/ sábado 12 de septiembre de 2020

Ya se escucha la banda municipal | TURISTEANDO CON EL BARÓN ROJO

Un recorrido por la historia de los kioscos del Centro de la ciudad de Puebla, piezas emblemáticas que en ocasiones fueron mudadas o desmanteladas

Hola queridos lectores, gracias nuevamente por recibirme como cada sábado en la calidad y la calidez de sus hogares en este ya muy lluvioso mes de septiembre. En esta entrega les voy a narrar la historia de una de las piezas emblemáticas que alguna vez tuvimos los poblanos en varios parques públicos de nuestra ciudad: los kioscos poblanos.

Dentro de una plática que tuve hace varias noches con mis hermanos en una tertulia, nos pusimos a recordar nuestros años mozos y salió a relucir la historia del único kiosco que existe en nuestra ciudad, el del Paseo Bravo y terminó la plática con un recuento de los que existieron antes, y aquí les presento un resumen de esta bella charla.

Antes de comenzar, ¿por qué un kiosco?, ¿qué significa, qué simboliza y por qué se construyen? Bueno, el kiosco es un templete o estructura, generalmente de metal, que sirve para varios usos, entre estos para resguardo y protección de las inclemencias del tiempo.

Foto: Archivo El Sol de Puebla

Los de este tipo son generalmente de tamaño familiar, para unas seis u ocho personas y generalmente se construyen para escenario en un jardín; este es el uso más general que se les da. Los hay dentro de algunos templos, a estos se les llama baldaquinos y, si son desmontables, son para venta de artículos en mercados itinerantes.

Ahora nos avocamos a los que se utilizan para espacios escénicos, que como característica general se construyen al centro de las plazas públicas principales de la mayoría de las poblaciones mexicanas. Así es, toda pequeña población en el país está construida con un patrón idéntico en sus centros geográficos: primero, la plaza principal o zócalo, a sus costados, la máxima autoridad civil, la presidencia municipal, en otro, la máxima autoridad eclesiástica, su catedral.

Y en los costados restantes, los principales comercios de la población, cuyos dueños, generalmente son los representantes de las más afamadas familias de la población; pero indudablemente, al centro de su plaza cívica, siempre habrá un kiosco, el cual es el estrado principal de la máxima autoridad, el alcalde y también del primordial entretenimiento de la gente, su reglamentaria banda municipal, la cual nunca puede faltar.

Aquí, en la ciudad de puebla, lógicamente no podía faltar un kiosco que la representara. En algún momento el zócalo tuvo uno y varios parques públicos aledaños también tuvieron el suyo. ¿Y dónde están?, pues por muchos motivos todos pasaron a la historia. El del Zócalo estuvo ubicado al mero centro de la plaza; desaparece en la década de los años sesenta para dar paso al retorno triunfal de la fuente de San Miguel, la cual por más de un siglo estuvo localizada en la plazuela del boliche, en las actuales 8 Norte entre la 8 y la 10 Oriente, enfrente de la Capilla de Dolores.

En los sesentas se desmantela el kiosco del zócalo y la fuente, según crónicas de El Sol de Puebla, iba a ser armada enfrente del recién remodelado teatro principal por causa de los festejos del centenario de la Batalla del 5 de mayo, pero en el último momento el alcalde Eduardo Cué Merlo ordena que se reinstale en el zócalo, lugar en que permanece hasta la fecha.

El kiosco de San Francisco estuvo localizado en el atrio de la iglesia del mismo nombre, en el actual cruce de la 14 Oriente y el Bulevar 5 de Mayo, mandado a instalar por el gobernador porfirista Mucio Práxedes Martínez. Existió hasta ya entrado el siglo XX y desaparece en los años treinta, una bella obra morisca de la cual solamente existen muy pocas fotografías.

Paseo Bravo. Foto: Cortesía Eduardo Zamora

La iglesia del Carmen también tuvo el suyo, localizado en el lado oriente del jardín; también desaparece en la década de los años treinta y coincidentemente existen muy pocas fotografías, todas en colecciones particulares.

Por último, nuestro entrañable kiosco del Paseo Bravo. Lo curioso de este es que, aparte de ser el único en pie, es el que más veces ha sido mudado de lugar y todas las ocasiones dentro del Paseo Bravo, construido originalmente en la esquina de las actuales 13 Norte y Reforma.

En 1921 es removido el monumento a la Independencia que estaba frente al Templo de Guadalupe y trasladado a la Avenida de la Paz, en su sitio se construye una gasolinería, la cual existió hasta el año de 1967, cuando es demolida y el kiosco, obra del arquitecto Tamariz y Almendaro, es colocado en ese sitio; permanece ahí hasta finales de los años ochenta, cuando se traslada al centro de la famosa pista de patinaje del Paseo, su sitio actual.

¿Qué te pareció esta narración, querido lector?, un recorrido muy breve por la historia de los kioscos poblanos. Cuando visites nuevamente el Paseo Bravo tómale muchas fotografías al kiosco, pues seguramente al pasar el tiempo este también correrá la misma mala suerte que tuvieron sus hermanos y por lo menos que te quede de recuerdo una fotografía. Espero que esta historia haya sido de tu agrado.

