/ jueves 17 de marzo de 2022

¿Sin machismo, los hombres y las mujeres seríamos más felices?

El machismo es un instrumento del sistema sexo-género que induce desigualdades entre los seres humanos. Desigualdades entre hombres y mujeres, pero también desigualdades entre hombres.


John Stuart Mill decía que el ser humano debería ser como un árbol, libre para crecer y florecer en toda su potencialidad. Y el sexismo actúa como esas tijeras para el jardín, que van podando por aquí y por allí, y nos limitan el crecimiento personal y modelan de acuerdo a lo que la sociedad valida.

Durante los últimos años asistimos a un cambio social de dimensiones considerables: el ascenso social de la mujer. Podemos ver una mayor presencia femenina en el ámbito público, tanto en la educación como en el mundo laboral o en la política, y en la toma de decisiones. Las cifras avalan estos hechos, y pese a las diferencias que aún existen entre hombres y mujeres (salariales, de reconocimiento social o profesional, etc.), la realidad nos dibuja un escenario social mucho menos discriminatorio para la mujer que años atrás.


Pero, ¿qué nos está pasando a los hombres? ¿Cómo es la realidad de nuestro mundo, de la masculinidad? ¿Qué implicaciones tiene en las relaciones de género y en nuestra estructura social?


En este escenario social en que la presencia de la mujer en el ámbito publico es mucho mayor que años atrás, las funciones socio-históricas propias de la masculinidad y la feminidad empiezan a ponerse en cuestión. Una parte importante de los actores sociales implicados en las relaciones de género, son los hombres. Hemos experimentado este cambio con diferentes reacciones como rechazo, asimilación, indiferencia, negación.


La identidad, tanto femenina como masculina, se construye culturalmente. No hace falta remontarse muy atrás para darse cuenta de que no es lo mismo ser hombre hoy, que hace 50 años. En este tiempo hemos experimentado cambios importantes en la masculinidad que muestran que la transformación es posible. Por ejemplo, hoy muchos padres cuidamos y somos cariñosos en público con nuestros hijos e hijas, algo impensable hace unas décadas. Esta nuevas masculinidades permiten una forma más sana e igualitaria de relacionarnos con las mujeres, y también con otros hombres.


El concepto de nueva masculinidad tiene que ver con el deseo de muchos hombres de crear y vivir en una sociedad igualitaria. Pensamos que otras formas de ser hombre son necesarias, y para ello sabemos que tienen que cambiar determinados elementos de la masculinidad tradicional. Algunos lo buscan a nivel individual o en pequeños grupos, pero todavía tenemos que conseguir que estas experiencias se transformen en modelos reconocibles.



La masculinidad tradicional se basa en cómo te ven otros hombres consciente o inconscientemente. Nos limita, nos dice que solo hay una forma de ser hombre. Y se trata, claro está, de un tipo de hombre inalcanzable: siempre fuerte, siempre seguro, valiente, decidido, exitoso, líder, sin mostrar sentimientos. Ningún hombre es totalmente así. Esa masculinidad tradicional es tóxica, porque es irreal, y eso nos hace sentir insatisfechos.


Quiero animar a los hombres a reflexionar si el bienestar se alcanza siguiendo el rol de la masculinidad tradicional, o explorando otras formas de ser. Para ello, la educación es central.

Somos seres que no aceptamos lo que no conocemos , aquello sobre lo que no nos informamos. También, los referentes públicos con alto reconocimiento social son parte del proceso educativo. Personas con nombres y apellidos en los que vernos reflejados e identificarnos con este nuevo modelo de masculinidad. Siempre hay alguien que dice "pues mi padre o mi esposo son un ejemplo", y no lo dudo, pero no son personajes públicos reconocidos. Necesitamos ejemplos o modelos mediáticos de una nueva masculinidad valorada y respetada, que apueste por las relaciones entre iguales.


Cada uno puede y debe aportar desde su lugar. El mío, como Diputado Federal y Presidente del Instituto Reyes Heroles, creyendo en la necesidad de que cada funcionario público, de nivel ejecutivo, legislativo o judicial, para cumplir adecuadamente su rol, debe capacitarse en temas con perspectiva de género. Debe asumir este nuevo rol del hombre, y concientizar y concientizarse acerca del nuevo rol de las mujeres.

