/ viernes 29 de junio de 2018

Una reflexión y dos trascendidos, a horas de la contienda electoral

Y después del domingo, ¿qué sigue?

Va desde este espacio una humilde recomendación para todas aquellas personas que en estas elecciones se desempeñaron como operadores políticos, promotores electorales, asistentes o solo simpatizantes y seguidores de algún candidato a un puesto de elección popular, cualquiera que haya sido.

La pelea por el poder, traducida en una contienda electoral regida por supuestas instituciones ciudadanizadas, lleva a tales extremos de competencia que suele terminar en disputas y enfrentamientos serios, a veces perdurables en el tiempo, entre los integrantes de los equipos que trabajan para aspirantes rivales.

Así, es común observar en periodos de campaña a los colaboradores de un candidato peleándose casi a muerte con los equiperos del abanderado de enfrente, sobre todo si éste es el que le compite en preferencias electorales e intención de voto al suyo.

Las campañas se han vuelto mucho más agresivas que en el pasado.

El desarrollo tecnológico, las redes sociales y la posibilidad de encausar la guerra sucia o las campañas negras a través de ellas han logrado que las heridas entre los operadores de los aspirantes sean más profundas y por tanto más tardadas en cicatrizar.

En ocasiones, esa pasión que se vive y se sufre entre los miembros de los ejércitos electorales es incluso más fuerte que la que hay en los abanderados.

Y justo ese estado de ánimo es el que termina en pleitos asumidos como personales entre unos y otros.

Los que ganan odian a los que perdieron, por perdedores, y los que pierden odian a los que ganaron, por ganadores.

Así se forjan rencores que trascienden más allá de la arena electoral.

Lo que no saben muchas de estas personas, que mientras dura la contienda dan la vida por su candidato y asimilan cualquier afrenta contra él como si fuese una agresión personal en contra suya, es que los políticos solo salen a hacer política.

Eso significa que una vez transcurrida la elección, por muy dura y costosa que haya sido la guerra, suelen concretar acuerdos tras bambalinas para transitar en paz y volver a ser “amigos”.

El caso de 2010 es el más elocuente en Puebla.

Javier López Zavala y el PRI fueron barridos en la elección de gobernador por Rafael Moreno Valle y la entonces coalición opositora, pero después del 4 de julio el priista se convirtió en aliado de su verdugo, contra lo que pasó en tierra.

Los miembros de las bases de apoyo de Zavala no lograron esa reconciliación con el morenovallismo.

Por el contrario, fueron desterrados y en unos casos hasta perseguidos.

Eso es lo que deben prevenir aquellos que apoyan a los candidatos en esta elección.

La pelea no es personal, aunque en ella vaya de por medio un empleo o la posibilidad de conseguir beneficios económicos mayores una vez encumbrado el candidato.

Pase lo que pase el domingo, lo más recomendable es darle vuelta a la página para seguir adelante, sin rencores, en caso de que sea usted del equipo perdedor, y sin soberbia, en caso opuesto, que pertenezca usted al bando ganador.

Los políticos se valen de ejércitos de operadores y promotores para arribar o mantener el poder, pero cuando no lo consiguen no hacen más que reorientar el camino para buscar una nueva alternativa, quizá hasta la próxima elección.

Mientras eso pasa, se adaptan a las nuevas condiciones y sobreviven, entre otras cosas, gracias a su capacidad de llegar a acuerdos.

No sea usted más papista que el Papa.

La vida no se irá en la próxima elección.


DOS TRASCENDIDOS PARA TERMINAR

Parece que la relación entre algunos candidatos del Movimiento Regeneración Nacional (Morena) no fue tan buena al final de la contienda electoral. De hecho, fue mala.

Si bien al principio hubo diferencias notables entre el aspirante a gobernador y los abanderados a puestos de elección popular como senadurías y diputaciones federales, las discrepancias también alcanzaron a algunos de los candidatos a ediles.

Ayer mismo un aspirante a presidente municipal confesó molesto que dudaba en darle su apoyo a Luis Miguel Barbosa el próximo domingo y de plano dijo que valoraba respaldar a Martha Erika Alonso, la candidata del Frente.

Se trata de Luis Alberto Arriaga Lila, abanderado a presidente municipal de San Pedro Cholula, quien además habría comentado que existe enfado entre otros abanderados debido al maltrato de su candidato a gobernador.

¿Cuántos más habrá como Luis Alberto Arriaga en Morena, que horas antes de los comicios miran con mayor entusiasmo a la candidata rival, Martha Erika Alonso, que a su compañero de coalición?

*

Enrique Doger Guerrero no debería estar tan esperanzado en quedarse con los restos del PRI para convertirse en el fiel de la balanza en el próximo sexenio, gane quien gane la contienda del domingo.

Cuentan que Leobardo Soto Martínez está más que apuntado para desplazar del Comité Directivo Estatal a Javier Casique Zárate antes de que arranque el nuevo gobierno, para quedarse en su lugar o llevar a la presidencia a un cuadro emanado de la CTM.

Independientemente de que lo consiga o no, la intención del líder cetemista debe servir como un llamado de alerta para los intereses del candidato a gobernador, que no dispondrá de un escenario cómodo para quedarse con la dirigencia del partido a partir de la crisis que se avecina para el partido a nivel nacional.

Mantener el control del CDE no le será fácil.