Soy Jorge Eduardo Zamora Martínez, el Barón Rojo. Nos leemos el próximo sábado.

  • WhatsApp: 22 14 15 85 38
  • Facebook: Eduardo Zamora Martínez

Hola queridos lectores, gracias nuevamente por recibirme como cada sábado en la calidad y la calidez de sus hogares en este ya muy lluvioso mes de septiembre. En esta entrega les voy a narrar la historia de una de las piezas emblemáticas que alguna vez tuvimos los poblanos en varios parques públicos de nuestra ciudad: los kioscos poblanos.

Dentro de una plática que tuve hace varias noches con mis hermanos en una tertulia, nos pusimos a recordar nuestros años mozos y salió a relucir la historia del único kiosco que existe en nuestra ciudad, el del Paseo Bravo y terminó la plática con un recuento de los que existieron antes, y aquí les presento un resumen de esta bella charla.

Antes de comenzar, ¿por qué un kiosco?, ¿qué significa, qué simboliza y por qué se construyen? Bueno, el kiosco es un templete o estructura, generalmente de metal, que sirve para varios usos, entre estos para resguardo y protección de las inclemencias del tiempo.

Foto: Archivo El Sol de Puebla

Los de este tipo son generalmente de tamaño familiar, para unas seis u ocho personas y generalmente se construyen para escenario en un jardín; este es el uso más general que se les da. Los hay dentro de algunos templos, a estos se les llama baldaquinos y, si son desmontables, son para venta de artículos en mercados itinerantes.

Ahora nos avocamos a los que se utilizan para espacios escénicos, que como característica general se construyen al centro de las plazas públicas principales de la mayoría de las poblaciones mexicanas. Así es, toda pequeña población en el país está construida con un patrón idéntico en sus centros geográficos: primero, la plaza principal o zócalo, a sus costados, la máxima autoridad civil, la presidencia municipal, en otro, la máxima autoridad eclesiástica, su catedral.

Y en los costados restantes, los principales comercios de la población, cuyos dueños, generalmente son los representantes de las más afamadas familias de la población; pero indudablemente, al centro de su plaza cívica, siempre habrá un kiosco, el cual es el estrado principal de la máxima autoridad, el alcalde y también del primordial entretenimiento de la gente, su reglamentaria banda municipal, la cual nunca puede faltar.

Aquí, en la ciudad de puebla, lógicamente no podía faltar un kiosco que la representara. En algún momento el zócalo tuvo uno y varios parques públicos aledaños también tuvieron el suyo. ¿Y dónde están?, pues por muchos motivos todos pasaron a la historia. El del Zócalo estuvo ubicado al mero centro de la plaza; desaparece en la década de los años sesenta para dar paso al retorno triunfal de la fuente de San Miguel, la cual por más de un siglo estuvo localizada en la plazuela del boliche, en las actuales 8 Norte entre la 8 y la 10 Oriente, enfrente de la Capilla de Dolores.

En los sesentas se desmantela el kiosco del zócalo y la fuente, según crónicas de El Sol de Puebla, iba a ser armada enfrente del recién remodelado teatro principal por causa de los festejos del centenario de la Batalla del 5 de mayo, pero en el último momento el alcalde Eduardo Cué Merlo ordena que se reinstale en el zócalo, lugar en que permanece hasta la fecha.

El kiosco de San Francisco estuvo localizado en el atrio de la iglesia del mismo nombre, en el actual cruce de la 14 Oriente y el Bulevar 5 de Mayo, mandado a instalar por el gobernador porfirista Mucio Práxedes Martínez. Existió hasta ya entrado el siglo XX y desaparece en los años treinta, una bella obra morisca de la cual solamente existen muy pocas fotografías.

Paseo Bravo. Foto: Cortesía Eduardo Zamora

La iglesia del Carmen también tuvo el suyo, localizado en el lado oriente del jardín; también desaparece en la década de los años treinta y coincidentemente existen muy pocas fotografías, todas en colecciones particulares.

Por último, nuestro entrañable kiosco del Paseo Bravo. Lo curioso de este es que, aparte de ser el único en pie, es el que más veces ha sido mudado de lugar y todas las ocasiones dentro del Paseo Bravo, construido originalmente en la esquina de las actuales 13 Norte y Reforma.

En 1921 es removido el monumento a la Independencia que estaba frente al Templo de Guadalupe y trasladado a la Avenida de la Paz, en su sitio se construye una gasolinería, la cual existió hasta el año de 1967, cuando es demolida y el kiosco, obra del arquitecto Tamariz y Almendaro, es colocado en ese sitio; permanece ahí hasta finales de los años ochenta, cuando se traslada al centro de la famosa pista de patinaje del Paseo, su sitio actual.

¿Qué te pareció esta narración, querido lector?, un recorrido muy breve por la historia de los kioscos poblanos. Cuando visites nuevamente el Paseo Bravo tómale muchas fotografías al kiosco, pues seguramente al pasar el tiempo este también correrá la misma mala suerte que tuvieron sus hermanos y por lo menos que te quede de recuerdo una fotografía. Espero que esta historia haya sido de tu agrado.

Soy Jorge Eduardo Zamora Martínez, el Barón Rojo. Nos leemos el próximo sábado.

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