¿Sin machismo, los hombres y las mujeres seríamos más felices? Definitivamente, Sí.


El machismo es un instrumento del sistema sexo-género que induce desigualdades entre los seres humanos. Desigualdades entre hombres y mujeres, pero también desigualdades entre hombres.


John Stuart Mill decía que el ser humano debería ser como un árbol, libre para crecer y florecer en toda su potencialidad. Y el sexismo actúa como esas tijeras para el jardín, que van podando por aquí y por allí, y nos limitan el crecimiento personal y modelan de acuerdo a lo que la sociedad valida.

Durante los últimos años asistimos a un cambio social de dimensiones considerables: el ascenso social de la mujer. Podemos ver una mayor presencia femenina en el ámbito público, tanto en la educación como en el mundo laboral o en la política, y en la toma de decisiones. Las cifras avalan estos hechos, y pese a las diferencias que aún existen entre hombres y mujeres (salariales, de reconocimiento social o profesional, etc.), la realidad nos dibuja un escenario social mucho menos discriminatorio para la mujer que años atrás.


Pero, ¿qué nos está pasando a los hombres? ¿Cómo es la realidad de nuestro mundo, de la masculinidad? ¿Qué implicaciones tiene en las relaciones de género y en nuestra estructura social?


En este escenario social en que la presencia de la mujer en el ámbito publico es mucho mayor que años atrás, las funciones socio-históricas propias de la masculinidad y la feminidad empiezan a ponerse en cuestión. Una parte importante de los actores sociales implicados en las relaciones de género, son los hombres. Hemos experimentado este cambio con diferentes reacciones como rechazo, asimilación, indiferencia, negación.


La identidad, tanto femenina como masculina, se construye culturalmente. No hace falta remontarse muy atrás para darse cuenta de que no es lo mismo ser hombre hoy, que hace 50 años. En este tiempo hemos experimentado cambios importantes en la masculinidad que muestran que la transformación es posible. Por ejemplo, hoy muchos padres cuidamos y somos cariñosos en público con nuestros hijos e hijas, algo impensable hace unas décadas. Esta nuevas masculinidades permiten una forma más sana e igualitaria de relacionarnos con las mujeres, y también con otros hombres.


El concepto de nueva masculinidad tiene que ver con el deseo de muchos hombres de crear y vivir en una sociedad igualitaria. Pensamos que otras formas de ser hombre son necesarias, y para ello sabemos que tienen que cambiar determinados elementos de la masculinidad tradicional. Algunos lo buscan a nivel individual o en pequeños grupos, pero todavía tenemos que conseguir que estas experiencias se transformen en modelos reconocibles.



La masculinidad tradicional se basa en cómo te ven otros hombres consciente o inconscientemente. Nos limita, nos dice que solo hay una forma de ser hombre. Y se trata, claro está, de un tipo de hombre inalcanzable: siempre fuerte, siempre seguro, valiente, decidido, exitoso, líder, sin mostrar sentimientos. Ningún hombre es totalmente así. Esa masculinidad tradicional es tóxica, porque es irreal, y eso nos hace sentir insatisfechos.


Quiero animar a los hombres a reflexionar si el bienestar se alcanza siguiendo el rol de la masculinidad tradicional, o explorando otras formas de ser. Para ello, la educación es central.

Somos seres que no aceptamos lo que no conocemos , aquello sobre lo que no nos informamos. También, los referentes públicos con alto reconocimiento social son parte del proceso educativo. Personas con nombres y apellidos en los que vernos reflejados e identificarnos con este nuevo modelo de masculinidad. Siempre hay alguien que dice "pues mi padre o mi esposo son un ejemplo", y no lo dudo, pero no son personajes públicos reconocidos. Necesitamos ejemplos o modelos mediáticos de una nueva masculinidad valorada y respetada, que apueste por las relaciones entre iguales.


Cada uno puede y debe aportar desde su lugar. El mío, como Diputado Federal y Presidente del Instituto Reyes Heroles, creyendo en la necesidad de que cada funcionario público, de nivel ejecutivo, legislativo o judicial, para cumplir adecuadamente su rol, debe capacitarse en temas con perspectiva de género. Debe asumir este nuevo rol del hombre, y concientizar y concientizarse acerca del nuevo rol de las mujeres.

¿Sin machismo, los hombres y las mujeres seríamos más felices? Definitivamente, Sí.