/ domingo 29 de mayo de 2022

Violencia y regulación ¿de qué?

La terrible tragedia del pasado en los Estados Unidos el pasado martes 24 de mayo en Uvalde (Texas, Estados Unidos) con un saldo mortal de 19 menores y dos profesoras. Pero sólo es el último asalto, desafortunadamente de 2009 al 2018, según un conteo que publicó @fvreporter de Francisco Villalobos en twitter, ha habido al menos 288 en Estados Unidos. En el mismo periodo se registraron 8 en nuestro país. El 15 de mayo en Buffalo Payton Gendron (Nueva York) había dejado en un Comercio 10 muertos y 3 heridos. ¿Se puede desechar o enciende el foco rojo de la salud pública?


The Violence Project (https://www.theviolenceproject.org/) documenta estos tiroteos y tiene una información que describe bien las conductas y asociaciones de los agresores con sus víctimas y resulta impactante el estudio que hacen de los tiradores; los datos revelan que el 70% no habían recibido ayuda psiquiátrica, el 42% arrastraban algún tipo de trauma en su pasado, además de los generados por padres separados o divorciados (23%). Jillian Peterson y James Densley registran a 63 perpetradores con traumas infantiles, 41 con padres separados/divorciados y 32 víctimas de bullyng, 22 hijo de padre/madre soltera/a.


El informe añade que el 43% de los tiradores era consumidor de alcohol, marihuana u otras drogas. El alcohol es la sustancia más repetida. Aparece en la cuarta parte de los casos y se da en conjunto con la marihuana u otras sustancias en un 12% de ellos. Además, el perfil del tirador masivo es de hombre blanco, joven y con problemas psicológicos, no necesariamente económicos.


Los agresores son “personas atormentadas y violentadas ellas mismas internamente”, a decir de un profesor de psicología de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). Así que el escenario nos ofrece elementos para pensar en nuestra realidad y la necesidad de prevenir al avance de un mal que no tiene retorno.


Es claro que el contexto legal que rige a los Estados Unidos adereza un ambiente enrarecido para que los asesinos se provean de armas y elementos militares como chalecos antibalas, municiones, cargadores y más, al grado que el 82% de las armas sí tenían registros legales, el 15% fueron robadas (The Violence Project). Pero también el contexto cultural sienta precedente, al menos el asesino de Buffalo está asociado a una ideología supremacista blanca.


Si bien el recuento de tiroteos en escuelas nacionales no ha registra la magnitud señalada en Estados Unidos, no es cosa menor considerar el tratamiento que se le ha dado al bullyng en los centros educativos. ¿Por qué se llega a la agresión física? ¿Qué motivaciones tiene un niño o un joven para agredir a otro? La respuesta más acertada es que repiten la conducta que viven, es decir, que ellos sufren esa agresión y buscan al más débil para repetir la historia.


El caso de un adolescente golpeado por sus compañeros en un colegio católico en Puebla, con un prestigio de disciplina y enseñanza del catolicismo que implica la vivencia de valores, sólo muestra la dificultad en la que los directivos se encuentran porque se les acusa de “no dar el resultado esperado, y por el que pagan los padres de los estudiantes”. Por otro lado, en el Instituto Politécnico Nacional, en CdMx, un profesor pelea con un alumno que lo acusó de vender puntos, una institución pública, laica ¿tampoco da resultados la educación laica? Sobra decir que ningún reglamento será suficiente para terminar la violencia, el bullyng.


La institución educativa cuenta, pero antes está la familia. Es poco alentador que el valor a la vida, la tolerancia al otro, la aceptación, el respeto, se desdibujen en un tren de vida acelerado y urgido por qué comer y qué tener antes de ser. Los directivos son responsables sí, pero los padres anteceden. Habrá que ver si la pandemia no da otras sorpresas en el comportamiento de los niños y jóvenes que quieran explotar porque estuvieron solos, sin normas, sin horarios, sin mayores exigencias en casa, sin distinguir autoridad, casi por dos años. Urge una educación para llegar a la esencia de la persona, que debe aprender a ser tal y no solo parecer.


