/ lunes 7 de junio de 2021

Voto de castigo contra Morena

Los resultados de la elección de presidentes municipales y diputados federales y locales en la zona centro del estado muestran la emisión de un voto de castigo en contra de Morena, partido que fracasó en su intento por conseguir la reelección de los ediles de Puebla, San Andrés Cholula, Cuautlancingo, Coronango y San Martín Texmelucan.

Hasta antes del domingo eran previsibles las derrotas de Claudia Rivera y Norma Layón en Puebla y Texmelucan, las aspiraciones de Antonio Teutli en Coronango y Guadalupe Daniel Hernández en Cuautlancingo se veían complicadas y resultaba casi impensable el descalabro de Karina Pérez en San Andrés.

Todos perdieron, lo mismo que Julio Lorenzini en San Pedro Cholula, que aun cuando no iba en busca de la reelección, se suma a esta bolsa de derrota generalizada que obtuvo Morena en la ciudad de Puebla y los municipios conurbados.

El voto de castigo como respuesta al desempeño de malos gobiernos es la hipótesis más probable como causa del fracaso, sumada en el caso concreto del municipio de Puebla a las divisiones en el partido de López Obrador y a la mala e insalvable relación de la candidata perdedora con el gobernador del estado, Miguel Barbosa Huerta.

Debajo de todos los factores particulares que llevaron a la derrota de Morena en la zona metropolitana, sin embargo, hay uno generalizado: la protesta de una clase media furiosa con la actuación de López Obrador, lo que se tradujo en una participación ciudadana mayor a la esperada.

Cifras preliminares y la sola observación de las filas de gente formada para esperar turno en las casillas permiten estimar una participación ciudadana superior al 50 por ciento en la jornada electoral del domingo.

Las previsiones pesimistas que hablaban de un 30 por ciento de participación electoral en el peor de los casos o de un 40 por ciento en el mejor fueron derribadas con una copiosa afluencia de ciudadanos a las urnas, quienes acudieron motivados para emitir un sufragio de aprobación o de castigo como pocas veces se ha visto en contiendas intermedias.

Después de un proceso electoral de 2018 con altísima asistencia de votantes a las urnas y frente al escenario de una elección intermedia, en la que no está en juego la presidencia de la república ni la gubernatura del estado, incluso los responsables de organizar la elección por parte del consejo local del INE y el Instituto Electoral del Estado pensaron que una mayoría de integrantes de la lista nominal preferiría quedarse en casa a convivir en familia o salir de paseo, en lugar de ir a sufragar por el partido de su preferencia.

Miguel Ángel García Onofre, consejero presidente del IEE, pronosticó en una entrevista con este diario realizada a menos de una semana de las elecciones que la participación electoral ascendería en la mejor de las estimaciones a 40 por ciento.

Se equivocó, pero no solo él, sino prácticamente todos los miembros de la clase política y observadores profesionales dedicados a analizar el comportamiento de los votantes en procesos electorales.

La jornada electoral vista de cerca mostró un comportamiento inusual, semejante al de julio de 2018, cuando la gran mayoría de las personas salió a votar por López Obrador y prácticamente el resto de los candidatos de Morena.

Ayer desde las ocho de la mañana ya había electores formados en espera de su turno.

Fotografías y videos inundaron las redes sociales mostrando la repetición del fenómeno en todo el territorio estatal.

Muy temprano se pudo saber que se trataría de una elección concurrida y así permaneció hasta las seis de la tarde, con momentos intermitentes por culpa del clima y las lluvias, pero la jornada cerró con una participación que se calcula cercana al 55 por ciento.

Increíble, pero comprensible a la luz de lo que sucede en el país.

A primera vista puede establecerse una primera causa detrás de la motivación social.

Esa participación electoral es consecuencia del discurso de odio empleado por el presidente López Obrador para manipular y dividir al país.

El encono y la polarización social, provocada por el máximo hombre de poder en México, convirtió el estado de ánimo de la gente en torno a Morena en motor de la contienda electoral.

Y así pasó en gran parte del territorio nacional, donde el partido guinda padeció descalabros importantes.

Ratificar al partido del mandatario mexicano o echarlo a la calle se convirtió en causa de los electores, que dividieron su pasión entre adorarlo u odiarlo, según la óptica desde que se vea y el mapa social en que se esté.

Eso, por supuesto, no es bueno, porque refleja el éxito de una estrategia política y de comunicación establecida por el presidente para dividir y dominar, siempre en función de sus intereses personales.

Por lo pronto, los dueños de Morena, los líderes de la oposición, pero sobre todo, los ciudadanos, ya vieron que el partido que se vende como “la esperanza de México” no es invencible. Ese es el gran logro de esta contienda.

