/ viernes 22 de mayo de 2020

Un nuevo paradigma

Estamos cambiando porque necesitábamos hacerlo. Hoy la humanidad atraviesa por una catarsis espiritual que tendrá como conclusión la apertura de conciencia y una renovada espiritualidad sobre la tierra, que ya urgía, y que nos permitirá no solo vivir sino entender la compasión y la solidaridad humana.

Y este proceso de transformación y cambio, como todo proceso auténtico, ha empezado por nosotros mismos, en nuestro confinamiento voluntario, en donde hemos tenido que aprender a convivir primeramente con nosotros mismos, a conocernos o reconocernos, a entender nuestras limitaciones y nuestros talentos, a aceptarnos y a amarnos.

El principio socrático que expresa el conócete a ti mismo encierra la filosofía esencial de nuestra vida. Nadie da lo que no tiene y por lo tanto, todo lo que hagamos debe partir de nuestros valores y nuestra congruencia. Los cimientos en nuestra vida tienen que ser sólidos y firmes, pues somos los arquitectos de ella. Y este ostracismo nos ha llevado a un proceso difícil y obligado de diálogo interior, no con nuestro subconsciente que es nuestra alma, sino con la parte divina de nuestro espíritu, o sea nuestro yo consciente, nuestro hoy y ahora. Este proceso es doloroso pero necesario para reinventarnos, y parte de la aceptación que nos tengamos y de la objetividad con la que nos conduzcamos, haciendo a un lado en definitiva nuestro papel de víctima en una irresponsabilidad patológica infantil y crónica, en donde siempre el otro tenía la culpa. Gracias a esta pandemia estamos en el proceso de entender que todo lo que pasa es lo mejor que nos pudo pasar, justo en el momento preciso en que lo estábamos necesitando. En el I Ching, un antiguo texto chino que data de hace más de seis mil años se dice: “todo llega en el momento adecuado”.

¿Te das cuenta que casi siempre hemos vivido tú y yo en el paradigma del poder y la dominación? Sin embargo a su lado siempre han estado los componentes del paradigma de la paz: una sociedad basada en la creatividad, la libertad, la democracia auténtica y la espiritualidad alejada de los falsos dogmatismos. Hoy, en medio de esta pandemia nuestro cerebro -pero sobre todo nuestro corazón- se abren a una nueva transformación, en donde la humanidad no solo es parte de la creación, sino también administradora de la misma, producto y a la vez instrumento de la evolución.

Esto está significando un parto difícil, desgastante y doloroso pero necesario para alumbrar una nueva tierra prometida, el único viaje que tiene sentido, el retorno a casa tanto tiempo esperado. De momento muchas cosas y circunstancias dejaron de tener la importancia que les dábamos (ropa, joyas, automóviles) y empezamos a vivir solo con lo que necesitamos. Esto refleja nuestro proceso de cambio interior, el egoísmo está perdiendo terreno, haciendo a un lado el tener para privilegiar el ser.

Esta pandemia nos ha obligado a entenderlo y vivirlo, es decir, sentirlo; que ricos y pobres somos iguales y estamos sujetos a las mismas circunstancias; que vivimos en una aldea global, en donde a pesar de las distancias tenemos los mismos problemas y las mismas necesidades, y que el derroche y lo superfluo ya no tienen cabida y resulta urgente cerrar la brecha de la desigualdad humana.

Hoy estamos empezando a aprender a convivir con nosotros mismos y a conocer verdaderamente a los que llamamos nuestros. Hoy, el hogar se volvió el lugar más seguro, y la familia lo más querido. Hoy la salud es lo más valioso por encima del dinero, y el dinero es solo la medida de nuestro esfuerzo. Hoy Dios es “leche”, como dijo un niño, es decir, la expresión de mi pan, de mi comida, mi vestido, mis sueños y mis ilusiones, es el Amor y es la Paz que busco. No me cabe duda, cuando esto pase, un nuevo paradigma nos espera.

