/ viernes 10 de julio de 2020

Ya casi nada será igual

Cómo nos ha cambiado la vida a todos. Desde mediados de marzo hasta la fecha hemos estado confinados voluntariamente en nuestros hogares. El “quédate en casa” ha sido una constante en nuestra vida diaria y solo por razones vitales (comida y artículos de primera necesidad) hemos salido a la calle, y con ello presenciar por desgracia en la realidad, una película de ciencia ficción, en donde todos vamos enmascarados y con miedo al contacto físico, compramos a través de mamparas, pagamos electrónicamente, casi no hablamos con nadie y con miedo suponemos que cualquier desconocido es un portador del virus.

Las noticias nos confunden, pero aún más, las propias autoridades sanitarias han equivocado el camino. Como en la fábula “Pedro y el lobo”, casi cada fin de semana desde el empiezo del confinamiento nos han pedido “extremar precauciones” porque el índice de contagios será alto, y así lo han venido repitiendo constantemente hasta el grado de ya no creerlo. Hicimos todo al revés, pues es ahora -que según las estadísticas los contagios están más altos en Puebla- cuando debimos habernos confinado en nuestras casas y los meses anteriores haber trabajado.

Leía un estudio realizado por el Centro de Investigación e Inteligencia Económica de la UPAEP, en donde su Director, Alfonso Mendoza Velázquez, manifestaba, después de hacer algunas consideraciones y mediciones matemáticas que “de mantenerse la tasa de contagio como la observada en la segunda etapa desde el punto de inflexión, la fecha de contagio a toda la población en el Estado de Puebla sería el 3 de noviembre de 2020”. Esto también relacionado con otro estudio matemático a nivel mundial que pronosticó que el 80% de la población mundial se contagiaría.

Ha llegado el momento en que cada uno debe tomar el rumbo de “su nueva realidad”, y de conformidad con su sentido común –del cual “Cantinflas” decía que era “el menos común de los sentidos”- y su conciencia, fluir con las circunstancias y adaptarse a ellas, nunca resistirse porque eso engendra frustración y resentimiento, que a su vez será la fuente de insatisfacción, que abrirá las puertas de animadversión y enfermedades.

Lo cierto es que ya casi nada será igual a como veníamos viviendo. Hemos empezado con una “revolución tecnológica” en nuestro propio hogar. El trabajo en línea es una necesidad; las clases en las escuelas y universidades seguirán por tiempo indefinido impartiéndose en plataformas digitales; el celular es una extensión de nuestras manos; los mensajes son ahora nuestra forma de comunicarnos entre familia, amigos y conocidos; la moda en el vestir ha pasado a ser irrelevante y hemos prescindido de joyas y accesorios; la vestimenta se ha tornado simple y cómoda; la alimentación frugal y simple; el ejercicio, básico en casa; el pago de productos ya en su mayoría se hace electrónicamente, se está dejando de usar el efectivo; empezamos a entregar la privacidad a cambio de seguridad en nuestra vida. Nuestra convivencia social cambió definitivamente, ahora estaremos a dos metros distantes de nuestros interlocutores y el saludo de mano está proscrito, solo con los codos o bien una reverencia; y los funerales, ¡qué triste!, de manera virtual en el mejor de los casos, en muchos otros ni siquiera vuelven a ver los restos de su familiar.

Esta pandemia es ya un punto de inflexión en nuestra sociedad y forma de vida. Una verdadera amenaza global que no distingue niveles sociales, credo o ideología, que se ha metido en nuestros hogares y nos ha cambiado la vida, tanto psicológicamente como, sin duda, económicamente… LE PEDIMOS A DIOS solo sea por poco tiempo.

GRACIAS PUEBLA.

Cómo nos ha cambiado la vida a todos. Desde mediados de marzo hasta la fecha hemos estado confinados voluntariamente en nuestros hogares. El “quédate en casa” ha sido una constante en nuestra vida diaria y solo por razones vitales (comida y artículos de primera necesidad) hemos salido a la calle, y con ello presenciar por desgracia en la realidad, una película de ciencia ficción, en donde todos vamos enmascarados y con miedo al contacto físico, compramos a través de mamparas, pagamos electrónicamente, casi no hablamos con nadie y con miedo suponemos que cualquier desconocido es un portador del virus.

Las noticias nos confunden, pero aún más, las propias autoridades sanitarias han equivocado el camino. Como en la fábula “Pedro y el lobo”, casi cada fin de semana desde el empiezo del confinamiento nos han pedido “extremar precauciones” porque el índice de contagios será alto, y así lo han venido repitiendo constantemente hasta el grado de ya no creerlo. Hicimos todo al revés, pues es ahora -que según las estadísticas los contagios están más altos en Puebla- cuando debimos habernos confinado en nuestras casas y los meses anteriores haber trabajado.

Leía un estudio realizado por el Centro de Investigación e Inteligencia Económica de la UPAEP, en donde su Director, Alfonso Mendoza Velázquez, manifestaba, después de hacer algunas consideraciones y mediciones matemáticas que “de mantenerse la tasa de contagio como la observada en la segunda etapa desde el punto de inflexión, la fecha de contagio a toda la población en el Estado de Puebla sería el 3 de noviembre de 2020”. Esto también relacionado con otro estudio matemático a nivel mundial que pronosticó que el 80% de la población mundial se contagiaría.

Ha llegado el momento en que cada uno debe tomar el rumbo de “su nueva realidad”, y de conformidad con su sentido común –del cual “Cantinflas” decía que era “el menos común de los sentidos”- y su conciencia, fluir con las circunstancias y adaptarse a ellas, nunca resistirse porque eso engendra frustración y resentimiento, que a su vez será la fuente de insatisfacción, que abrirá las puertas de animadversión y enfermedades.

Lo cierto es que ya casi nada será igual a como veníamos viviendo. Hemos empezado con una “revolución tecnológica” en nuestro propio hogar. El trabajo en línea es una necesidad; las clases en las escuelas y universidades seguirán por tiempo indefinido impartiéndose en plataformas digitales; el celular es una extensión de nuestras manos; los mensajes son ahora nuestra forma de comunicarnos entre familia, amigos y conocidos; la moda en el vestir ha pasado a ser irrelevante y hemos prescindido de joyas y accesorios; la vestimenta se ha tornado simple y cómoda; la alimentación frugal y simple; el ejercicio, básico en casa; el pago de productos ya en su mayoría se hace electrónicamente, se está dejando de usar el efectivo; empezamos a entregar la privacidad a cambio de seguridad en nuestra vida. Nuestra convivencia social cambió definitivamente, ahora estaremos a dos metros distantes de nuestros interlocutores y el saludo de mano está proscrito, solo con los codos o bien una reverencia; y los funerales, ¡qué triste!, de manera virtual en el mejor de los casos, en muchos otros ni siquiera vuelven a ver los restos de su familiar.

Esta pandemia es ya un punto de inflexión en nuestra sociedad y forma de vida. Una verdadera amenaza global que no distingue niveles sociales, credo o ideología, que se ha metido en nuestros hogares y nos ha cambiado la vida, tanto psicológicamente como, sin duda, económicamente… LE PEDIMOS A DIOS solo sea por poco tiempo.

GRACIAS PUEBLA.