/ jueves 27 de febrero de 2020

Cocinar para sobrevivir | El Rincón de Zalacaín

Muchos han sido los efectos de la crisis económica para las familias

Muchos han sido los efectos de la crisis económica para las familias. La restricción de los lujos, de la mano del aprovechamiento de los recursos cotidianos. Al aventurero no le disgustaba el escenario actual pues según su leal y libre entender, la pobreza beneficia el ingenio y pone en valor la cocina del reciclaje, permite aprovechar los ingredientes y reciclarlos.

Cientos son los platillos posibles de elaborarse de los sobrantes de la comida, traducidos en antojitos nocturnos. El aprovechamiento de los alimentos es una asignatura pendiente para todo mundo luego del desorden impuesto por la moda de la comida chatarra, del usar y tirar, del desperdicio de todo, de la ropa, de los recursos, del dinero y por supuesto de la comida.

Pero en este nuevo escenario encontrado por Zalacaín a su regreso de Madrid se sumaron nuevas imágenes salidas de lo cotidiano, le remontaron a su infancia.

Aquellas tortas compuestas elaboradas por la mañana para llevárselas al colegio y comerlas en el recreo, alimentaban al niño y ahorraban dinero a la familia; esas tortas sumadas al agua en la cantimplora, alejaban a los estudiantes del consumo del refresco y de la tiendita del profesor de sexto grado.

Las tortas de agua, poblanísimas, habían sobrado de un día antes, se calentaban y se rellenaban con los restos de las salsas o verduras de algún guisado, o de frijoles con chorizo o longaniza, o simplemente de frijoles con un par de rajas de queso fresco. El papel de estraza las conservaba hasta la hora del recreo.

Pero ahora la imagen cotidiana no se limita a los colegiales con su torta bajo el brazo o en la mochila.

Zalacaín había descubierto a varias señoras, pulcras, portando una canasta o una caja de cartón y dentro las tortas muy bien envueltas y ofrecerlas a los peatones, a los dependientes de los comercios, en las oficinas privadas y públicas, finalmente un servicio a domicilio, o bien a la salida de los colegios.

Seguramente esas señoras hacían las tortas con la tradición del uso del jamón, el queso de puerco o la milanesa. Olvidadas estarían ya las suculentas tortas de rajas con huevo, de huevo con frijoles, o incluso de plátano o de sardina en jitomate.

Zalacaín había descubierto otra actividad más, antes limitada simplemente a las enseñanzas caseras para mantener a las hijas ocupadas e irlas formando en el amor por la cocina y la repostería.

Las redes sociales han integrado a las mujeres a otra actividad y les permite iniciar su propio negocio sin mucho capital, aprovechando la demanda en Facebook, usando las fotos de los productos, y aprovechando las recetas caseras para preparar y ofrecer galletas, pasteles, dulces, gelatinas, empanadas de mole, atún, o alguna mermelada de fruta, todo bajo el sello “casero”.

El panorama, pensaba Zalacaín, no es nada despreciable, la crisis económica está haciendo a las familias volver a la tradición de aprovechar la comida, evitar el desperdicio y rescatar las recetas familiares, asuntos por demás siempre bienvenidos en el afán de hacer de la comida poblana no sólo un espectáculo masivo y banal, sino la puesta en valor de la cocina casera.

  • elrincondezalacain@gmail.com
  • Canal de video en YouTube: El Rincón de Zalacaín










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Muchos han sido los efectos de la crisis económica para las familias. La restricción de los lujos, de la mano del aprovechamiento de los recursos cotidianos. Al aventurero no le disgustaba el escenario actual pues según su leal y libre entender, la pobreza beneficia el ingenio y pone en valor la cocina del reciclaje, permite aprovechar los ingredientes y reciclarlos.

Cientos son los platillos posibles de elaborarse de los sobrantes de la comida, traducidos en antojitos nocturnos. El aprovechamiento de los alimentos es una asignatura pendiente para todo mundo luego del desorden impuesto por la moda de la comida chatarra, del usar y tirar, del desperdicio de todo, de la ropa, de los recursos, del dinero y por supuesto de la comida.

Pero en este nuevo escenario encontrado por Zalacaín a su regreso de Madrid se sumaron nuevas imágenes salidas de lo cotidiano, le remontaron a su infancia.

Aquellas tortas compuestas elaboradas por la mañana para llevárselas al colegio y comerlas en el recreo, alimentaban al niño y ahorraban dinero a la familia; esas tortas sumadas al agua en la cantimplora, alejaban a los estudiantes del consumo del refresco y de la tiendita del profesor de sexto grado.

Las tortas de agua, poblanísimas, habían sobrado de un día antes, se calentaban y se rellenaban con los restos de las salsas o verduras de algún guisado, o de frijoles con chorizo o longaniza, o simplemente de frijoles con un par de rajas de queso fresco. El papel de estraza las conservaba hasta la hora del recreo.

Pero ahora la imagen cotidiana no se limita a los colegiales con su torta bajo el brazo o en la mochila.

Zalacaín había descubierto a varias señoras, pulcras, portando una canasta o una caja de cartón y dentro las tortas muy bien envueltas y ofrecerlas a los peatones, a los dependientes de los comercios, en las oficinas privadas y públicas, finalmente un servicio a domicilio, o bien a la salida de los colegios.

Seguramente esas señoras hacían las tortas con la tradición del uso del jamón, el queso de puerco o la milanesa. Olvidadas estarían ya las suculentas tortas de rajas con huevo, de huevo con frijoles, o incluso de plátano o de sardina en jitomate.

Zalacaín había descubierto otra actividad más, antes limitada simplemente a las enseñanzas caseras para mantener a las hijas ocupadas e irlas formando en el amor por la cocina y la repostería.

Las redes sociales han integrado a las mujeres a otra actividad y les permite iniciar su propio negocio sin mucho capital, aprovechando la demanda en Facebook, usando las fotos de los productos, y aprovechando las recetas caseras para preparar y ofrecer galletas, pasteles, dulces, gelatinas, empanadas de mole, atún, o alguna mermelada de fruta, todo bajo el sello “casero”.

El panorama, pensaba Zalacaín, no es nada despreciable, la crisis económica está haciendo a las familias volver a la tradición de aprovechar la comida, evitar el desperdicio y rescatar las recetas familiares, asuntos por demás siempre bienvenidos en el afán de hacer de la comida poblana no sólo un espectáculo masivo y banal, sino la puesta en valor de la cocina casera.

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