/ miércoles 23 de marzo de 2022

¿Y si no es Lalo Rivera?

La posibilidad de que el presidente municipal de Puebla capital, Eduardo Rivera Pérez se convierta en el candidato de una coalición encabezada por el Partido Acción Nacional para la gubernatura parece, hasta hoy en día inamovible, lógica y hasta cierto punto de vista única, dados otros perfiles con menos carisma, trayectoria o posicionamiento.

Suponiendo que así ocurra, lo que verdaderamente está en tela de juicio es saber si tiene posibilidades frente al rival (no importa el nombre por ahora) que llegue a representar la marca más rentable en términos electorales: Morena.

Mientras el senador Alejandro Armenta Mier adula al gobernador Miguel Barbosa Huerta como intentando congraciarse y el diputado federal Ignacio Mier Velazco se muestra servicial con la reforma del presidente Andrés Manuel López Obrador, el tercer tirador visible a la gubernatura, pero desde el lado panista, apuesta a los resultados (aún poco perceptibles) de su gobierno para apuntalar su futuro político.

Varios factores son los que complicarán al PAN, y sus aliados PRI y PRD, un escenario de triunfo y para el caso que nos ocupa, en la gubernatura.

Al tratarse de una elección concurrente, donde se definirán todos los cargos posibles en la entidad, desde presidente de la república hasta diputados locales, los aspirantes presidenciables tienden a jalar, hacia el triunfo o a la derrota a sus demás postulantes y la oposición no ha sido capaz de construir un perfil que frustre el escenario de otro sexenio para Morena.

A nivel estado el partido del presidente no ha dejado de ser el rival a vencer y su fortaleza dependerá del reparto de posiciones que recibirán aquellos que no logren la postulación presidencial y los lugares que se entreguen a los grupos locales, comenzando por el barbosismo.

En estos entramados de posiciones estará la clave de cómo jugarán los actores, pues si aspirantes al senado, el ayuntamiento de Puebla o la propia gubernatura tocan hacia personajes cercanos al inquilino de Casa Aguayo, complejas de concretarse serán esas conjeturas de un supuesto apoyo al abanderado del partido azul.

Y si a esto le agregamos los desgastes propios del ejercicio de gobierno en temas como la seguridad, más las críticas reales o artificiales que surgen en torno a una aspiración, el reto para Eduardo Rivera se vuelve mucho mayor.

Ahora bien, ya en el pasado reciente, el ahora alcalde, frente a un escenario adverso, optó por no buscar la gubernatura de Puebla; ocurrió en el proceso para este periodo de cinco años que está corriendo, tras el abrupto fallecimiento de la gobernadora Martha Erika Alonso.

Y razones pudo tener de sobra: el rechazo a la marca PAN y al morenovallismo, el posicionamiento positivo de Morena y su presidente Andrés Manuel López Obrador, el riesgo que, desde su propio partido, con Genoveva Huerta a la cabeza lo hicieran perder para truncar su carrera política o simplemente el no querer enfrentarse al hoy mandatario, lo cierto es que en ese entonces declinó a postularse.

El problema para la oposición es que, a pesar de estas adversidades si no es Lalo Rivera el candidato ¿entonces quién?

La posibilidad de que el presidente municipal de Puebla capital, Eduardo Rivera Pérez se convierta en el candidato de una coalición encabezada por el Partido Acción Nacional para la gubernatura parece, hasta hoy en día inamovible, lógica y hasta cierto punto de vista única, dados otros perfiles con menos carisma, trayectoria o posicionamiento.

Suponiendo que así ocurra, lo que verdaderamente está en tela de juicio es saber si tiene posibilidades frente al rival (no importa el nombre por ahora) que llegue a representar la marca más rentable en términos electorales: Morena.

Mientras el senador Alejandro Armenta Mier adula al gobernador Miguel Barbosa Huerta como intentando congraciarse y el diputado federal Ignacio Mier Velazco se muestra servicial con la reforma del presidente Andrés Manuel López Obrador, el tercer tirador visible a la gubernatura, pero desde el lado panista, apuesta a los resultados (aún poco perceptibles) de su gobierno para apuntalar su futuro político.

Varios factores son los que complicarán al PAN, y sus aliados PRI y PRD, un escenario de triunfo y para el caso que nos ocupa, en la gubernatura.

Al tratarse de una elección concurrente, donde se definirán todos los cargos posibles en la entidad, desde presidente de la república hasta diputados locales, los aspirantes presidenciables tienden a jalar, hacia el triunfo o a la derrota a sus demás postulantes y la oposición no ha sido capaz de construir un perfil que frustre el escenario de otro sexenio para Morena.

A nivel estado el partido del presidente no ha dejado de ser el rival a vencer y su fortaleza dependerá del reparto de posiciones que recibirán aquellos que no logren la postulación presidencial y los lugares que se entreguen a los grupos locales, comenzando por el barbosismo.

En estos entramados de posiciones estará la clave de cómo jugarán los actores, pues si aspirantes al senado, el ayuntamiento de Puebla o la propia gubernatura tocan hacia personajes cercanos al inquilino de Casa Aguayo, complejas de concretarse serán esas conjeturas de un supuesto apoyo al abanderado del partido azul.

Y si a esto le agregamos los desgastes propios del ejercicio de gobierno en temas como la seguridad, más las críticas reales o artificiales que surgen en torno a una aspiración, el reto para Eduardo Rivera se vuelve mucho mayor.

Ahora bien, ya en el pasado reciente, el ahora alcalde, frente a un escenario adverso, optó por no buscar la gubernatura de Puebla; ocurrió en el proceso para este periodo de cinco años que está corriendo, tras el abrupto fallecimiento de la gobernadora Martha Erika Alonso.

Y razones pudo tener de sobra: el rechazo a la marca PAN y al morenovallismo, el posicionamiento positivo de Morena y su presidente Andrés Manuel López Obrador, el riesgo que, desde su propio partido, con Genoveva Huerta a la cabeza lo hicieran perder para truncar su carrera política o simplemente el no querer enfrentarse al hoy mandatario, lo cierto es que en ese entonces declinó a postularse.

El problema para la oposición es que, a pesar de estas adversidades si no es Lalo Rivera el candidato ¿entonces quién?