En 1981 pensar en festivales o conciertos como El Vive Latino o El Corona Capital, eventos cotidianos hoy, parecían de otra dimensión, pero no propios de México.
Habían pasado 10 años de años del Festival de Rock y Ruedas de Avándaro, el primer intento por armar un recital a la usanza de Woodstock en Estados Unidos o Hyden Park en Inglaterra, y el país aún veía con desdén un evento de tal envergadura por la mala prensa de lo de 1971… sí, sexo, drogas y por supuesto mucho rock and roll.
Aunque dejar la oportunidad pasar de acoger para par de conciertos al grupo pop del momento, Queen… ni México ni su gobierno. La administración de entonces daba su consentimiento al recital porque vieron en los ingleses la oportunidad de hacer dinero cobrándoles impuestos por casi todo; a la usanza de los Simpsons cuando el rodaje en Springfield del Hombre Nuclear; sí, cualquier semejanza con la realidad, mera coincidencia.
La banda liderada por Fredddie Mercury en su afán de llegar a donde otras agrupaciones no, incluyó entonces para su gira de 1981, Glottons for Punishment Tour, a países como Venezuela y México. El país, como sucedió en 1969 con los Doors en la Ciudad de México, recibía otra vez un artista de primer nivel; aunque a diferencia de lo de “Las Puertas”, lo de Queen poco o nada presumiría de “underground”, pues del concierto de los ingleses todos en México se enterarían… sus impuestos, claro está, estaban trabajando.
UNA GIRA ACCIDENTADA
Aunque el tour para seguir a “La Reina” por América resultó desafortunado desde su primera escala en Venezuela, pues la banda debía de cancelar sus últimas presentaciones a finales de septiembre tras declararse luto nacional en dicho país por la muerte del presidente Rómulo Betancourt.
La banda aterrizaba entonces en México en octubre para conciertos en la capital, Monterrey y Puebla.
Pero según se cuenta, las autoridades entorpecieron los planes de “La Reina” y encarcelaron al promotor de la gira por territorio nacional, José Rota y a otros colaboradores del cuarteto británico por negarse a pagar otras cuotas para tocar en México. Sin embargo, el espectáculo debía de continuar y Queen desembolsaba 25 mil dólares para liberar al arquitecto de esa gira (Rota) y a los colaborares de la agrupación.
Tras aquello la banda se presentaba en el estadio Universitario, casa de los Tigres de la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL), el nueve de octubre. El concierto duró hora y media con disturbios y el derrumbe de una rampa por sobrepeso.
Luego de eso la banda canceló el último recital en territorio regiomontano y en Ciudad de México; pero aún se alistaba para tocar en Puebla dos semanas después.
El Estadio Olímpico Ignacio Zaragoza se aprestaba para recibir a Queen el 17 y 18 de octubre. La casa una vez del beisbol y el futbol poblano se transformaban en sede de “su majestad” Freddie Mercury, Brian May, John Deacon y Roger Taylor.
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La chaviza, que desde la segunda mitad del siglo XX había encontrado en el rock su música, vivía una fiesta y se trasladaba de Ciudad de México, Tlaxcala, Veracruz o Oaxaca a la Angelópolis. A la usanza hipi, los jóvenes tomaban los terrenos aledaños al estadio para acampar con el fin de abaratar costos en su breve estadía por el estado, sin importar si espantaban a los parroquianos por la “ola de greñudos de dudosa reputación” quedándose cerca de sus decentes barrios.
El sábado 17, después de horas de espera -y también de consumo de alcohol y drogas- en el afán de obtener el mejor lugar dentro del recinto y estar a tono de “los Queen”, la chaviza se prendió con los primeros acordes de We Will Rock You, Crazy Little Thing Called Love, Save Me y Bohemian Rhapsody. Pero el encendido se salió de control y hasta zapatazos le tocaron a Freddie y compañía.
“Muchas gracias, Puebla; gracias por los zapatos”, dijo Mercury tras despedirse del público aquel sábado 17.
México había regresado a los primeros planos de los grandes conciertos, aunque a un costo muy alto… pues Queen nunca volvió.
Pero por lo menos aquello dejó la gran enseñanza para hacer del país potencia mundial para otros espectáculos; de pensarse lo contrario preguntarle a Paul McCartney, concierto gratuito incluido en la plancha del zócalo capitalino; los Rolling Stones; y U2, bueno, tal vez a ellos no por lo sucedido con los hijos del expresidente Zedillo; sin embargo, después de eso hasta ellos regresaron a México porque la nación posee a un público entregado, pero sobre conocedor.
Sí, lo de Queen en México fue como perder la inocencia, una rapsodia que probó al máximo las capacidades de un hombre que con el movimiento de un brazo y su voz calmaba hasta al más macho.
Por eso, Freddie y compañía regresaron el domingo 18 al Zaragoza porque como él mismo escribió años después todo se trataba de, “seguir con el espectáculo porque a pesar estar con el corazón roto y el maquillaje descolorado, la sonrisa todavía permanece”.