/ sábado 29 de febrero de 2020

Túmbenlo, al cabo que ya es viejo | TURISTEANDO CON EL BARÓN ROJO

La historia del mercado de La Victoria y de un tiempo en el que estuvo en peligro de ser demolido

Buenos días queridos lectores, ahora como cada sábado les acompaño su cafecito con un artículo más, siempre con el deseo de que sea de su agrado. En esta ocasión les voy a narrar una noticia mucho muy extraña, pero cierta.

El mercado La Victoria ha sido motivo de controversias desde sus orígenes hasta nuestros días. Para hacer memoria, el mercado en sí ya existía: todo el conjunto de cuatro manzanas que forman el templo de Santo Domingo, desde la 4 hasta la 8 Poniente y desde la 5 de Mayo hasta la 3 Norte, formó parte de lo que era la huerta del monasterio de la mencionada iglesia, pero debido a las Leyes de Reforma se le expropian las dos manzanas colindantes con la 3 Norte y la manzana norte, contigua a la 8 Poniente, para ser vendidas a particulares.

En sus orígenes el mercado se formó por barracas de madera sin ningún orden; es hasta 1907, siendo gobernador del estado Mucio Práxedes Martínez, cuando se realiza una convocatoria para el diseño y la construcción de un nuevo mercado, al cual se le va a nombrar La Victoria.

El diseño se le otorga al arquitecto español, Julio de Zaracíbar, quien realiza para su construcción un total de 88 planos, 8 que presentó para obtener el contrato y 80 más para su construcción. En 1910 Julio de Zaracíbar tiene que viajar por cuestiones personales a España y ahí fallece, dejando la obra inconclusa; toma las riendas de su construcción el arquitecto Francisco Tamariz Oropeza.

El mercado se inaugura tres veces, la primera en 1912, la segunda en 1913 y la tercera en 1915, esto debido a que por causas del inicio del movimiento armado de noviembre de 1910 se suspenden las obras, reanudándose hasta finales del año 1911, cuando se retira el gobernador Mucio P. Martínez y, lógicamente, también se retiran los inversionistas particulares que financiaban la obra, haciéndose cargo de esta el gobierno del estado.

Hasta aquí una breve historia del mercado, pero ahora nos remontamos al año de 1970, cuando por azares del destino me encuentro una nota bastante rara y curiosa, ¿sabías que, en ese año el colegio de arquitectos y las autoridades del ayuntamiento planeaban demolerlo? Así es, ya estaba en marcha la decisión de tumbarlo por obsoleto y viejo, argumentando que obstruía la circulación sobre la 6 Oriente-Poniente.

¿No te parece increíble esta nota?, pues así fue, por presiones de la sociedad y de los comerciantes se frenó tan absurdo proyecto, demoler una obra maestra del arquitecto Julio de Zaracíbar, única realizada por este arquitecto fuera de España. Imagínate qué tan afamada es su obra que en todas las facultades de arquitectura en España lo toman como base para enseñar la carrera, incluso su trabajo es rúbrica en muchas ciudades ibéricas y aquí en Puebla iban a demoler su trabajo.

Ver para creer, con razón la década de los años sesentas fue criminal para el patrimonio poblano, pues con ese criterio tan mediocre, más de ciento treinta casas coloniales del centro histórico pasaron a la historia: casas porfirianas, francesas, inglesas, moriscas entre otras, terminaron sus días convertidas en horrendos cajones de vidrio, fiel ejemplo de lo que se obtiene cuando se contratan arquitectos baratos, rechazados por la universidad, para realizar un trabajo digno de un experto. Aunque tú, querido lector, no lo creas.

  • Soy Jorge Eduardo Zamora Martínez, el Barón rojo. Nos leemos el próximo sábado.
  • WhatsApp: 22 14 15 85 38
  • Facebook: Eduardo Zamora Martínez










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El mercado La Victoria ha sido motivo de controversias desde sus orígenes hasta nuestros días. Para hacer memoria, el mercado en sí ya existía: todo el conjunto de cuatro manzanas que forman el templo de Santo Domingo, desde la 4 hasta la 8 Poniente y desde la 5 de Mayo hasta la 3 Norte, formó parte de lo que era la huerta del monasterio de la mencionada iglesia, pero debido a las Leyes de Reforma se le expropian las dos manzanas colindantes con la 3 Norte y la manzana norte, contigua a la 8 Poniente, para ser vendidas a particulares.

En sus orígenes el mercado se formó por barracas de madera sin ningún orden; es hasta 1907, siendo gobernador del estado Mucio Práxedes Martínez, cuando se realiza una convocatoria para el diseño y la construcción de un nuevo mercado, al cual se le va a nombrar La Victoria.

El diseño se le otorga al arquitecto español, Julio de Zaracíbar, quien realiza para su construcción un total de 88 planos, 8 que presentó para obtener el contrato y 80 más para su construcción. En 1910 Julio de Zaracíbar tiene que viajar por cuestiones personales a España y ahí fallece, dejando la obra inconclusa; toma las riendas de su construcción el arquitecto Francisco Tamariz Oropeza.

El mercado se inaugura tres veces, la primera en 1912, la segunda en 1913 y la tercera en 1915, esto debido a que por causas del inicio del movimiento armado de noviembre de 1910 se suspenden las obras, reanudándose hasta finales del año 1911, cuando se retira el gobernador Mucio P. Martínez y, lógicamente, también se retiran los inversionistas particulares que financiaban la obra, haciéndose cargo de esta el gobierno del estado.

Hasta aquí una breve historia del mercado, pero ahora nos remontamos al año de 1970, cuando por azares del destino me encuentro una nota bastante rara y curiosa, ¿sabías que, en ese año el colegio de arquitectos y las autoridades del ayuntamiento planeaban demolerlo? Así es, ya estaba en marcha la decisión de tumbarlo por obsoleto y viejo, argumentando que obstruía la circulación sobre la 6 Oriente-Poniente.

¿No te parece increíble esta nota?, pues así fue, por presiones de la sociedad y de los comerciantes se frenó tan absurdo proyecto, demoler una obra maestra del arquitecto Julio de Zaracíbar, única realizada por este arquitecto fuera de España. Imagínate qué tan afamada es su obra que en todas las facultades de arquitectura en España lo toman como base para enseñar la carrera, incluso su trabajo es rúbrica en muchas ciudades ibéricas y aquí en Puebla iban a demoler su trabajo.

Ver para creer, con razón la década de los años sesentas fue criminal para el patrimonio poblano, pues con ese criterio tan mediocre, más de ciento treinta casas coloniales del centro histórico pasaron a la historia: casas porfirianas, francesas, inglesas, moriscas entre otras, terminaron sus días convertidas en horrendos cajones de vidrio, fiel ejemplo de lo que se obtiene cuando se contratan arquitectos baratos, rechazados por la universidad, para realizar un trabajo digno de un experto. Aunque tú, querido lector, no lo creas.

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