/ martes 12 de marzo de 2019

El ocaso de una mansión porfirista

TURISTEANDO CON EL BARÓN ROJO

Hola queridos lectores, muchas gracias por recibirme en sus hogares, su servidor, como cada domingo les escribe estas líneas siempre con el deseo de que sean de su agrado. En esta ocasión les voy a narrar la historia del que fue uno de los más hermosos y enormes caserones de nuestra ciudad, el cual, tristemente, la vida moderna desapareció, pero al menos se conserva su bella fachada como un recuerdo de lo bello que fue la arquitectura porfiriana, comenzamos.

Como preámbulo, les voy a narrar de una manera muy breve la vida de su propietario, don Mucio Práxedes Martínez de la Fuente (1840-1920). Militar de carrera, participó activamente en todas las campañas militares siempre al lado de don Porfirio Díaz.

Cuando Díaz toma la presidencia, Mucio Práxedes asciende en 1893 al grado de general de división y pacientemente espera a que se consolide la presidencia de su amigo, para recibir su recompensa a su lealtad, la cual llega en 1894 cuando Díaz se reelige por primera vez como presidente. Es entonces cuando le obsequia la gubernatura de Puebla, para lo cual previsoramente, ya tenía varios años de haberse asentado en esta capital, dedicándose a comerciante e industrial textilero, pulquero y tabacalero.

Para cuando le llega la tan anhelada gubernatura tenía unos cuantos miles de pesos en oro, atesorados como premio a sus negocios exitosos; entonces construye una enorme y bellísima mansión en la calle más elegante de la ciudad, la recién bautizada Avenida de La Paz.

Para construir su palacete adquiere un lote de más de tres mil metros cuadrados en el numero 12 de la Primera calle de La Paz, un terreno que abarcaba de lado a lado, desde la actual avenida Juárez hasta la actual 5 poniente y de pilón adquiere dos lotes más sobre la actual 13 sur, donde construye dos mansiones idénticas, pero en diseño de espejo, localizadas en las esquinas del crucero de la 13 sur y la 5 poniente. Esas casonas en sus primeros años albergaron un hospital y a principios del siglo XX el famoso colegio Howard (no, no es el de Harry Potter, este fue otro colegio Howard).

La mansión de don Mucio se construye en tres plantas, la fachada totalmente de piedra de cantera, teóricamente fue diseñada y construida por el escultor poblano Jesús Corro Soriano, escribo teóricamente, porque en una nota publicada años atrás entrevisté a la esposa de su hijo, Jesús Corro Ferrer, la cual me platicó que la fachada que su suegro diseñó y construyó fue la del actual conservatorio de música, localizado enfrente.

Según crónicas de distintos medios, esta exquisita mansión era tan grande que llegó a tener más de sesenta habitaciones, de entre las cuales se cuentan 12 recámaras, las principales con cuarto vestidor, 7 baños, tres salas, sala de piano para tertulias y conciertos privados, cuatro oficinas para uso del gobernador, biblioteca, sala de juntas, tres cocinas, salada, dulce y para servicio de los empleados, dos comedores, tres patios, 4 habitaciones para la servidumbre (la cual se dice llegó a ser de 16 empleadas de distintos cargos), tres diligencias con su servicio completo de caballeriza, troje, entre otras más y algo inusual para la época, servicio de drenaje interno y fosa séptica.

La vida pública de Mucio Práxedes fue muy reservada pero no menos polémica, pues a pesar de haber gobernado la ciudad por 18 años, lo hizo con mano de hierro. Dentro de sus más conocidas acciones está la de ordenar el arresto inmediato de los hermanos Serdán en la refriega del 18 de noviembre de 1918, obteniéndose los resultados que la historia señala.

Al renunciar Porfirio Díaz, en mayo del año siguiente, Mucio Práxedes se retira de la gubernatura; tiempo después es arrestado por el ejército zapatista en 1914 pero es puesto en libertad a los pocos meses (lo cual se dice su familia obtuvo por medio de una excelente dadiva a los zapatistas), se retira un tiempo a vivir a Monterrey y regresa a pasar sus últimos días en la Ciudad de México, donde fallece en 1920.

La casona de la Juárez es vendida a particulares, junto con las otras dos casas. La primera es convertida en vecindad y bodegas de granos y telas, se destruye por el abandono y por la acción de las rentas congeladas decretadas por Lázaro Cárdenas en 1934, es demolida en los años 50 y permanece como terreno, preservándose únicamente su fachada, la cual hasta la fecha se conserva en perfecto estado, incluido su señorial portón de madera.

En 1970 los arquitectos Rubén y Raúl Guzmán Santos diseñan el edificio actual que está en su interior y, a manera de preservar la fachada, esta es anclada con trabes de concreto al edificio, lo cual la asegura contra movimientos telúricos.

Querido lector, en tu diario caminar dirígete a recorrer la acera norte de la primera calle de la Avenida Juárez y dale un regalo a tus ojos, disfrutando de esta hermosa e increíble fachada de cantera, traslada tu mente e imaginación a la época porfiriana y visualiza la majestuosidad de lo que fue la gran mansión del gobernador Mucio Práxedes.

