aven.

Hace días, todo el planeta fue testigo de la muerte de un afroamericano a manos de un policía blanco, situación que ha desbordado toda una serie de reacciones por miles de personas, a lo que hay que hacerse cuestionarse si esto no es algo verdaderamente efectivo o contribuye a una peligrosa simulación que, lejos de eliminar el problema racial, lo agudiza.

Para empezar creo que muchos de los manifestantes de nuestro vecino del norte no les importa en lo más mínimo la vida de George Floyd, simplemente es un pretexto para poder desahogar los diversos problemas que cada quien tiene, claro, esto sin dejar de lado el justo reproche al patrullero que puso cruelmente su rodilla encima de alguien que se ha asumido como un mártir.

El racismo es algo que existe desde hace milenios, en el caso del mundo occidental al que pertenecemos, surge a partir de que los mal llamados Bárbaros del Norte empezaron a invadir, de diversos modos, al Imperio Romano, dando como resultado la caída de este y el surgimiento de los países europeos. Es entonces que el Viejo Continente salió a conquistar al mundo, encontrándose con los africanos y los precolombinos, gente de piel más morena que significaron “el otro”.

Ahora bien, bajo argumentos legales y filosóficos, nadie puede ser objeto de alabo o de reproche por hechos ajenos a la voluntad, como es el tono de la tez, esto es muy explorado y tiene décadas que se busca evitar la discriminación en la materia, no obstante, el gran problema es que buena parte de las acciones encaminadas a reducir el problema son una mera simulación.

En primer lugar se debe aceptar algo: la gente quiere ser blanca, hay un profundo imaginario que representa este anhelo, en Estados Unidos, la importancia de ser anglosajón de cepa es notoria.

En México y otros países, la situación es evidente, solo basta ver quiénes aparecen en los medios de comunicación o quiénes tienen los mejores puestos de trabajo. En la red social basta ver la cantidad de filtros usados para ser más blanco, así que partamos que el racismo es algo promovido por la mayoría.

Ahora bien, cuando se realizan campañas de igualdad, nada más se trata de dar a conocer un caso positivo entre millones que hay, como quienes admiran a Yalitza, recientemente nombrada como articulista del NY Times, eso es algo hasta ridículo, ya que le atribuyen talentos que obviamente no tiene: ella no es buena actriz y no tiene más mérito que haber aparecido en una medianamente buena película, el hecho de darle realce en nada ayuda a las millones de mujeres indígenas que sufren a diario tantas adversidades y que cuya labor en el hogar debería aplaudirse igual o más respecto a lo que hace quien actuó en la cinta Roma.

Igualmente cuando se dice la expresión de “hermanos indígenas” y un político se toma una foto con ellos para demostrar que está con el pueblo, cuando en realidad la discriminación y marginación de esos pueblos está más vigente que nunca. También tenemos acciones verdaderamente ridículas como algunas del Consejo Nacional para prevenir la Discriminación, ya que se fijan en banalidades, cuando quizá deberían empezar con el manifiesto racismo de la televisión y la publicidad.

En términos políticos se llama gatopardismo a decir que todo va a cambiar cuando en realidad sigue igual, situación que se aplica perfectamente al combate al problema mencionado.

También vimos expresiones que rayan en la estupidez, como aquellos blancos que se pusieron unas playeras pidiendo perdón por su color de piel, eso no sirve más que para que se tomen una foto y la suban a las redes.

La perversidad más grande es la que se disfraza de bondad, como ha sucedido en muchos personajes de la Iglesia Católica, de igual modo el racismo más perverso y radical se esconde bajo una lucha poco efectiva, de mera apariencia. Esto es como si se incendiara un bosque entero y se hiciera una gran publicidad por echarle agua a un solo árbol.

Vivimos en un mundo de profundas contradicciones y creo que en el racismo encontramos una de las más grandes. Hasta la próxima semana.

Dudas o comentarios: 22 25 64 75 05; vicente_leopoldo@hotmail.com; síganme en facebook por mi nombre y en twitter: @vicente_aven.