/ jueves 25 de marzo de 2021

Su majestad el morbo

Cuando la imposición del candidato del partido en el poder se eleva a categoría de morbo es porque las cosas en ese partido andan bastante mal, impera el desorden y el reino de la anarquía atrapa oídos, miradas e interés.

¿Puede o no puede? Es la pregunta que la clase política local se hace respecto a si Biestro será o no candidato de Morena por la ciudad de Puebla. Es decir, si el gobernador podrá o no imponerlo.

En caso de que Claudia Rivera se alzara con la candidatura o el Chelís lo fuera quedará claro lo que pasó. No pudo, dirán. Y entonces, el morbo en vez de desaparecer terminará en el anecdotario de los cafés políticos por siempre y para siempre.

Todo propiciado no por los críticos del gobierno ni por sus opositores, sino por los oficialistas que muriendo en la raya propulsaron con ánimo admirable la candidatura biestrense y su aterrizaje en los cuernos de la luna.

Antes de que se empujara a Gabriel con tal frenesí no existía morbo, porque se entendía que con el método que decidiera el partido dominante enviaría al que creyera más apto a la elección del 6 de junio.

Ya decidirían las alianzas opositoras y demás institutos a quién mandar. Al más fuerte, débil o regularzón, de acuerdo a sus intereses, ánimos y negociaciones oscuras.

Siendo objetivos. Qué más da a la gente si Claudia intenta reelegirse, si Morena apuesta por Biestro o por el Chelís, finalmente ante a la urna tendrá la chance de tachar la opción que le venga en gana.

Es de comprenderse que del régimen nacional de Peña Nieto y del de Moreno Valle a la fecha muchas cosas cambiaron, el veto político, la obediencia ciega al líder de la demarcación, la rebeldía y las decisiones partidistas, por decir.

No todos lo comprenden todavía. Incluso en muchas entregas se sigue pensando como se pensaba cuando Bartlett, Melquiades, Marín o Rafa eran gobierno. Él pone, él quita, él financia, él manda, él veta.

Y ya se vio que no. Si eso fuera el gobernador habría incrustado a sus oficiales de rango en las listas de diputados locales y federales en Morena, y Biestro habría desplazado a Claudia con la mano en la cintura y bailando chachachá.

En Puebla Morena no obedece a su líder regional y político, está visto. Son otros tiempos y otros modos de gerenciar al partido, sin él o con él los morenistas poblanos creen sacar adelante los desafíos de una elección.

Distinto a algunos opinadores profesionales, el que entiende perfectamente esto es el gobernador, su operación política desde otros partidos y con otros candidatos ajenos a Morena lo explica todo.

Siendo optimista, el no vetar ni imponer no lo limita al extremo. Quizá hasta lo vigoriza y le exige mayor creatividad. Puede incluso ser un reto con el que demuestre el lado del que masca la iguana.

Parecerá una locura, pero en todo esto del morbo, Kepler y Newton podrían explicar con la teoría gravitacional la tremenda velocidad con que puede caer un cuerpo celeste sobre la faz de la tierra cuando proviene de tan alto como elevaron a Biestro. Si no lo imponen, claro.

Cuando la imposición del candidato del partido en el poder se eleva a categoría de morbo es porque las cosas en ese partido andan bastante mal, impera el desorden y el reino de la anarquía atrapa oídos, miradas e interés.

¿Puede o no puede? Es la pregunta que la clase política local se hace respecto a si Biestro será o no candidato de Morena por la ciudad de Puebla. Es decir, si el gobernador podrá o no imponerlo.

En caso de que Claudia Rivera se alzara con la candidatura o el Chelís lo fuera quedará claro lo que pasó. No pudo, dirán. Y entonces, el morbo en vez de desaparecer terminará en el anecdotario de los cafés políticos por siempre y para siempre.

Todo propiciado no por los críticos del gobierno ni por sus opositores, sino por los oficialistas que muriendo en la raya propulsaron con ánimo admirable la candidatura biestrense y su aterrizaje en los cuernos de la luna.

Antes de que se empujara a Gabriel con tal frenesí no existía morbo, porque se entendía que con el método que decidiera el partido dominante enviaría al que creyera más apto a la elección del 6 de junio.

Ya decidirían las alianzas opositoras y demás institutos a quién mandar. Al más fuerte, débil o regularzón, de acuerdo a sus intereses, ánimos y negociaciones oscuras.

Siendo objetivos. Qué más da a la gente si Claudia intenta reelegirse, si Morena apuesta por Biestro o por el Chelís, finalmente ante a la urna tendrá la chance de tachar la opción que le venga en gana.

Es de comprenderse que del régimen nacional de Peña Nieto y del de Moreno Valle a la fecha muchas cosas cambiaron, el veto político, la obediencia ciega al líder de la demarcación, la rebeldía y las decisiones partidistas, por decir.

No todos lo comprenden todavía. Incluso en muchas entregas se sigue pensando como se pensaba cuando Bartlett, Melquiades, Marín o Rafa eran gobierno. Él pone, él quita, él financia, él manda, él veta.

Y ya se vio que no. Si eso fuera el gobernador habría incrustado a sus oficiales de rango en las listas de diputados locales y federales en Morena, y Biestro habría desplazado a Claudia con la mano en la cintura y bailando chachachá.

En Puebla Morena no obedece a su líder regional y político, está visto. Son otros tiempos y otros modos de gerenciar al partido, sin él o con él los morenistas poblanos creen sacar adelante los desafíos de una elección.

Distinto a algunos opinadores profesionales, el que entiende perfectamente esto es el gobernador, su operación política desde otros partidos y con otros candidatos ajenos a Morena lo explica todo.

Siendo optimista, el no vetar ni imponer no lo limita al extremo. Quizá hasta lo vigoriza y le exige mayor creatividad. Puede incluso ser un reto con el que demuestre el lado del que masca la iguana.

Parecerá una locura, pero en todo esto del morbo, Kepler y Newton podrían explicar con la teoría gravitacional la tremenda velocidad con que puede caer un cuerpo celeste sobre la faz de la tierra cuando proviene de tan alto como elevaron a Biestro. Si no lo imponen, claro.