/ sábado 24 de febrero de 2018

Iguazú, una de las siete maravillas naturales del mundo… | DESCUBRIENDO…

Les seguiré contando del viaje que hice con mi compadre “Urru”

Después de haber disfrutado el concierto de Joaquín Sabina en el emblemático Luna Park, nos fuimos a cenar a un restaurante en el centro de Buenos Aires; me llamó la atención que ya era tarde, aproximadamente la 1 de la mañana y había mucha gente caminando por las calles, lo que me hizo pensar sobre la tranquilidad y seguridad que se respira, lo confirmamos un poco más adelante al platicar con unos comensales que estaban junto a nosotros al hablar sobre este tema, no pudimos evitar las comparaciones con nuestro México y sí es triste ver que no podemos estar con esa tranquilidad en muchas de nuestras ciudades, ojalá y volvamos a tener ese México que a veces añoramos…

Esa noche no nos desvelamos mucho porque al día siguiente salíamos temprano en avión hacia una de las 7 maravillas naturales del mundo, las cataratas de Iguazú. Nuestro avión salía del aeroparque Newbery que es más pequeño que el internacional, ahí principalmente salen y entran vuelos nacionales. El vuelo dura más o menos 3 horas y desde el aire se puede observar el territorio Argentino, completamente plano y muy extenso, algunas partes desérticas y otras con vegetación.

Las cataratas de Iguazú están formadas por 275 saltos de agua, sí, ¡275! El 80% están del lado argentino y el resto del lado brasileño, Iguazú en lenguaje guaraní significa “agua grande”, fueron descubiertas por el español Álvaro Núñez en 1542 y las bautizó como “Salto de Santa María”, con el tiempo cambiaron al nombre con que actualmente se les conoce, obviamente los indígenas de la región ya las conocían, por eso retomaron el nombre.

Foto: Paco Noriega

“Cuando nos encontramos al pie de este mundo de cascadas y alzamos los ojos, vemos a 82 metros por encima de nosotros el horizonte ocupado por una línea de aguas, el asombroso espectáculo de un océano cayendo a raudales en un abismo es casi escalofriante.” Esto lo decía el botánico suizo Robert Chodat para describir esta maravilla.

Una vez instalados en el hotel pasó por nosotros el guía que habíamos contratado para llevarnos ese día a la parte brasileña. Nos dejó en la entrada del parque nacional, ahí tomamos un autobús descubierto que nos introducía entre la selva, el trayecto es muy divertido y emocionante, vimos changos, tucanes, diversas aves, iguanas, y algunos animalitos más. Nos dejó el camión en el mirador más lejano para que después camináramos e hiciéramos el recorrido completo.

La verdad no tenía ni idea de lo que veríamos, a lo lejos veía la brisa entre los matorrales de lo que había, unos pasos más adelante se abrió el panorama completo y pudimos observar la majestuosidad de las cataratas, son impresionantes. Existen unos pasillos sobre el río que hacen que se pueda caminar y acercarse a ellas, se puede sentir la fuerza de la caída del agua. En el lado brasileño se pueden observar gran parte de todas las cataratas, es como un inmenso mirador porque caminas por un sendero largo en un recorrido de unas 4 horas y todo el tiempo puedes observarlas. Un viejito catalán muy amable y muy ameno con el que estuvimos platicando mientras contemplábamos el paisaje nos dijo: “Joder, si os ha gustado el lado brasileiro, esperaos a vivir el lado argentino”.

Foto: Paco Noriega

Pasó nuestro camioncito a la última parada y nos regresamos al hotel, ahí fuimos a cenar al pueblito que se llama Foz de Iguazú, es muy chiquito y completamente selvático, hay un mercadito donde la gente se reúne a tomar cerveza, comer quesos, embutidos y diferentes tipos de aceitunas, nos sentamos un rato a tomar una cervecita y a comentar la experiencia, nos empezó a dar hambre y “Urru” quería comer aceitunas, la verdad yo no tenía muchas ganas de eso y después de insistirle un poco nos decidimos por ir a buscar un buen restaurante para cenar.

