/ sábado 27 de julio de 2019

Aventadores y petates | El Rincón de Zalacaín

Algunos recuerdos y datos llegan a la mente del aventurero, al desempolvar un par de objetos hechos con hojas de palma

La costumbre de usar objetos de palma en la vida cotidiana de los mexicanos va en decadencia, franca decadencia, pensaba el aventurero Zalacaín al rescatar un par de “aventadores” usados en las cocinas de antes.

Científicamente a la planta productora de la palma para tejer se le conoce como “Leucothrinax morrisii” y su uso se remonta a la época precolombina. Los habitantes de Mesoamérica usaban las hojas de palma para tejer, hacían esteras, tapetes, conocidos en náhuatl como “petlatl”, techaban chozas, hacían una especie de impermeables, sombreros y también abanicos.

Fray Bernardino de Sahagún cita algunas veces el uso de los artefactos hechos con palma, al relatar dónde vivían los “huastecos”, el fraile escribió: “Hay en esta tierra palmas naturales, que son como las de España, son altas y gruesas… llevan flores y frutas, su fruta es dulce y es de comer… de los petates que venden, unos son lisos y pintados otros, son de hojas de palma, de éstas también se hacen unos cestos que llaman otlatompiatli…”

En otro párrafo cuando describe la clase de vendedores en los mercados la Gran Tenochtitlan, se refiere a “los que hacen esteras: El que es oficial de hacer esteras tiene muchas juncias, u hojas de palma, de que hace los petates, y para hacerlos primero extiende los juncos en algún lugar llano para asolearlos, y escoge los mejores, y pónelos en concierto…”

Los habitantes de aquellas tierras descubiertas y conquistadas tenían castas, clases sociales, los ricos tenían abanicos de plumas y los pobres, dormían en los petates y usaban el abanico de la misma palma.

Lo curioso y desconocido por Zalacaín hasta la fecha es cómo migra el abanico de palma a convertirse en el popular “aventador” o soplador empleado en el proceso de encender el fuego en un anafre.

Seguramente los sacerdotes de aquellas épocas prendían fuego a los inciensos minerales para generar el humo en honor de los dioses y se valían de esos abanicos y con el tiempo, el anafre casero recibió la inyección de aire con este mismo artefacto, hoy suplido por un trozo de cartón, igual de útil, pese a necesitarse más esfuerzo de la muñeca debido al mango del aventador y la flexibilidad de la palma.

Antiguamente las jarcierías de la ciudad de Puebla tenían una variedad de artículos de palma tejidos a mano, los más populares quizá los aventadores, seguidos de los petates, éstos últimos rodeados de una cantidad de leyendas. Una de las más curiosas derivó de la actividad de la Cofradía de la Santa Vera Cruz, en Guadalajara. Sus miembros se dedicaban a dar cristiana sepultura a los condenados a muerte y sufragaban los gastos necesarios.

Con el paso de los años la Cofradía se quedó sin dinero y el número de muertos aumentaba, entonces se vieron en la necesidad de colocar los cadáveres en un petate y después a usar el mismo petate para transportar a cada muerto y enterrarlo así, sin nada, con lo cual al grupo se le llamó la “Cofradía del Petate”. Fue en esos tiempos cuando se usaba la frase “¡Uy, manito! Tú te asustas hasta con el petate del muerto”, en clara alusión a su empleo para transportar muertos.

Foto: Jesús Manuel Hernández

Y entonces en los círculos de los charros empezaron a acuñarse varias frases como “Más vale que digan aquí corrió y no aquí se petateó”

Pero debido al uso de la palma tejida en forma de abanico o aventador hubo otras frases. Zalacaín recordaba una usada en su familia años atrás al referirse a alguien presumido en su valentía, pero rajón cuando se le necesitaba: “Es como la chiva de la tía Cleta, que se come los petates y se asusta con los abanicos”.

En fin, viejas costumbres en desuso. El aventurero limpió los aventadores y los volvió a colgar en la pared de los recuerdos.

