Quizá para el momento en que sea publicada esta nota, las cinco personas que se encontraban al interior de ese buque habrán perdido la vida, espero que no, lo cierto es que, aun cuando pueda haber un rescate, no se pueden ignorar los riesgos de esta y otras actividades.
Según la Organización Mundial de Turismo, el turismo de aventura es aquel que normalmente tiene lugar en destinos con características geográficas y paisajes específicos, además de que tiende a asociarse con una actividad física, el intercambio cultural, la interacción y la cercanía con la naturaleza. Esta experiencia puede implicar algún tipo de riesgo real o percibido y puede requerir un esfuerzo físico y/o mental significativo. En la propia definición se incluye el buceo, algo análogo a abordar un submarino.
Es sabido que cada quien hace lo que quiera, mientras no afecte derechos de terceros ni el interés público, pero que hay que cuestionar la legalidad y/o eticidad de estas acciones y la afectación indirecta que tienen en la vida de los demás. Pienso ahora en los imprudentes que se acercaron al Popocatépetl a tomar videos, no sólo se pusieron en peligro ellos, sino también pudieron haber afectado a los rescatistas que hubiesen ido en su apoyo.
El ser humano siempre ha buscado desafíos y ha retado a la muerte por realizar grandes hazañas, pienso en los pilotos de prueba que se ofrecieron para comprobar la eficiencia de una formidable máquina. También pienso en las grandes proezas y récords de resistencia alcanzados en busca de un ideal u objetivo.
También pienso en lo legítimo que es hacer grandes esfuerzos por rescatar a gente que estaba cumpliendo alguna función social, como los diversos mineros que han sido víctimas de derrumbes. Es más, recuerdo las escenas de los helicópteros estadounidenses de rescate, cuyos tripulantes se jugaban la vida al aterrizar en los hostiles campos de Vietnam, tratando de salvar a soldados que peleaban por su país.
A un conductor ebrio que se estrella hay que atenderlo por una cuestión de humanidad y civilidad, pero no se puede comparar con los ejemplos antes mencionados.
Ahora bien, recordemos que el turismo extremo no lo practica cualquiera; debe ser alguien con unas buenas condiciones físicas, quien además desembolsa una considerable suma, como los 250 mil dólares que hubo que pagar para subirse al Titan. Dentro de los millonarios que hay en el interior, tenemos a alguien como Hamish Harding, dedicado al negocio de los aviones, quien anteriormente estuvo también en un submarino y permaneció varias horas en lo más profundo de la fosa de las Marianas.
Tenemos ejemplos como el de Charles Yeager, el primer piloto en superar la barrera del sonido, así como los primeros turistas en estar en el espacio exterior, lo cual es un triunfo tecnológico, pero bien valdría la pena reflexionar y pensar que también debería ser prioridad la producción y distribución de alimentos suficientes para todos, o al menos la mayoría de la población mundial. Es impresionante como un billonario, como Elon Musk, no le importa que su costosísimo cohete explote, mientras que hay miles de millones de personas que no tienen unas cuantas monedas para comer un día cualquiera.
Hoy se están gastando muchísimos recursos humanos y materiales para tratar de rescatar al Titan y espero que pueda darse el salvamento, pero no dejo de pensar que el neoliberalismo, entre otros factores, nos está llevando a errores lógicos que nos deshumanizan. Como no soy millonario, yo preferiría jugarme la vida en ruedo, preservando las reservas ecológicas donde vive el toro de lidia y fomentar una actividad económica llena de tradición y de cultura. Hasta la próxima.
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