/ sábado 19 de marzo de 2022

Añoranzas de una casa | Turisteando con el Barón Rojo

Un bello edificio histórico que ha sido mudo testigo de muchos de los episodios más importantes de la historia de la ciudad de Puebla

Hola queridos lectores, como siempre muchas gracias por abrirme las puertas de sus hogares en este ya caluroso mes de marzo. En esta ocasión quiero compartir con ustedes esta nota muy especial, esto se debe a que es mi entrega número 333 publicada por este diario; para mí es muy significativa, porque marca ya el inicio de mi séptimo año de colaborar con El Sol de Puebla ininterrumpidamente cada semana.

Por este motivo la voy a dedicar a un recorrido histórico por el que ha pasado este bello inmueble, sede de esta casa editorial: la famosa “Casa del que mató al animal”, pero no les voy a narrar la historia que ya he publicado en otras ocasiones, sino el espíritu que se respira dentro de los pasillos y corredores de esta casa.

Nunca se imaginaría don Pedro de Carbajal, en el siglo XVI, que su enorme casona fuera a ser parte importante en la historia de la ciudad. Desde que ofreció una recompensa para el que se aventurara a rescatar a su bella hija de las garras del animal que la secuestró, pasando luego su caserón a ser uno de los más importantes hoteles de la ciudad a principios del siglo XX, cuando se convierte en el Hotel Italia.

Pasaron casi cuarenta años de funcionamiento, cuando la casa es adquirida por don José García Balseca, quien la adapta y acondiciona para convertirla en la sede de su principal periódico en el país, el naciente Sol de Puebla, convirtiéndose este en el fiel escribiente de la historia de nuestra ciudad.

Para su servidor no hay nada más hermoso que el pasar las horas encerrado en su hemeroteca, devorando tomos de periódicos empastados, tratando de aprender lo máximo posible de nuestra historia; nada se compara con el silencio tranquilizante, combinado con ese exquisito olor de los periódicos embodegados, aroma que solo adquieren con el tiempo.

¿Pero, además, de qué fue testigo esta casa?, de muchas cosas, de muchos eventos… nada más para resumir, atestiguó las magnas concentraciones de poblanos que se reunieron, tanto para festejar un evento, como para ser acto de presencia en grandes protestas que marcaron nuestra identidad.

Tan solo por citar una, en 1959 se reunió una enorme cantidad de personas, que se calculaba de más de medio millón de poblanos, que abarrotaron el zócalo, el atrio de catedral, las calles aledañas al sur de esta y muchas más, cuando es reconocida por la iglesia católica en Roma la asunción de la virgen María al cielo. Esos miles de poblanos se reunieron para orar y festejar el evento.

Otro acontecimiento muy grande, pero ahora en señal de protesta, fue cuando en 1963 los ciudadanos exigieron la renuncia del gobernador Nava Castillo, uno de los primeros hechos políticos suscitados en nuestro zócalo, y desde su silencio, la “Casa del que mató al animal” fue fiel testigo.

En 1968 esta casona también presenció la llegada del fuego olímpico a nuestra ciudad, procedente del puerto de Veracruz; en 1973, una enorme e increíble cantidad de gente se reúne en nuestra plaza principal para exigir la salida de nuestra universidad de los grupos comunistas que la tenían secuestrada.

Este hecho marcó un parteaguas entre la sociedad poblana, dividiendo la enseñanza en Puebla en dos grandes sectores, muy segmentados, hecho que vino a terminar hasta casi entrado ya el siglo XXI, cuando esa marcada división termina y nuestra universidad, ahora sí, se dedica a la educación, abandonando las filas del izquierdismo marxista.

En 1979, la “Casa del que mató al animal” fue testigo de la más importante visita que recibe la ciudad, la de nuestro muy querido y entrañable papa San Juan Pablo II; toda la ciudad se vistió de blanco y amarillo y, desde luego, esta casa no podía negarse a lucir sus fachadas también en esos colores.

¿Qué más te puedo platicar, querido lector, de todo lo que le ha tocado vivir a nuestra gran casona editorial?, ha presenciado muchos actos, muchas tragedias, muchas muestras de rebeldía y, sobre todo, desde sus balcones ha visto correr a miles y miles de niños poblanos en nuestro zócalo, un zócalo que ha visto sus mejores glorias y que hoy en día ha sido víctima de la destrucción e indiferencia.

Qué triste todo esto, pero nuestra “Casa del que mató al animal” ahí está, como fiel testigo de lo que pasó, pasa y pasará en la historia de nuestra ciudad. Agradezco sinceramente a mi editora en jefe, Erika Albisúa Lukacs, el darme la oportunidad de ser un colaborador de esta casa editorial.

Agradezco a mi esposa y consejera, María Esther, su fiel compañía en mi vida, 35 años guiando mi vida, y a ti querido lector, por permitirme con tus lecturas la oportunidad de llegar a este artículo número 333 y, desde luego, también a Dios y a la Virgen María, pidiendo me concedan vida para llegar al editorial 500, muchas gracias queridos lectores.

Soy Jorge Eduardo Zamora Martínez, el Barón Rojo. Nos leemos el próximo sábado.