Twitter: @jorgerdzc

Los resultados de la elección de presidentes municipales y diputados federales y locales en la zona centro del estado muestran la emisión de un voto de castigo en contra de Morena, partido que fracasó en su intento por conseguir la reelección de los ediles de Puebla, San Andrés Cholula, Cuautlancingo, Coronango y San Martín Texmelucan.

Hasta antes del domingo eran previsibles las derrotas de Claudia Rivera y Norma Layón en Puebla y Texmelucan, las aspiraciones de Antonio Teutli en Coronango y Guadalupe Daniel Hernández en Cuautlancingo se veían complicadas y resultaba casi impensable el descalabro de Karina Pérez en San Andrés.

Todos perdieron, lo mismo que Julio Lorenzini en San Pedro Cholula, que aun cuando no iba en busca de la reelección, se suma a esta bolsa de derrota generalizada que obtuvo Morena en la ciudad de Puebla y los municipios conurbados.

El voto de castigo como respuesta al desempeño de malos gobiernos es la hipótesis más probable como causa del fracaso, sumada en el caso concreto del municipio de Puebla a las divisiones en el partido de López Obrador y a la mala e insalvable relación de la candidata perdedora con el gobernador del estado, Miguel Barbosa Huerta.

Debajo de todos los factores particulares que llevaron a la derrota de Morena en la zona metropolitana, sin embargo, hay uno generalizado: la protesta de una clase media furiosa con la actuación de López Obrador, lo que se tradujo en una participación ciudadana mayor a la esperada.

Cifras preliminares y la sola observación de las filas de gente formada para esperar turno en las casillas permiten estimar una participación ciudadana superior al 50 por ciento en la jornada electoral del domingo.

Las previsiones pesimistas que hablaban de un 30 por ciento de participación electoral en el peor de los casos o de un 40 por ciento en el mejor fueron derribadas con una copiosa afluencia de ciudadanos a las urnas, quienes acudieron motivados para emitir un sufragio de aprobación o de castigo como pocas veces se ha visto en contiendas intermedias.

Después de un proceso electoral de 2018 con altísima asistencia de votantes a las urnas y frente al escenario de una elección intermedia, en la que no está en juego la presidencia de la república ni la gubernatura del estado, incluso los responsables de organizar la elección por parte del consejo local del INE y el Instituto Electoral del Estado pensaron que una mayoría de integrantes de la lista nominal preferiría quedarse en casa a convivir en familia o salir de paseo, en lugar de ir a sufragar por el partido de su preferencia.

Miguel Ángel García Onofre, consejero presidente del IEE, pronosticó en una entrevista con este diario realizada a menos de una semana de las elecciones que la participación electoral ascendería en la mejor de las estimaciones a 40 por ciento.

Se equivocó, pero no solo él, sino prácticamente todos los miembros de la clase política y observadores profesionales dedicados a analizar el comportamiento de los votantes en procesos electorales.

La jornada electoral vista de cerca mostró un comportamiento inusual, semejante al de julio de 2018, cuando la gran mayoría de las personas salió a votar por López Obrador y prácticamente el resto de los candidatos de Morena.

Ayer desde las ocho de la mañana ya había electores formados en espera de su turno.

Fotografías y videos inundaron las redes sociales mostrando la repetición del fenómeno en todo el territorio estatal.

Muy temprano se pudo saber que se trataría de una elección concurrida y así permaneció hasta las seis de la tarde, con momentos intermitentes por culpa del clima y las lluvias, pero la jornada cerró con una participación que se calcula cercana al 55 por ciento.

Increíble, pero comprensible a la luz de lo que sucede en el país.

A primera vista puede establecerse una primera causa detrás de la motivación social.

Esa participación electoral es consecuencia del discurso de odio empleado por el presidente López Obrador para manipular y dividir al país.

El encono y la polarización social, provocada por el máximo hombre de poder en México, convirtió el estado de ánimo de la gente en torno a Morena en motor de la contienda electoral.

Y así pasó en gran parte del territorio nacional, donde el partido guinda padeció descalabros importantes.

Ratificar al partido del mandatario mexicano o echarlo a la calle se convirtió en causa de los electores, que dividieron su pasión entre adorarlo u odiarlo, según la óptica desde que se vea y el mapa social en que se esté.

Eso, por supuesto, no es bueno, porque refleja el éxito de una estrategia política y de comunicación establecida por el presidente para dividir y dominar, siempre en función de sus intereses personales.

Por lo pronto, los dueños de Morena, los líderes de la oposición, pero sobre todo, los ciudadanos, ya vieron que el partido que se vende como “la esperanza de México” no es invencible. Ese es el gran logro de esta contienda.

Twitter: @jorgerdzc