Gracias Puebla. Y recuerda “LO QUE CUESTA DINERO VALE POCO”

Estamos cambiando porque necesitábamos hacerlo. Hoy la humanidad atraviesa por una catarsis espiritual que tendrá como conclusión la apertura de conciencia y una renovada espiritualidad sobre la tierra, que ya urgía, y que nos permitirá no solo vivir sino entender la compasión y la solidaridad humana.

Y este proceso de transformación y cambio, como todo proceso auténtico, ha empezado por nosotros mismos, en nuestro confinamiento voluntario, en donde hemos tenido que aprender a convivir primeramente con nosotros mismos, a conocernos o reconocernos, a entender nuestras limitaciones y nuestros talentos, a aceptarnos y a amarnos.

El principio socrático que expresa el conócete a ti mismo encierra la filosofía esencial de nuestra vida. Nadie da lo que no tiene y por lo tanto, todo lo que hagamos debe partir de nuestros valores y nuestra congruencia. Los cimientos en nuestra vida tienen que ser sólidos y firmes, pues somos los arquitectos de ella. Y este ostracismo nos ha llevado a un proceso difícil y obligado de diálogo interior, no con nuestro subconsciente que es nuestra alma, sino con la parte divina de nuestro espíritu, o sea nuestro yo consciente, nuestro hoy y ahora. Este proceso es doloroso pero necesario para reinventarnos, y parte de la aceptación que nos tengamos y de la objetividad con la que nos conduzcamos, haciendo a un lado en definitiva nuestro papel de víctima en una irresponsabilidad patológica infantil y crónica, en donde siempre el otro tenía la culpa. Gracias a esta pandemia estamos en el proceso de entender que todo lo que pasa es lo mejor que nos pudo pasar, justo en el momento preciso en que lo estábamos necesitando. En el I Ching, un antiguo texto chino que data de hace más de seis mil años se dice: “todo llega en el momento adecuado”.

¿Te das cuenta que casi siempre hemos vivido tú y yo en el paradigma del poder y la dominación? Sin embargo a su lado siempre han estado los componentes del paradigma de la paz: una sociedad basada en la creatividad, la libertad, la democracia auténtica y la espiritualidad alejada de los falsos dogmatismos. Hoy, en medio de esta pandemia nuestro cerebro -pero sobre todo nuestro corazón- se abren a una nueva transformación, en donde la humanidad no solo es parte de la creación, sino también administradora de la misma, producto y a la vez instrumento de la evolución.

Esto está significando un parto difícil, desgastante y doloroso pero necesario para alumbrar una nueva tierra prometida, el único viaje que tiene sentido, el retorno a casa tanto tiempo esperado. De momento muchas cosas y circunstancias dejaron de tener la importancia que les dábamos (ropa, joyas, automóviles) y empezamos a vivir solo con lo que necesitamos. Esto refleja nuestro proceso de cambio interior, el egoísmo está perdiendo terreno, haciendo a un lado el tener para privilegiar el ser.

Esta pandemia nos ha obligado a entenderlo y vivirlo, es decir, sentirlo; que ricos y pobres somos iguales y estamos sujetos a las mismas circunstancias; que vivimos en una aldea global, en donde a pesar de las distancias tenemos los mismos problemas y las mismas necesidades, y que el derroche y lo superfluo ya no tienen cabida y resulta urgente cerrar la brecha de la desigualdad humana.

Hoy estamos empezando a aprender a convivir con nosotros mismos y a conocer verdaderamente a los que llamamos nuestros. Hoy, el hogar se volvió el lugar más seguro, y la familia lo más querido. Hoy la salud es lo más valioso por encima del dinero, y el dinero es solo la medida de nuestro esfuerzo. Hoy Dios es “leche”, como dijo un niño, es decir, la expresión de mi pan, de mi comida, mi vestido, mis sueños y mis ilusiones, es el Amor y es la Paz que busco. No me cabe duda, cuando esto pase, un nuevo paradigma nos espera.

Gracias Puebla. Y recuerda “LO QUE CUESTA DINERO VALE POCO”