La verdad no recuerdo el nombre, era un restaurante-parrilla muy grande y no había gente, la verdad pensé que me había equivocado, entramos escogimos una mesa, unas cervezas para mitigar el calor, una botella de vino, algunas entradas y la especialidad, bife de chorizo…créanme, ¡¡la mejor carne que he comido en mi vida!! Pedro Picapiedra nos hubiera envidiado jajaja… la carne se deshacía en la boca, un sabor único, mi compadre Urru y yo ni platicamos durante la cena y cuando terminamos pudimos observar que el lugar estaba a reventar, la sobre mesa estuvo llena de anécdotas, bromas y el bullying entre los dos más impresionante que ha habido jamás, fue una gran cena.

Al día siguiente nuevamente pasó nuestro guía y nos llevó al parque nacional de Iguazú en argentina, ahí tomamos un trenecito que nos llevaría a recorrer la parte argentina. El recorrido empieza en la caída llamada “La garganta del diablo”. Mientras vas caminando por los puentes metálicos que están hechos para caminar sobre el río, puedes ver a lo lejos una gran nube que sale del mismo, es la brisa que sale de las cataratas, conforme te vas a cercando el ruido aumenta cada vez más hasta que se vuelve estruendoso y la caída del agua lleva una fuerza que nunca había visto ni imaginado, es imposible ver el fondo por la nube de agua que se forma.

Foto: Paco Noriega

Hace muchos años mi abuelo paterno me contó que había estado ahí, recuerdo perfectamente su relato y su cara de asombro al contarme la caminata para llegar allá y encontrarse con ese espectáculo… no se equivocó, es majestuoso (diunvez le mando un saludo a donde quiera que se encuentre y le digo que he soñado con él, me gustaría verlo).

Pasamos varios minutos ahí caminando en ese mirador, toda la gente estaba incrédula ante semejante espectáculo, miles de cámaras, selfies y risas, es inolvidable. Después de haber terminado de disfrutar ese lugar (necesitaba más tiempo pero llega mucha gente) empezamos a recorrer el resto de las cataratas, en esta parte “vives” las cataratas, esa es la diferencia, entendí al viejecillo catalán.

Son muchas cataratas y recuerdo mucho una en particular porque no había gente, solamente un brasileño y yo estábamos ahí, el mirador está prácticamente pegado a ella y la empapada es inevitable, los dos nos reíamos tímidamente y de repente soltamos carcajadas, estábamos felices empapándonos ahí, por obvias razones no pudimos tomar fotos, que gran momento.

Foto: Paco Noriega

El recorrido es de 7 horas más o menos, hay varias palapas bien montadas que venden alimentos, refrescos y souvenirs, hay que tener cuidado con los changos porque bajan a robar la comida y todo lo que puedan, también hay un museo con fotos antiguas con varias cosas viejas de exploradores que lo hacen interesante.

Existen paseos por lancha que te acercan por la parte de abajo a las cataratas, desafortunadamente no las pudimos tomar por falta de reservación pero desde lejos pudimos observar que la gente se emociona y divierte al hacerlo ya que se acercan mucho a las caídas de agua, también existen paseos en helicóptero que sobrevuelan gran parte del rio Iguazú y todas las cataratas, ha de ser increíble verlas desde el aire aunque pienso que no se viven de la misma manera, en fin, habrá que hacerlo alguna vez.

Después de haber presenciado esa maravilla natural, fuimos a nuestro hotel a descansar un rato y tratar de ponernos de acuerdo con el tema del aire acondicionado ya que una noche antes ninguno de los dos durmió por estar peleando porque uno quería prenderlo y el otro apagarlo, afortunadamente esa noche después de algunas caipiriñas y la gran caminata, el sueño nos venció.

Hasta aquí por esta vez, en la próxima parte les contaré de Montevideo y de lo que no puede faltar en Argentina: el futbol.

