La habilidad de pensar antes de actuar no es un don que posean todas las personas. A veces, cuando las emociones nos invaden se vuelve complicado el no dejarse llevar por los impulsos, lo que conlleva a tomar decisiones que después nos lleven a arrepentirnos.
Una aparente espontaneidad muchas veces es impulsividad. La persona mentalmente sana “responde”, el impulsivo “reacciona”.
“La impulsividad es una reacción sin reflexión, es decir, todo acto sin un análisis cognitivo, reflexivo o sin consciencia”, declara Rosario Vianney Nava Sánchez, Psicóloga y psicoterapeuta Gestalt humanista en LU-NA Espacio de Desarrollo Integral Humanista A.C.
La impulsividad es una manifestación de descontrol emocional y puede formar parte de un trastorno de conducta, o bien, puede ser el resultado de un momento de arrebato por alguna circunstancia emocional, donde la persona se deja llevar sin una reflexión previa.
Por ejemplo, la violencia es un acto impulsivo basado en la emoción del enojo; una pareja peleando por celos, externan de manera verbal o física. Al paso del enojo suelen tener una reacción de culpa y arrepentimiento.
El tema de la impulsividad se puede asociar con trastornos como: bipolaridad, trastorno del control de los impulsos, trastorno antisocial, trastorno negativista desafiante, trastorno disocial, trastorno explosivo intermitente, cleptomanía y trastorno de ansiedad generalizada, entre otros.
CARACTERÍSTICAS DE UNA PERSONA IMPULSIVA
Por lo regular la impulsividad se da en personas inestables emocionalmente, es decir, que son poco o muy irracionales o simplemente se dejan arrastrar por sus instintos. Para aprender a detectar a una persona impulsiva, la especialista nos dio los siguientes puntos:
- Personas que tienden dificultad para relacionarse con otras personas.
- Poca paciencia o intolerancia a la frustración.
- Externan sus pensamientos sin preocuparse si pueden dañar a terceras personas.
- Durante el dialogo interrumpen muy fácilmente para anteponer su postura.
- Son muy emocionales.
CONSEJOS PARA CONTROLAR LA IMPULSIVIDAD
a) Identifica la situación que la provoca: lo primero es conocer que estímulos o situaciones provocan esas conductas, para ser consiente de los eventos o emociones que potencian nuestra impulsividad. Al detectarlas podrás identificarlas más fácilmente.
b) Dile adiós a las satisfacciones pasajeras: las compras impulsivas son un gran ejemplo, provenientes de la falta de control ante nuestros deseos, así que ¡mucho cuidado! en especial con las compras por internet. Antes de hacerla pregúntate siempre ¿realmente lo necesito?
c) Piensa dos veces: casi ninguna situación requiere tomas de decisiones instantáneas. Un consejo puede ser que anotes en un papel los beneficios, perjuicios y consecuencias, para que los valores bien antes de actuar.
d) Aprovecha tu energía: solo en algunos casos el problema de impulsividad viene dado por exceso de energía, por lo que es importante realizar ejercicio o hacer actividades que te ayuden a sacarla o canalizarla, tales como yoga, natación, spinning, meditación, caminar en espacios no aglomerados de gente, pintar y tocar un instrumento.
Ahora una técnica de autocontrol que se puede llevar acabo en casa con niños y con adultos:
Enumerar los dedos 1, 2, 3 (1 índice, 2 medio y 3 anular). Cuando se presente una situación o necesidad que requiera ser analizada, realiza esta señal y de manera automática, con el tiempo, se efectúan como si estuvieran parpadeando nuestros dedos.
- Dedo 1: es para detenerse y detectar señales que hacen que surjan la emoción.
- Dedo 2: preguntarse ¿por qué y para qué siento la emoción? es miedo, es felicidad, es enojo. Así generamos una consciencia de nuestro estado, corporal y físico.
- Dedo 3: respira profundo y lento, inhala y exhala despacio, con ello darás tiempo a que el panorama sea más claro y surjan alternativas a los problemas. Esto ayudará a regresar a un estado emocional estable y descargas la emoción que genera la impulsividad.
“Las primeras veces al realizar el ejercicio costará llevarlo a cabo, pero conforme se haga habito será un eje fundamental para una consciencia clara, descartando poco a poco el impulso. Es por ello que es una práctica diaria, desde el niño al adulto”, concluye Rosario.
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