/ sábado 20 de noviembre de 2021

Así se vivió la Revolución en Puebla

A pesar de que la revuelta inició en la Angelópolis, fue hasta tres años después que los revolucionarios empezaron a atacar las haciendas cercanas y luego la ciudad

En 1910, la vida en Puebla era normal, con todo lo bueno y lo malo que incluye la normalidad. Que alguien se cayera de borracho en una esquina y durmiera ahí al rayo del sol, era común. Así fue la vida en la ciudad, antes y después de la revolución, asegura el investigador Pedro Sardá.

“En una ciudad con fábricas que si bien eran muy ruidosas, lo eran dentro de sus muros, en la que había muchísimos más caballos que autos, que eran pocos, en la que la gente no gritaba porque Puebla era una ciudad muy silenciosa, y cuyo silencio era irrumpido solo por un llamado a misa o el silbato de una fábrica en ese entonces, de mil a 3 mil tiros de armas de alto poder, que se dice se descargaron en la Casa de los Hermanos Serdán, se debieron de haber escuchado como si estuvieran junto a uno”, expone.

Fotos: Museo Regional de la Revolución Mexicana, Casa de los Hermanos Serdán

“Pero por alguna razón no se trastocó la ciudad como se cree, la vida continúo casi normal. Esto sucedió el día que estalló la revolución (18 de noviembre), un solo día, y parece que no cambio gran cosa porque en Puebla ya no siguió el movimiento revolucionario. En realidad, la ciudad se volvió temerosamente tranquila después de eso”, agrega.

El investigador dice que su bisabuelo, Juan Antonio Mier Rubín, llegó a Puebla sobre 1880, invitado por sus tíos los Díaz Rubín, tenía un rancho de granos y pulque. Gracias a un libro que heredó su madre y que relata el acontecer diario de la vida de su bisabuelo en el despacho de la ciudad de Puebla, pudo comprender y analizar los acontecimientos de la época.

Así, él se puso a analizar “con lupa”, cómo se efectuó la venta y cobranza del negocio en los días alrededor del 18 de noviembre de 1910, y detectó que, contablemente, no pasó nada.

“Se vendió y se cobró igualito que los días anteriores y los posteriores. A mí me hace mucho ruido esto porque lo primero que sufre ante un acontecimiento así, es la economía, por ejemplo, si en Puebla tiembla se cierra la ciudad”, señala.

AFECTACIONES EN HACIENDAS Y PUEBLOS

Las haciendas fueron las que más sufrieron las afectaciones de la Revolución, porque significaban opulencia y estaban apartadas. Los revolucionarios llegaban a saquearlas, a comer, se llevaban el ganado y los caballos, y si había oportunidad se robaban a las mujeres. Después se iban a la siguiente hacienda y hacían lo mismo.

“Tenían algún lugar en el que se podían esconder todas las mujeres por si llegaban los revolucionarios. Eran totalmente demócratas, ahí se escondían la esposa del patrón de la hacienda, las niñas hijas de los peones, las empleadas, todas”, detalla.

“Mi abuelo era una persona de mucho valor y cuando los revolucionarios llegaron a su rancho, se llevaron los caballos y mulas, pero él se fue tras ellos para recuperar a sus animales porque sin ellos no podía manejar su negocio. Al siguiente día regresó solo con las mulas; él comentó que estuvo tomando con ellos y al final de la borrachera le dijeron: ´usted es un catrín tal por cual con muchos… ya nos cayó bien, le vamos a regresar solo las mulas´”, señala.

Sardá dice que los revolucionarios llegaban a los pueblos y buscaban al telegrafista para matarlo, porque él era el único que podía avisar qué líder de la revolución había llegado, cuántos eran, cuántos caballos traían, etcétera.

“Los chipileños formaron una milicia que, por medio de chiflidos, se organizaban y defendieron Chipilo. Los acatecos, también hicieron su propio ejército, lo blindaron y no dejaron entrar a nadie, hasta que llegaron los constitucionalistas, que también eran unos pillos, y entonces la saquearon y la destruyeron”, dice.

Los zapatistas eran vistos por la gente como una horda de rateros, lugar donde se paraban había robo y muerte. Venían desvalijando y robándose todo, salieron desde Cuautla, pasaron por Izúcar de Matamoros y llegaron a Atlixco.

“Mi abuelo llegó a Puebla en 1907. Tenía una pequeña farmacia en Atlixco, llegaron los zapatistas y la vaciaron, solo les dejaron los muebles. Con gran esfuerzo consiguió algo de mercancía y empezó a vender nuevamente, pero llegaron otros revolucionarios y pasó lo mismo. Entonces decidió venirse a Puebla”, refiere.