WhatsApp: 22 14 15 85 38

Facebook: Eduardo Zamora Martínez


Hola queridos lectores, como siempre muchas gracias por abrirme las puertas de sus hogares en este ya caluroso mes de marzo. En esta ocasión quiero compartir con ustedes esta nota muy especial, esto se debe a que es mi entrega número 333 publicada por este diario; para mí es muy significativa, porque marca ya el inicio de mi séptimo año de colaborar con El Sol de Puebla ininterrumpidamente cada semana.

Por este motivo la voy a dedicar a un recorrido histórico por el que ha pasado este bello inmueble, sede de esta casa editorial: la famosa “Casa del que mató al animal”, pero no les voy a narrar la historia que ya he publicado en otras ocasiones, sino el espíritu que se respira dentro de los pasillos y corredores de esta casa.

Nunca se imaginaría don Pedro de Carbajal, en el siglo XVI, que su enorme casona fuera a ser parte importante en la historia de la ciudad. Desde que ofreció una recompensa para el que se aventurara a rescatar a su bella hija de las garras del animal que la secuestró, pasando luego su caserón a ser uno de los más importantes hoteles de la ciudad a principios del siglo XX, cuando se convierte en el Hotel Italia.

Pasaron casi cuarenta años de funcionamiento, cuando la casa es adquirida por don José García Balseca, quien la adapta y acondiciona para convertirla en la sede de su principal periódico en el país, el naciente Sol de Puebla, convirtiéndose este en el fiel escribiente de la historia de nuestra ciudad.

Para su servidor no hay nada más hermoso que el pasar las horas encerrado en su hemeroteca, devorando tomos de periódicos empastados, tratando de aprender lo máximo posible de nuestra historia; nada se compara con el silencio tranquilizante, combinado con ese exquisito olor de los periódicos embodegados, aroma que solo adquieren con el tiempo.

¿Pero, además, de qué fue testigo esta casa?, de muchas cosas, de muchos eventos… nada más para resumir, atestiguó las magnas concentraciones de poblanos que se reunieron, tanto para festejar un evento, como para ser acto de presencia en grandes protestas que marcaron nuestra identidad.

Tan solo por citar una, en 1959 se reunió una enorme cantidad de personas, que se calculaba de más de medio millón de poblanos, que abarrotaron el zócalo, el atrio de catedral, las calles aledañas al sur de esta y muchas más, cuando es reconocida por la iglesia católica en Roma la asunción de la virgen María al cielo. Esos miles de poblanos se reunieron para orar y festejar el evento.

Otro acontecimiento muy grande, pero ahora en señal de protesta, fue cuando en 1963 los ciudadanos exigieron la renuncia del gobernador Nava Castillo, uno de los primeros hechos políticos suscitados en nuestro zócalo, y desde su silencio, la “Casa del que mató al animal” fue fiel testigo.

En 1968 esta casona también presenció la llegada del fuego olímpico a nuestra ciudad, procedente del puerto de Veracruz; en 1973, una enorme e increíble cantidad de gente se reúne en nuestra plaza principal para exigir la salida de nuestra universidad de los grupos comunistas que la tenían secuestrada.

Este hecho marcó un parteaguas entre la sociedad poblana, dividiendo la enseñanza en Puebla en dos grandes sectores, muy segmentados, hecho que vino a terminar hasta casi entrado ya el siglo XXI, cuando esa marcada división termina y nuestra universidad, ahora sí, se dedica a la educación, abandonando las filas del izquierdismo marxista.

En 1979, la “Casa del que mató al animal” fue testigo de la más importante visita que recibe la ciudad, la de nuestro muy querido y entrañable papa San Juan Pablo II; toda la ciudad se vistió de blanco y amarillo y, desde luego, esta casa no podía negarse a lucir sus fachadas también en esos colores.

¿Qué más te puedo platicar, querido lector, de todo lo que le ha tocado vivir a nuestra gran casona editorial?, ha presenciado muchos actos, muchas tragedias, muchas muestras de rebeldía y, sobre todo, desde sus balcones ha visto correr a miles y miles de niños poblanos en nuestro zócalo, un zócalo que ha visto sus mejores glorias y que hoy en día ha sido víctima de la destrucción e indiferencia.

Qué triste todo esto, pero nuestra “Casa del que mató al animal” ahí está, como fiel testigo de lo que pasó, pasa y pasará en la historia de nuestra ciudad. Agradezco sinceramente a mi editora en jefe, Erika Albisúa Lukacs, el darme la oportunidad de ser un colaborador de esta casa editorial.

Agradezco a mi esposa y consejera, María Esther, su fiel compañía en mi vida, 35 años guiando mi vida, y a ti querido lector, por permitirme con tus lecturas la oportunidad de llegar a este artículo número 333 y, desde luego, también a Dios y a la Virgen María, pidiendo me concedan vida para llegar al editorial 500, muchas gracias queridos lectores.

Soy Jorge Eduardo Zamora Martínez, el Barón Rojo. Nos leemos el próximo sábado.

WhatsApp: 22 14 15 85 38

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