/ miércoles 17 de agosto de 2022

Una historia para contar en cada familia

La lluvia ha inundado nuestras tardes estos últimos días para quienes vivimos en Puebla. Una fortuna que valoramos en un país en el que la sequía está afectando de manera significativa a gran parte del territorio nacional.


Pero más allá de lo que representa el que la tierra se refresque con el vital líquido, la lluvia también me ayuda a remembrar muchas de las historias que mi abuela Isabel me contó sobre las entrevistas que, alguna tarde nublada, le hizo a la bisabuela Carmen Serdán.


Literalmente Carmen mencionó que, aunque estos relatos no le resultaban fáciles de compartir, tenía que hacerlo. “Me gustaría que algún día tus hijos y sus hijos sepan que su abuelo dejó todo por ellos y por lo que creíamos”, recalcaba en sus pláticas.


Si bien mi abuela no estudió periodismo ni nada parecido para realizar esta labor, desde mi perspectiva hizo un gran trabajo recogiendo las impresiones de viva voz de quien vivió y fue parte de ese momento histórico tan relevante, hace prácticamente 112 años.


No se trató sólo de documentar un hecho que impactó la vida de toda una nación como es México, sino sobre todo de capturar un poco de lo que somos como familia y que, sin duda, nos da identidad como personas.


Cada palabra que he tenido la fortuna de escuchar en los audios que dejó mi abuela me sumergen no sólo en el pasado, sino de manera más urgente me traen al presente y me impulsan a querer darle un sentido a cada uno de los mensajes que se vislumbran entre líneas.


Para mí, uno de los más relevantes, es como tal el hecho de tener una historia que contar para la posteridad, privilegio del que gozan la mayor parte de las familias.


Porque creo que, en el seno de cada una de ellas, yace una historia de la que ha sido parte y que al mismo tiempo la ha construido. Pero más allá de las memorias que se puedan tener, buenas o malas, es necesario darles un sentido en nuestra realidad actual.


No hablo de romantizar lo que pasó a nuestros antepasados, sino por el contrario de tener la capacidad de vislumbrar el porqué de esa situación. Tampoco se trata de juzgar lo que no vivimos, sino de tratar de entenderlo desde la experiencia ajena.


Es así que, sin duda, se vuelve una fortuna ser parte de una estirpe, en la que al final todas y todos los mexicanos estamos hermanados, ya que incluso como nación somos lo que somos por nuestro pasado compartido.


Gracias a este legado, se heredan anécdotas, aprendizajes, relatos, dichos, pero sobre todo valores que forjan principios indisolubles en cada persona.


Es por ello que, así como retumban las gotas de agua de estos días lluviosos en el piso, así suenan en mis oídos las palabras que Carmen Serdán gritaba en aquel enfrentamiento del 18 de noviembre: “La libertad vale más que la vida”.


Esta frase, recuperada por ella misma, me transmite un poco del carácter que hombres revolucionarios y antirreeleccionistas como mi bisabuelo Aquiles Serdán y su hermano Máximo Serdán, tenían para ofrendar la suya en aras de un derecho humano fundamental que había sido vulnerado por la dictadura.


Ojalá cada familia pudiera tener la dicha de tener ese archivo -ya sea en audio, texto o imagen-, que diera cuenta del legado de sus antepasados, pues a través de él se desvelarían los héroes anónimos que han fraguado esta tierra.


Tengamos presente que los momentos acontecen y el tiempo no se detiene, pero siempre hay un legado de aprendizajes que examinar de quienes nos preceden y que de igual manera serán valorados por quienes nos proceden.


A falta de muchos de esos testigos, no nos queda más que hacer uso de la tradición oral y los recuerdos, para estructurar una historia, nuestra historia, de lo que significa para cada uno ser hecho en México.


La lluvia ha inundado nuestras tardes estos últimos días para quienes vivimos en Puebla. Una fortuna que valoramos en un país en el que la sequía está afectando de manera significativa a gran parte del territorio nacional.


Pero más allá de lo que representa el que la tierra se refresque con el vital líquido, la lluvia también me ayuda a remembrar muchas de las historias que mi abuela Isabel me contó sobre las entrevistas que, alguna tarde nublada, le hizo a la bisabuela Carmen Serdán.


