/ viernes 26 de junio de 2020

Un mundo nuevo

Yo digo, que como consecuencia de esta pandemia y el confinamiento al que nos ha llevado, estamos cambiando porque necesitamos hacerlo. A lo largo de la historia, los esfuerzos se han dirigido a terminar o prevenir las guerras. Si habíamos definido la salud en términos negativos, como ausencia de enfermedades, también definíamos la paz como ausencia de conflictos…Y esa forma de entender la vida negativamente, obedecen al viejo paradigma que estamos ya superando, la paz involucra algo más que la manifestación de la palabra, es un estado mental y un ejercicio personal de cada quien. La paz, no es de una nación, es la actitud de las personas que viven en ella. Si no existe transformación personal, la gente vivirá atrapada en el conflicto.

Recuerdo un pasaje, a propósito del tema, de la Madre Teresa de Calcuta, que alguna vez expreso que “nunca marcharía en contra de la guerra, sino a favor de la paz”. En otras palabras, si nos limitamos al concepto negativo de la guerra o el conflicto, lo que estamos haciendo es reforzar la oscuridad en lugar de “encender la luz”.

Mucho se ha hablado de que los efectos de esta pandemia han sido tan catastróficos como los ocasionados por la segunda guerra mundial; no sé si esto pueda ser equiparable. Lo que sí sé es que tenemos urgentemente que cambiar. ¿Por qué se dan las guerras?, por el deterioro de las relaciones, por las crisis morales, por las ambiciones y la búsqueda del poder, por el control y la anexión de riqueza y territorios, en suma por el egoísmo humano en toda su manifestación… Por el contrario, la guerra sería inviable en una sociedad solidaria, democrática, libre y autónoma, que respete los derechos humanos y la vida de todo ser viviente; y en consecuencia respete a la naturaleza.

Y eso, es lo que hemos venido haciendo en estos tiempos, hemos privilegiado el egoísmo por encima del amor y la solidaridad. La ambición de poder y de conquista no solo nos ha llevado a destruir la naturaleza, sino también a la dignidad humana, al grado de que ahora las cosas importan más que las personas, y el poder y el dinero son símbolos del triunfo o del éxito. Y todo esto, precisamente fue lo que causo la pandemia, es decir, la “guerra”.

Pero esta “guerra” nunca se ganará con armas ni con bombas, sino únicamente con fe y con espiritualidad, como el servicio heroico que está realizando el personal médico en los hospitales de infectados por el covid; o el espíritu de amor y de servicio de los policías, de la guardia nacional y del ejército; y que decir de los recolectores de basura y del personal que nos atiende en los comercios o mercados que nos surten de alimentos; o los choferes de los autobuses y taxis, que pese a las circunstancias extremas, transportan a las personas. Esa es fe real y espiritualidad manifiesta, no simple declaración o “palabrería hueca”. El Dalai Lama lo dijo cuando le preguntaron ¿que entendía por espiritualidad? Él contestó: “Todo lo que te transforma”. Y cuando no solo trabajas, sino sirves y ayudas a paliar el dolor humano y contribuyes a la paz, indudablemente estas actuando para transformar transformado.

Y este cambio que veo y constato a diario, pese a la evidente ignorancia de muchos otros, nos llevará a la muerte de un mundo negro y perverso, el período “del fin de los días” de la Cábala y al nacimiento de otro mundo nuevo y un despertar a la quinta dimensión. La semilla de DIOS está en nosotros, dijo alguna vez el gran místico Meister Eckhart. En el camino hacia la luz no existen peregrinos solitarios. Los hombres solo alcanzan las alturas apoyando a otros hombres a alcanzarlas.

Gracias Puebla. Escúchame mañana sábado a las 9 hrs. En mi programa “CONVERSACIONES” en ABC radio 12.80 de am. Y te recuerdo “LO QUE CUESTA DINERO VALE POCO”.

Yo digo, que como consecuencia de esta pandemia y el confinamiento al que nos ha llevado, estamos cambiando porque necesitamos hacerlo. A lo largo de la historia, los esfuerzos se han dirigido a terminar o prevenir las guerras. Si habíamos definido la salud en términos negativos, como ausencia de enfermedades, también definíamos la paz como ausencia de conflictos…Y esa forma de entender la vida negativamente, obedecen al viejo paradigma que estamos ya superando, la paz involucra algo más que la manifestación de la palabra, es un estado mental y un ejercicio personal de cada quien. La paz, no es de una nación, es la actitud de las personas que viven en ella. Si no existe transformación personal, la gente vivirá atrapada en el conflicto.

Recuerdo un pasaje, a propósito del tema, de la Madre Teresa de Calcuta, que alguna vez expreso que “nunca marcharía en contra de la guerra, sino a favor de la paz”. En otras palabras, si nos limitamos al concepto negativo de la guerra o el conflicto, lo que estamos haciendo es reforzar la oscuridad en lugar de “encender la luz”.

Mucho se ha hablado de que los efectos de esta pandemia han sido tan catastróficos como los ocasionados por la segunda guerra mundial; no sé si esto pueda ser equiparable. Lo que sí sé es que tenemos urgentemente que cambiar. ¿Por qué se dan las guerras?, por el deterioro de las relaciones, por las crisis morales, por las ambiciones y la búsqueda del poder, por el control y la anexión de riqueza y territorios, en suma por el egoísmo humano en toda su manifestación… Por el contrario, la guerra sería inviable en una sociedad solidaria, democrática, libre y autónoma, que respete los derechos humanos y la vida de todo ser viviente; y en consecuencia respete a la naturaleza.

Y eso, es lo que hemos venido haciendo en estos tiempos, hemos privilegiado el egoísmo por encima del amor y la solidaridad. La ambición de poder y de conquista no solo nos ha llevado a destruir la naturaleza, sino también a la dignidad humana, al grado de que ahora las cosas importan más que las personas, y el poder y el dinero son símbolos del triunfo o del éxito. Y todo esto, precisamente fue lo que causo la pandemia, es decir, la “guerra”.

Pero esta “guerra” nunca se ganará con armas ni con bombas, sino únicamente con fe y con espiritualidad, como el servicio heroico que está realizando el personal médico en los hospitales de infectados por el covid; o el espíritu de amor y de servicio de los policías, de la guardia nacional y del ejército; y que decir de los recolectores de basura y del personal que nos atiende en los comercios o mercados que nos surten de alimentos; o los choferes de los autobuses y taxis, que pese a las circunstancias extremas, transportan a las personas. Esa es fe real y espiritualidad manifiesta, no simple declaración o “palabrería hueca”. El Dalai Lama lo dijo cuando le preguntaron ¿que entendía por espiritualidad? Él contestó: “Todo lo que te transforma”. Y cuando no solo trabajas, sino sirves y ayudas a paliar el dolor humano y contribuyes a la paz, indudablemente estas actuando para transformar transformado.

Y este cambio que veo y constato a diario, pese a la evidente ignorancia de muchos otros, nos llevará a la muerte de un mundo negro y perverso, el período “del fin de los días” de la Cábala y al nacimiento de otro mundo nuevo y un despertar a la quinta dimensión. La semilla de DIOS está en nosotros, dijo alguna vez el gran místico Meister Eckhart. En el camino hacia la luz no existen peregrinos solitarios. Los hombres solo alcanzan las alturas apoyando a otros hombres a alcanzarlas.

Gracias Puebla. Escúchame mañana sábado a las 9 hrs. En mi programa “CONVERSACIONES” en ABC radio 12.80 de am. Y te recuerdo “LO QUE CUESTA DINERO VALE POCO”.