*Politóloga, profesora-investigadora. Miembro Fundadora de la AMECIP y secretaria de Membresías (2022-2024) Mail: margarita_arguelles@hotmail.com

La terrible tragedia del pasado en los Estados Unidos el pasado martes 24 de mayo en Uvalde (Texas, Estados Unidos) con un saldo mortal de 19 menores y dos profesoras. Pero sólo es el último asalto, desafortunadamente de 2009 al 2018, según un conteo que publicó @fvreporter de Francisco Villalobos en twitter, ha habido al menos 288 en Estados Unidos. En el mismo periodo se registraron 8 en nuestro país. El 15 de mayo en Buffalo Payton Gendron (Nueva York) había dejado en un Comercio 10 muertos y 3 heridos. ¿Se puede desechar o enciende el foco rojo de la salud pública?


The Violence Project (https://www.theviolenceproject.org/) documenta estos tiroteos y tiene una información que describe bien las conductas y asociaciones de los agresores con sus víctimas y resulta impactante el estudio que hacen de los tiradores; los datos revelan que el 70% no habían recibido ayuda psiquiátrica, el 42% arrastraban algún tipo de trauma en su pasado, además de los generados por padres separados o divorciados (23%). Jillian Peterson y James Densley registran a 63 perpetradores con traumas infantiles, 41 con padres separados/divorciados y 32 víctimas de bullyng, 22 hijo de padre/madre soltera/a.


El informe añade que el 43% de los tiradores era consumidor de alcohol, marihuana u otras drogas. El alcohol es la sustancia más repetida. Aparece en la cuarta parte de los casos y se da en conjunto con la marihuana u otras sustancias en un 12% de ellos. Además, el perfil del tirador masivo es de hombre blanco, joven y con problemas psicológicos, no necesariamente económicos.


Los agresores son “personas atormentadas y violentadas ellas mismas internamente”, a decir de un profesor de psicología de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). Así que el escenario nos ofrece elementos para pensar en nuestra realidad y la necesidad de prevenir al avance de un mal que no tiene retorno.


Es claro que el contexto legal que rige a los Estados Unidos adereza un ambiente enrarecido para que los asesinos se provean de armas y elementos militares como chalecos antibalas, municiones, cargadores y más, al grado que el 82% de las armas sí tenían registros legales, el 15% fueron robadas (The Violence Project). Pero también el contexto cultural sienta precedente, al menos el asesino de Buffalo está asociado a una ideología supremacista blanca.


Si bien el recuento de tiroteos en escuelas nacionales no ha registra la magnitud señalada en Estados Unidos, no es cosa menor considerar el tratamiento que se le ha dado al bullyng en los centros educativos. ¿Por qué se llega a la agresión física? ¿Qué motivaciones tiene un niño o un joven para agredir a otro? La respuesta más acertada es que repiten la conducta que viven, es decir, que ellos sufren esa agresión y buscan al más débil para repetir la historia.


El caso de un adolescente golpeado por sus compañeros en un colegio católico en Puebla, con un prestigio de disciplina y enseñanza del catolicismo que implica la vivencia de valores, sólo muestra la dificultad en la que los directivos se encuentran porque se les acusa de “no dar el resultado esperado, y por el que pagan los padres de los estudiantes”. Por otro lado, en el Instituto Politécnico Nacional, en CdMx, un profesor pelea con un alumno que lo acusó de vender puntos, una institución pública, laica ¿tampoco da resultados la educación laica? Sobra decir que ningún reglamento será suficiente para terminar la violencia, el bullyng.


La institución educativa cuenta, pero antes está la familia. Es poco alentador que el valor a la vida, la tolerancia al otro, la aceptación, el respeto, se desdibujen en un tren de vida acelerado y urgido por qué comer y qué tener antes de ser. Los directivos son responsables sí, pero los padres anteceden. Habrá que ver si la pandemia no da otras sorpresas en el comportamiento de los niños y jóvenes que quieran explotar porque estuvieron solos, sin normas, sin horarios, sin mayores exigencias en casa, sin distinguir autoridad, casi por dos años. Urge una educación para llegar a la esencia de la persona, que debe aprender a ser tal y no solo parecer.


*Politóloga, profesora-investigadora. Miembro Fundadora de la AMECIP y secretaria de Membresías (2022-2024) Mail: margarita_arguelles@hotmail.com