Literalmente Carmen mencionó que, aunque estos relatos no le resultaban fáciles de compartir, tenía que hacerlo. “Me gustaría que algún día tus hijos y sus hijos sepan que su abuelo dejó todo por ellos y por lo que creíamos”, recalcaba en sus pláticas.


Si bien mi abuela no estudió periodismo ni nada parecido para realizar esta labor, desde mi perspectiva hizo un gran trabajo recogiendo las impresiones de viva voz de quien vivió y fue parte de ese momento histórico tan relevante, hace prácticamente 112 años.


No se trató sólo de documentar un hecho que impactó la vida de toda una nación como es México, sino sobre todo de capturar un poco de lo que somos como familia y que, sin duda, nos da identidad como personas.


Cada palabra que he tenido la fortuna de escuchar en los audios que dejó mi abuela me sumergen no sólo en el pasado, sino de manera más urgente me traen al presente y me impulsan a querer darle un sentido a cada uno de los mensajes que se vislumbran entre líneas.


Para mí, uno de los más relevantes, es como tal el hecho de tener una historia que contar para la posteridad, privilegio del que gozan la mayor parte de las familias.


Porque creo que, en el seno de cada una de ellas, yace una historia de la que ha sido parte y que al mismo tiempo la ha construido. Pero más allá de las memorias que se puedan tener, buenas o malas, es necesario darles un sentido en nuestra realidad actual.


No hablo de romantizar lo que pasó a nuestros antepasados, sino por el contrario de tener la capacidad de vislumbrar el porqué de esa situación. Tampoco se trata de juzgar lo que no vivimos, sino de tratar de entenderlo desde la experiencia ajena.


Es así que, sin duda, se vuelve una fortuna ser parte de una estirpe, en la que al final todas y todos los mexicanos estamos hermanados, ya que incluso como nación somos lo que somos por nuestro pasado compartido.


Gracias a este legado, se heredan anécdotas, aprendizajes, relatos, dichos, pero sobre todo valores que forjan principios indisolubles en cada persona.


Es por ello que, así como retumban las gotas de agua de estos días lluviosos en el piso, así suenan en mis oídos las palabras que Carmen Serdán gritaba en aquel enfrentamiento del 18 de noviembre: “La libertad vale más que la vida”.


Esta frase, recuperada por ella misma, me transmite un poco del carácter que hombres revolucionarios y antirreeleccionistas como mi bisabuelo Aquiles Serdán y su hermano Máximo Serdán, tenían para ofrendar la suya en aras de un derecho humano fundamental que había sido vulnerado por la dictadura.


Ojalá cada familia pudiera tener la dicha de tener ese archivo -ya sea en audio, texto o imagen-, que diera cuenta del legado de sus antepasados, pues a través de él se desvelarían los héroes anónimos que han fraguado esta tierra.


Tengamos presente que los momentos acontecen y el tiempo no se detiene, pero siempre hay un legado de aprendizajes que examinar de quienes nos preceden y que de igual manera serán valorados por quienes nos proceden.


A falta de muchos de esos testigos, no nos queda más que hacer uso de la tradición oral y los recuerdos, para estructurar una historia, nuestra historia, de lo que significa para cada uno ser hecho en México.


ÚLTIMASCOLUMNAS
miércoles 17 de abril de 2024

Igualdad

Máximo Serdán

miércoles 10 de abril de 2024

Identidad poblana

Máximo Serdán

miércoles 13 de marzo de 2024

Oportunidad u oportunismo

Máximo Serdán

miércoles 06 de marzo de 2024

Capacidad de generar luz

Máximo Serdán

miércoles 28 de febrero de 2024

¿Y tú con qué sueñas? 

Máximo Serdán

miércoles 21 de febrero de 2024

El poder de las patrañas

Máximo Serdán

miércoles 14 de febrero de 2024

En sus marcas, ¿listos?..

Máximo Serdán

miércoles 07 de febrero de 2024

Salud mental de Puebla

Máximo Serdán

Cargar Más