  • elrincondezalacain@gmail.com
  • YouTube: El Rincón de Zalacaín

La costumbre de usar objetos de palma en la vida cotidiana de los mexicanos va en decadencia, franca decadencia, pensaba el aventurero Zalacaín al rescatar un par de “aventadores” usados en las cocinas de antes.

Científicamente a la planta productora de la palma para tejer se le conoce como “Leucothrinax morrisii” y su uso se remonta a la época precolombina. Los habitantes de Mesoamérica usaban las hojas de palma para tejer, hacían esteras, tapetes, conocidos en náhuatl como “petlatl”, techaban chozas, hacían una especie de impermeables, sombreros y también abanicos.

Fray Bernardino de Sahagún cita algunas veces el uso de los artefactos hechos con palma, al relatar dónde vivían los “huastecos”, el fraile escribió: “Hay en esta tierra palmas naturales, que son como las de España, son altas y gruesas… llevan flores y frutas, su fruta es dulce y es de comer… de los petates que venden, unos son lisos y pintados otros, son de hojas de palma, de éstas también se hacen unos cestos que llaman otlatompiatli…”

En otro párrafo cuando describe la clase de vendedores en los mercados la Gran Tenochtitlan, se refiere a “los que hacen esteras: El que es oficial de hacer esteras tiene muchas juncias, u hojas de palma, de que hace los petates, y para hacerlos primero extiende los juncos en algún lugar llano para asolearlos, y escoge los mejores, y pónelos en concierto…”

Los habitantes de aquellas tierras descubiertas y conquistadas tenían castas, clases sociales, los ricos tenían abanicos de plumas y los pobres, dormían en los petates y usaban el abanico de la misma palma.

Lo curioso y desconocido por Zalacaín hasta la fecha es cómo migra el abanico de palma a convertirse en el popular “aventador” o soplador empleado en el proceso de encender el fuego en un anafre.

Seguramente los sacerdotes de aquellas épocas prendían fuego a los inciensos minerales para generar el humo en honor de los dioses y se valían de esos abanicos y con el tiempo, el anafre casero recibió la inyección de aire con este mismo artefacto, hoy suplido por un trozo de cartón, igual de útil, pese a necesitarse más esfuerzo de la muñeca debido al mango del aventador y la flexibilidad de la palma.

Antiguamente las jarcierías de la ciudad de Puebla tenían una variedad de artículos de palma tejidos a mano, los más populares quizá los aventadores, seguidos de los petates, éstos últimos rodeados de una cantidad de leyendas. Una de las más curiosas derivó de la actividad de la Cofradía de la Santa Vera Cruz, en Guadalajara. Sus miembros se dedicaban a dar cristiana sepultura a los condenados a muerte y sufragaban los gastos necesarios.

Con el paso de los años la Cofradía se quedó sin dinero y el número de muertos aumentaba, entonces se vieron en la necesidad de colocar los cadáveres en un petate y después a usar el mismo petate para transportar a cada muerto y enterrarlo así, sin nada, con lo cual al grupo se le llamó la “Cofradía del Petate”. Fue en esos tiempos cuando se usaba la frase “¡Uy, manito! Tú te asustas hasta con el petate del muerto”, en clara alusión a su empleo para transportar muertos.

Foto: Jesús Manuel Hernández

Y entonces en los círculos de los charros empezaron a acuñarse varias frases como “Más vale que digan aquí corrió y no aquí se petateó”

Pero debido al uso de la palma tejida en forma de abanico o aventador hubo otras frases. Zalacaín recordaba una usada en su familia años atrás al referirse a alguien presumido en su valentía, pero rajón cuando se le necesitaba: “Es como la chiva de la tía Cleta, que se come los petates y se asusta con los abanicos”.

En fin, viejas costumbres en desuso. El aventurero limpió los aventadores y los volvió a colgar en la pared de los recuerdos.

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  • YouTube: El Rincón de Zalacaín

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