Twitter: @jorgerdzc

Correo: jrodriguez@elsoldepuebla.com.mx


Y después del domingo, ¿qué sigue?

Va desde este espacio una humilde recomendación para todas aquellas personas que en estas elecciones se desempeñaron como operadores políticos, promotores electorales, asistentes o solo simpatizantes y seguidores de algún candidato a un puesto de elección popular, cualquiera que haya sido.

La pelea por el poder, traducida en una contienda electoral regida por supuestas instituciones ciudadanizadas, lleva a tales extremos de competencia que suele terminar en disputas y enfrentamientos serios, a veces perdurables en el tiempo, entre los integrantes de los equipos que trabajan para aspirantes rivales.

Así, es común observar en periodos de campaña a los colaboradores de un candidato peleándose casi a muerte con los equiperos del abanderado de enfrente, sobre todo si éste es el que le compite en preferencias electorales e intención de voto al suyo.

Las campañas se han vuelto mucho más agresivas que en el pasado.

El desarrollo tecnológico, las redes sociales y la posibilidad de encausar la guerra sucia o las campañas negras a través de ellas han logrado que las heridas entre los operadores de los aspirantes sean más profundas y por tanto más tardadas en cicatrizar.

En ocasiones, esa pasión que se vive y se sufre entre los miembros de los ejércitos electorales es incluso más fuerte que la que hay en los abanderados.

Y justo ese estado de ánimo es el que termina en pleitos asumidos como personales entre unos y otros.

Los que ganan odian a los que perdieron, por perdedores, y los que pierden odian a los que ganaron, por ganadores.

Así se forjan rencores que trascienden más allá de la arena electoral.

Lo que no saben muchas de estas personas, que mientras dura la contienda dan la vida por su candidato y asimilan cualquier afrenta contra él como si fuese una agresión personal en contra suya, es que los políticos solo salen a hacer política.

Eso significa que una vez transcurrida la elección, por muy dura y costosa que haya sido la guerra, suelen concretar acuerdos tras bambalinas para transitar en paz y volver a ser “amigos”.

El caso de 2010 es el más elocuente en Puebla.

Javier López Zavala y el PRI fueron barridos en la elección de gobernador por Rafael Moreno Valle y la entonces coalición opositora, pero después del 4 de julio el priista se convirtió en aliado de su verdugo, contra lo que pasó en tierra.

Los miembros de las bases de apoyo de Zavala no lograron esa reconciliación con el morenovallismo.

Por el contrario, fueron desterrados y en unos casos hasta perseguidos.

Eso es lo que deben prevenir aquellos que apoyan a los candidatos en esta elección.

La pelea no es personal, aunque en ella vaya de por medio un empleo o la posibilidad de conseguir beneficios económicos mayores una vez encumbrado el candidato.

Pase lo que pase el domingo, lo más recomendable es darle vuelta a la página para seguir adelante, sin rencores, en caso de que sea usted del equipo perdedor, y sin soberbia, en caso opuesto, que pertenezca usted al bando ganador.

Los políticos se valen de ejércitos de operadores y promotores para arribar o mantener el poder, pero cuando no lo consiguen no hacen más que reorientar el camino para buscar una nueva alternativa, quizá hasta la próxima elección.

Mientras eso pasa, se adaptan a las nuevas condiciones y sobreviven, entre otras cosas, gracias a su capacidad de llegar a acuerdos.

No sea usted más papista que el Papa.

La vida no se irá en la próxima elección.


DOS TRASCENDIDOS PARA TERMINAR

Parece que la relación entre algunos candidatos del Movimiento Regeneración Nacional (Morena) no fue tan buena al final de la contienda electoral. De hecho, fue mala.

Si bien al principio hubo diferencias notables entre el aspirante a gobernador y los abanderados a puestos de elección popular como senadurías y diputaciones federales, las discrepancias también alcanzaron a algunos de los candidatos a ediles.

Ayer mismo un aspirante a presidente municipal confesó molesto que dudaba en darle su apoyo a Luis Miguel Barbosa el próximo domingo y de plano dijo que valoraba respaldar a Martha Erika Alonso, la candidata del Frente.

Se trata de Luis Alberto Arriaga Lila, abanderado a presidente municipal de San Pedro Cholula, quien además habría comentado que existe enfado entre otros abanderados debido al maltrato de su candidato a gobernador.

¿Cuántos más habrá como Luis Alberto Arriaga en Morena, que horas antes de los comicios miran con mayor entusiasmo a la candidata rival, Martha Erika Alonso, que a su compañero de coalición?

*

Enrique Doger Guerrero no debería estar tan esperanzado en quedarse con los restos del PRI para convertirse en el fiel de la balanza en el próximo sexenio, gane quien gane la contienda del domingo.

Cuentan que Leobardo Soto Martínez está más que apuntado para desplazar del Comité Directivo Estatal a Javier Casique Zárate antes de que arranque el nuevo gobierno, para quedarse en su lugar o llevar a la presidencia a un cuadro emanado de la CTM.

Independientemente de que lo consiga o no, la intención del líder cetemista debe servir como un llamado de alerta para los intereses del candidato a gobernador, que no dispondrá de un escenario cómodo para quedarse con la dirigencia del partido a partir de la crisis que se avecina para el partido a nivel nacional.

Mantener el control del CDE no le será fácil.


Twitter: @jorgerdzc

Correo: jrodriguez@elsoldepuebla.com.mx