/ miércoles 9 de enero de 2019

El relato que describe el amor en tu cuerpo desnudo

"Tengo frío, estos días son los más helados del invierno", decía mientras se acercaba

Para ser franco, no era mi primera vez y quizás tampoco la tuya, pero no había tenido una experiencia similar en donde tuviera la posibilidad de percibir mi propio nerviosismo transpirando por cada uno de mis poros ante la imagen colosal de tu cuerpo.

Y es que cuando de sexo se trataba yo me consideraba un experto en conducirme ante las primeras impresiones, siendo estas buenas o no y no solo atendiendo de forma exclusiva al físico, porque lo que doblegó mis sentidos quizás fue tu sensualidad en su máxima expresión.

Salíamos hace tres meses y paradójicamente no se había presentado la oportunidad de este acercamiento, o tal vez ambos de forma inconsciente esperamos el momento indicado y la espera había valido la pena.

Recuerdo que ese día usaste un vestido nuevo que dejaba ver sutilmente tu figura, mientras que sigilosamente descubría tus hombros, "tengo frío, estos días son los más helados del invierno" mientras te acercabas y me abrazabas, besando suavemente mis labios; ante mi falta de auto conducción, tomaste mis manos y las colocaste en tu cintura, sentí tu mirada fija con esos ojos de gata en mí y sin decir una palabra, mordiste mi labio inferior, lo que hizo surgir un escalofrío que recorrió todo mi cuerpo y que de manera instintiva te sujetara fuertemente contra mí.

Entonces te bese de una forma casi desesperada y recorrí cada parte de tu cuello hasta llegar a tus hombros, "quítame la ropa" demandaste, y con movimientos imprecisos, deslice tu vestido sin esperar aquella imagen: tú en lencería de encaje color negro, usando un ligero con medias, una imagen alejada de tu constante incredulidad e inocencia.

Acaricié y admiré cada parte de ti, todo parecía una fantasía, pero tus besos, tus caricias, tus gemidos, me devolvían a la realidad y lo real es que tú y yo estábamos juntos aquí y ahora, tú envolviéndome en esa atmósfera de erotismo insaciable que ni con toda mi experiencia podría haber conocido.

Llegó el punto en el que me rendí, te tomé entre mis brazos y tu colocaste tu cabeza en mi pecho, yo ansiaba que ese momento en el que te sentía tan mía prevaleciera en la eternidad, sin nada más, fundiéndonos en uno solo. Comenzaste a acariciarme con los dedos, generando en mí una sensación inexplicable de bienestar y protección.

De un momento a otro perdí el sentido del tiempo y el espacio, y al despertar, me cantabas sensualmente al oído: "Quiero ser el calor, para despertarte puedo reinventarme y ser parte de tu ser en la orilla del mar, quiero desnudarte y volar en el viento, ser parte de tu ser", a lo que yo correspondí sin chistar, al replicar "Ya lo eres", bese tu frente y no permití que te alejara más.

*Médico Psiquiatra, Sexólogo, Psiquiatra Forense y Psicoterapeuta

Director de Mindful. Expertos en Psiquiatría y Psicología

www.vivemindful.com

Para ser franco, no era mi primera vez y quizás tampoco la tuya, pero no había tenido una experiencia similar en donde tuviera la posibilidad de percibir mi propio nerviosismo transpirando por cada uno de mis poros ante la imagen colosal de tu cuerpo.

Y es que cuando de sexo se trataba yo me consideraba un experto en conducirme ante las primeras impresiones, siendo estas buenas o no y no solo atendiendo de forma exclusiva al físico, porque lo que doblegó mis sentidos quizás fue tu sensualidad en su máxima expresión.

Salíamos hace tres meses y paradójicamente no se había presentado la oportunidad de este acercamiento, o tal vez ambos de forma inconsciente esperamos el momento indicado y la espera había valido la pena.

Recuerdo que ese día usaste un vestido nuevo que dejaba ver sutilmente tu figura, mientras que sigilosamente descubría tus hombros, "tengo frío, estos días son los más helados del invierno" mientras te acercabas y me abrazabas, besando suavemente mis labios; ante mi falta de auto conducción, tomaste mis manos y las colocaste en tu cintura, sentí tu mirada fija con esos ojos de gata en mí y sin decir una palabra, mordiste mi labio inferior, lo que hizo surgir un escalofrío que recorrió todo mi cuerpo y que de manera instintiva te sujetara fuertemente contra mí.

Entonces te bese de una forma casi desesperada y recorrí cada parte de tu cuello hasta llegar a tus hombros, "quítame la ropa" demandaste, y con movimientos imprecisos, deslice tu vestido sin esperar aquella imagen: tú en lencería de encaje color negro, usando un ligero con medias, una imagen alejada de tu constante incredulidad e inocencia.

Acaricié y admiré cada parte de ti, todo parecía una fantasía, pero tus besos, tus caricias, tus gemidos, me devolvían a la realidad y lo real es que tú y yo estábamos juntos aquí y ahora, tú envolviéndome en esa atmósfera de erotismo insaciable que ni con toda mi experiencia podría haber conocido.

Llegó el punto en el que me rendí, te tomé entre mis brazos y tu colocaste tu cabeza en mi pecho, yo ansiaba que ese momento en el que te sentía tan mía prevaleciera en la eternidad, sin nada más, fundiéndonos en uno solo. Comenzaste a acariciarme con los dedos, generando en mí una sensación inexplicable de bienestar y protección.

De un momento a otro perdí el sentido del tiempo y el espacio, y al despertar, me cantabas sensualmente al oído: "Quiero ser el calor, para despertarte puedo reinventarme y ser parte de tu ser en la orilla del mar, quiero desnudarte y volar en el viento, ser parte de tu ser", a lo que yo correspondí sin chistar, al replicar "Ya lo eres", bese tu frente y no permití que te alejara más.

*Médico Psiquiatra, Sexólogo, Psiquiatra Forense y Psicoterapeuta

Director de Mindful. Expertos en Psiquiatría y Psicología

www.vivemindful.com

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