Hola queridos lectores, gracias por permitirme entrar nuevamente a sus hogares. En esta ocasión les comparto una breve historia del monasterio de Huejotzingo.
CONVENTO O MONASTERIO
Comencemos por el nombre. Durante toda una vida se le ha llamado convento y no lo es, es un monasterio, porque era habitado por frailes, no por monjas. Hay que mencionar un detalle curioso: los conventos eran claustros, habitados por monjas y se edificaban en las ciudades, y su principal función era el servicio social a la comunidad.
Los monasterios eran edificaciones rurales habitadas por frailes y sus principales funciones eran la evangelización de la comunidad y el desarrollo agrícola de esta, ya que todos los monasterios contaban con sus granjas y sembradíos para su sustento y enseñanza de la labranza de la tierra.
Las construcciones tenían como principal característica su sistema hidráulico, desde sus métodos de recuperación de agua hasta sus grandes cárcamos de almacenamiento.
LA COMUNIDAD
La ciudad de Huejotzingo, nombre que en náhuatl significa "saucito", está localizada a 50 kilómetros de la capital poblana, sobre la antigua carretera a la ciudad de México, entre Cholula y San Martín Texmelucan.
¿Cómo se fundó? A la llegada de Hernán Cortés, gracias a su enemistad con los mexicas y su alianza con los tlaxcaltecas, le permitió posesionarse de todo el territorio al este de Tenochtitlán, desde Texcoco, hasta Cholula, formando el señorío de Huejotzingo, el cual se dividió en cuatro territorios, México, Tlaxcala, Texcoco y Huejotzingo.
Después de haber tomado posesión de estas tierras, le pidió a la corona española que le enviara misioneros para la conquista espiritual de los naturales y así poder catequizar estos territorios, todo esto por el año de 1525, a tan solo 4 años de la conquista y a 6 años de la aparición de la imagen de la virgen de Guadalupe.
Según crónicas, se edificó en 1524, bajo la dirección y diseño de fray Juan de Alameda, iniciándose su construcción en 1526 y como fecha probable de culminación se menciona el año de 1570, bajo la dirección del arquitecto Toribio de Alcaraz. Fue una de las construcciones más destacadas de la época, junto con los monasterios de Tlaxcala y Texcoco.
LA COSTRUCCIÓN
Esta enorme obra está formada por un enorme atrio de más de 14 mil 400 metros cuadrados, totalmente bardado, iniciando con una entrada principal formada por una triple arcada. Cosa curiosa, los tres arcos presentan distinto diseño y cabe resaltar que en toda la decoración de la fachada e interiores siempre destaca un detalle mostrando el cordón franciscano.
El patio atrial está dividido en cuatro aéreas: en medio su clásica cruz atrial, mostrando el centro geográfico de este; en las cuatro esquinas, sus clásicas capillas abiertas, cuadradas y con dimensiones de 5 metros por lado, todas iguales y mostrando en su decorado, motivos religiosos acordes a la época.
Y para facilitar la enseñanza del catecismo, hay un detalle muy curioso: a los arcángeles en la decoración, por falta de espacio, no se les pudo tallar su clásica fanfarria, en su lugar al escultor se le hizo fácil diseñar una fanfarria curva, dando el aspecto de que los arcángeles están tocando un trombón, instrumento inventado hasta el siglo XX en Nueva Orleans .
EL TEMPLO
La parte principal de la construcción es una enorme nave de más de 50 metros de largo; su gran altar, diseñado por Manuel Tolsá entre los años 1797 y 1818, dividido en tres niveles, cuenta en su parte inferior con una cripta donde descansan los restos de algunos de los habitantes de este monasterio, incluidos algunos obispos poblanos.
La construcción cuenta hacia su costado derecho con las habitaciones del monasterio, resaltando su patio central de tres niveles con su clásica fuente octagonal al centro, enormes pasillos arcados, las habitaciones o celdas de los frailes y en la parte baja su cocina, con un enorme comedor principal.
En el resto de las habitaciones hoy en día hay un museo, que muestra una gran colección de objetos de uso cotidiano del monasterio, hermosas pinturas religiosas, imágenes talladas del siglo XVI, mobiliario original de la época.
Además, hay una habitación con algo macabro: los restos momificados de tres frailes, dando una muestra de su conservación natural, resultado del proceso que sufrieron al estar sepultados en estas tierras áridas, las cuales, por acción natural, desecaron los cuerpos evitando su descomposición.
Así es queridos lectores, recuerden que en su próxima visita a la milenaria Cholula es un paso obligado el lanzarse unos cuantos kilómetros más al norponiente para visitar este enorme monasterio, perfectamente conservado.
Soy Jorge Eduardo Zamora Martínez, el Barón Rojo. Nos leemos el próximo sábado.
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