¡Saludos!

paco_noriega2001@yahoo.com

Después de haber disfrutado el concierto de Joaquín Sabina en el emblemático Luna Park, nos fuimos a cenar a un restaurante en el centro de Buenos Aires; me llamó la atención que ya era tarde, aproximadamente la 1 de la mañana y había mucha gente caminando por las calles, lo que me hizo pensar sobre la tranquilidad y seguridad que se respira, lo confirmamos un poco más adelante al platicar con unos comensales que estaban junto a nosotros al hablar sobre este tema, no pudimos evitar las comparaciones con nuestro México y sí es triste ver que no podemos estar con esa tranquilidad en muchas de nuestras ciudades, ojalá y volvamos a tener ese México que a veces añoramos…

Esa noche no nos desvelamos mucho porque al día siguiente salíamos temprano en avión hacia una de las 7 maravillas naturales del mundo, las cataratas de Iguazú. Nuestro avión salía del aeroparque Newbery que es más pequeño que el internacional, ahí principalmente salen y entran vuelos nacionales. El vuelo dura más o menos 3 horas y desde el aire se puede observar el territorio Argentino, completamente plano y muy extenso, algunas partes desérticas y otras con vegetación.

Las cataratas de Iguazú están formadas por 275 saltos de agua, sí, ¡275! El 80% están del lado argentino y el resto del lado brasileño, Iguazú en lenguaje guaraní significa “agua grande”, fueron descubiertas por el español Álvaro Núñez en 1542 y las bautizó como “Salto de Santa María”, con el tiempo cambiaron al nombre con que actualmente se les conoce, obviamente los indígenas de la región ya las conocían, por eso retomaron el nombre.

Foto: Paco Noriega

“Cuando nos encontramos al pie de este mundo de cascadas y alzamos los ojos, vemos a 82 metros por encima de nosotros el horizonte ocupado por una línea de aguas, el asombroso espectáculo de un océano cayendo a raudales en un abismo es casi escalofriante.” Esto lo decía el botánico suizo Robert Chodat para describir esta maravilla.

Una vez instalados en el hotel pasó por nosotros el guía que habíamos contratado para llevarnos ese día a la parte brasileña. Nos dejó en la entrada del parque nacional, ahí tomamos un autobús descubierto que nos introducía entre la selva, el trayecto es muy divertido y emocionante, vimos changos, tucanes, diversas aves, iguanas, y algunos animalitos más. Nos dejó el camión en el mirador más lejano para que después camináramos e hiciéramos el recorrido completo.

La verdad no tenía ni idea de lo que veríamos, a lo lejos veía la brisa entre los matorrales de lo que había, unos pasos más adelante se abrió el panorama completo y pudimos observar la majestuosidad de las cataratas, son impresionantes. Existen unos pasillos sobre el río que hacen que se pueda caminar y acercarse a ellas, se puede sentir la fuerza de la caída del agua. En el lado brasileño se pueden observar gran parte de todas las cataratas, es como un inmenso mirador porque caminas por un sendero largo en un recorrido de unas 4 horas y todo el tiempo puedes observarlas. Un viejito catalán muy amable y muy ameno con el que estuvimos platicando mientras contemplábamos el paisaje nos dijo: “Joder, si os ha gustado el lado brasileiro, esperaos a vivir el lado argentino”.

Foto: Paco Noriega

Pasó nuestro camioncito a la última parada y nos regresamos al hotel, ahí fuimos a cenar al pueblito que se llama Foz de Iguazú, es muy chiquito y completamente selvático, hay un mercadito donde la gente se reúne a tomar cerveza, comer quesos, embutidos y diferentes tipos de aceitunas, nos sentamos un rato a tomar una cervecita y a comentar la experiencia, nos empezó a dar hambre y “Urru” quería comer aceitunas, la verdad yo no tenía muchas ganas de eso y después de insistirle un poco nos decidimos por ir a buscar un buen restaurante para cenar.