Se despide de ustedes su amigo El Barón Rojo, agradezco el favor de su atención y los invito a contactarme para cualquier comentario o sugerencia. Hasta la próxima.

profelalo2002@hotmail.com

FB: Eduardo Zamora Martínez

WhatsApp: 22 12 532690


Hola queridos lectores, muchas gracias por recibirme en sus hogares, su servidor, como cada domingo les escribe estas líneas siempre con el deseo de que sean de su agrado. En esta ocasión les voy a narrar la historia del que fue uno de los más hermosos y enormes caserones de nuestra ciudad, el cual, tristemente, la vida moderna desapareció, pero al menos se conserva su bella fachada como un recuerdo de lo bello que fue la arquitectura porfiriana, comenzamos.

Como preámbulo, les voy a narrar de una manera muy breve la vida de su propietario, don Mucio Práxedes Martínez de la Fuente (1840-1920). Militar de carrera, participó activamente en todas las campañas militares siempre al lado de don Porfirio Díaz.

Cuando Díaz toma la presidencia, Mucio Práxedes asciende en 1893 al grado de general de división y pacientemente espera a que se consolide la presidencia de su amigo, para recibir su recompensa a su lealtad, la cual llega en 1894 cuando Díaz se reelige por primera vez como presidente. Es entonces cuando le obsequia la gubernatura de Puebla, para lo cual previsoramente, ya tenía varios años de haberse asentado en esta capital, dedicándose a comerciante e industrial textilero, pulquero y tabacalero.

Para cuando le llega la tan anhelada gubernatura tenía unos cuantos miles de pesos en oro, atesorados como premio a sus negocios exitosos; entonces construye una enorme y bellísima mansión en la calle más elegante de la ciudad, la recién bautizada Avenida de La Paz.

Para construir su palacete adquiere un lote de más de tres mil metros cuadrados en el numero 12 de la Primera calle de La Paz, un terreno que abarcaba de lado a lado, desde la actual avenida Juárez hasta la actual 5 poniente y de pilón adquiere dos lotes más sobre la actual 13 sur, donde construye dos mansiones idénticas, pero en diseño de espejo, localizadas en las esquinas del crucero de la 13 sur y la 5 poniente. Esas casonas en sus primeros años albergaron un hospital y a principios del siglo XX el famoso colegio Howard (no, no es el de Harry Potter, este fue otro colegio Howard).

La mansión de don Mucio se construye en tres plantas, la fachada totalmente de piedra de cantera, teóricamente fue diseñada y construida por el escultor poblano Jesús Corro Soriano, escribo teóricamente, porque en una nota publicada años atrás entrevisté a la esposa de su hijo, Jesús Corro Ferrer, la cual me platicó que la fachada que su suegro diseñó y construyó fue la del actual conservatorio de música, localizado enfrente.

Según crónicas de distintos medios, esta exquisita mansión era tan grande que llegó a tener más de sesenta habitaciones, de entre las cuales se cuentan 12 recámaras, las principales con cuarto vestidor, 7 baños, tres salas, sala de piano para tertulias y conciertos privados, cuatro oficinas para uso del gobernador, biblioteca, sala de juntas, tres cocinas, salada, dulce y para servicio de los empleados, dos comedores, tres patios, 4 habitaciones para la servidumbre (la cual se dice llegó a ser de 16 empleadas de distintos cargos), tres diligencias con su servicio completo de caballeriza, troje, entre otras más y algo inusual para la época, servicio de drenaje interno y fosa séptica.

La vida pública de Mucio Práxedes fue muy reservada pero no menos polémica, pues a pesar de haber gobernado la ciudad por 18 años, lo hizo con mano de hierro. Dentro de sus más conocidas acciones está la de ordenar el arresto inmediato de los hermanos Serdán en la refriega del 18 de noviembre de 1918, obteniéndose los resultados que la historia señala.

Al renunciar Porfirio Díaz, en mayo del año siguiente, Mucio Práxedes se retira de la gubernatura; tiempo después es arrestado por el ejército zapatista en 1914 pero es puesto en libertad a los pocos meses (lo cual se dice su familia obtuvo por medio de una excelente dadiva a los zapatistas), se retira un tiempo a vivir a Monterrey y regresa a pasar sus últimos días en la Ciudad de México, donde fallece en 1920.

La casona de la Juárez es vendida a particulares, junto con las otras dos casas. La primera es convertida en vecindad y bodegas de granos y telas, se destruye por el abandono y por la acción de las rentas congeladas decretadas por Lázaro Cárdenas en 1934, es demolida en los años 50 y permanece como terreno, preservándose únicamente su fachada, la cual hasta la fecha se conserva en perfecto estado, incluido su señorial portón de madera.

En 1970 los arquitectos Rubén y Raúl Guzmán Santos diseñan el edificio actual que está en su interior y, a manera de preservar la fachada, esta es anclada con trabes de concreto al edificio, lo cual la asegura contra movimientos telúricos.

Querido lector, en tu diario caminar dirígete a recorrer la acera norte de la primera calle de la Avenida Juárez y dale un regalo a tus ojos, disfrutando de esta hermosa e increíble fachada de cantera, traslada tu mente e imaginación a la época porfiriana y visualiza la majestuosidad de lo que fue la gran mansión del gobernador Mucio Práxedes.

Se despide de ustedes su amigo El Barón Rojo, agradezco el favor de su atención y los invito a contactarme para cualquier comentario o sugerencia. Hasta la próxima.

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