La verdad no recuerdo el nombre, era un restaurante-parrilla muy grande y no había gente, la verdad pensé que me había equivocado, entramos escogimos una mesa, unas cervezas para mitigar el calor, una botella de vino, algunas entradas y la especialidad, bife de chorizo…créanme, ¡¡la mejor carne que he comido en mi vida!! Pedro Picapiedra nos hubiera envidiado jajaja… la carne se deshacía en la boca, un sabor único, mi compadre Urru y yo ni platicamos durante la cena y cuando terminamos pudimos observar que el lugar estaba a reventar, la sobre mesa estuvo llena de anécdotas, bromas y el bullying entre los dos más impresionante que ha habido jamás, fue una gran cena.

Al día siguiente nuevamente pasó nuestro guía y nos llevó al parque nacional de Iguazú en argentina, ahí tomamos un trenecito que nos llevaría a recorrer la parte argentina. El recorrido empieza en la caída llamada “La garganta del diablo”. Mientras vas caminando por los puentes metálicos que están hechos para caminar sobre el río, puedes ver a lo lejos una gran nube que sale del mismo, es la brisa que sale de las cataratas, conforme te vas a cercando el ruido aumenta cada vez más hasta que se vuelve estruendoso y la caída del agua lleva una fuerza que nunca había visto ni imaginado, es imposible ver el fondo por la nube de agua que se forma.

Foto: Paco Noriega

Hace muchos años mi abuelo paterno me contó que había estado ahí, recuerdo perfectamente su relato y su cara de asombro al contarme la caminata para llegar allá y encontrarse con ese espectáculo… no se equivocó, es majestuoso (diunvez le mando un saludo a donde quiera que se encuentre y le digo que he soñado con él, me gustaría verlo).

Pasamos varios minutos ahí caminando en ese mirador, toda la gente estaba incrédula ante semejante espectáculo, miles de cámaras, selfies y risas, es inolvidable. Después de haber terminado de disfrutar ese lugar (necesitaba más tiempo pero llega mucha gente) empezamos a recorrer el resto de las cataratas, en esta parte “vives” las cataratas, esa es la diferencia, entendí al viejecillo catalán.

Son muchas cataratas y recuerdo mucho una en particular porque no había gente, solamente un brasileño y yo estábamos ahí, el mirador está prácticamente pegado a ella y la empapada es inevitable, los dos nos reíamos tímidamente y de repente soltamos carcajadas, estábamos felices empapándonos ahí, por obvias razones no pudimos tomar fotos, que gran momento.

Foto: Paco Noriega

El recorrido es de 7 horas más o menos, hay varias palapas bien montadas que venden alimentos, refrescos y souvenirs, hay que tener cuidado con los changos porque bajan a robar la comida y todo lo que puedan, también hay un museo con fotos antiguas con varias cosas viejas de exploradores que lo hacen interesante.

Existen paseos por lancha que te acercan por la parte de abajo a las cataratas, desafortunadamente no las pudimos tomar por falta de reservación pero desde lejos pudimos observar que la gente se emociona y divierte al hacerlo ya que se acercan mucho a las caídas de agua, también existen paseos en helicóptero que sobrevuelan gran parte del rio Iguazú y todas las cataratas, ha de ser increíble verlas desde el aire aunque pienso que no se viven de la misma manera, en fin, habrá que hacerlo alguna vez.

Después de haber presenciado esa maravilla natural, fuimos a nuestro hotel a descansar un rato y tratar de ponernos de acuerdo con el tema del aire acondicionado ya que una noche antes ninguno de los dos durmió por estar peleando porque uno quería prenderlo y el otro apagarlo, afortunadamente esa noche después de algunas caipiriñas y la gran caminata, el sueño nos venció.

Hasta aquí por esta vez, en la próxima parte les contaré de Montevideo y de lo que no puede faltar en Argentina: el futbol.

¡Saludos!

paco_noriega2001@yahoo.com

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