LOS REVOLUCIONARIOS EN LA CIUDAD

Las afectaciones de la Revolución en Puebla vienen un poco antes de 1913, por las incursiones de los zapatistas en las haciendas de los poblanos.

A la ciudad se acercan el 14 de diciembre de 1914, venían de Atlixco. El 16 entraron sobre la 2 sur en dirección al zócalo. Existe una fotografía de su colección que da testimonio de los hechos. En ella se ve el edificio de esta casa editorial que en ese entonces era de dos pisos y funcionaba como el hotel Italia, y a los huéspedes asomados en los balcones.

En la imagen también se aprecia una multitud curiosa observando la llegada de los revolucionarios. Al frente los líderes que venían a caballo y el resto de la tropa a pie, muchos de ellos con cara de asombro.

“Estos señores vienen del medio rural, de repente entran a Puebla y estas son las caras de estupor del turismo del revolucionario, porque ellos eran revolucionarios turistas, venían conociendo México, ellos están impresionados con la ciudad y posiblemente espantados de que nadie los vitoreara”, refiere.

Fotos: Museo Regional de la Revolución Mexicana, Casa de los Hermanos Serdán

Todas las personas bien vestidas corrían riesgo de ser detenidas y fusiladas, también las mujeres pero, no eran tontos y sabían que si intentaban algo así, la población los lincharía, porque ellos eran alrededor de mil zapatistas y la población era de 80 mil habitantes.

“Las autoridades sabían que venían los zapatistas, por lo que el Presidente Municipal se va de la ciudad. Los revolucionarios venían colgando o fusilando a cualquier persona de dinero o autoridad constituida”, dice.

Entre las actividades de los revolucionarios estaba el robarles a las personas adineradas de la ciudad y matarlos porque representaban a sus enemigos, la opulencia y el poder establecido. Para ello, eran buscados y llevados a la zona de Santiago y el Panteón de la Piedad, lejos de la vista y el conocimiento de los demás, donde eran fusilados. En el panteón se dedicaron a abrir tumbas para robarse los objetos personales de los difuntos.

Tres semanas después, los zapatistas se fueron huyendo porque sabían que Álvaro Obregón estaba en Veracruz pero venía ya de camino a Puebla. Abandonan la ciudad por la incendiada Estación del Ferrocarril Interoceánico de la 4 poniente y 11 norte, esperando que no los pudieran seguir en tren.

“Cuando entraron los carrancistas a Puebla fue peor, por su líder, el General Francisco Coss, a quien los poblanos apodaron Pancho Patadas, por su manera de actuar”, asegura.

Sardá refiere que este mandó un ultimátum a las autoridades para que le entregaran la ciudad, y como no tuvo respuesta, metió dos cañonazos a la cúpula de Catedral. Ya después se enteró que las autoridades habían abandonado la ciudad sin conocer sus órdenes.

“Al tomar la ciudad, pidió las cuatro mejores casas, las más lujosas, entre ellas la casa de la 2 norte y 4 oriente, y la casa de ´De La Hidalga´, en Avenida Reforma junto a la iglesia de la Santísima que ahora es un estacionamiento. En esta última es donde se aposenta y manda que le trajeran algo de la cava para beber, le traen vinos franceses, italianos y españoles, que le parecieron una porquería y dijo: ´vacíenme esas cosas en la alcantarilla y búsquenme un buen tequila porque estos riquillos no saben beber´. Eso indica el tipo de personas que venían con los carrancistas, porque hasta entre ellos había niveles”, detalla.

El investigador refiere que fue hasta 1918 cuando empieza a regresar un poco la normalidad a Puebla.

“Ya gobernaba Carranza y cuando fue forzado a dejar el gobierno se va hacia Veracruz, se llevó la silla presidencial, los poderes de la nación y el tesoro o finanzas del país. Obregón necesitaba los recursos del país así que manda al ejército y lo persiguen por toda la zona norte del Estado de Puebla: Libres, Oriental, Aljibes, y sucede la historia del tren dorado, que es cuando atacan al tren que llevaba el dinero de la nación. Desaparece el Oro de la Nación y termina supuestamente perdido y desperdigado en los llanos de Puebla, pero eso es otra historia”, concluye.


En 1910, la vida en Puebla era normal, con todo lo bueno y lo malo que incluye la normalidad. Que alguien se cayera de borracho en una esquina y durmiera ahí al rayo del sol, era común. Así fue la vida en la ciudad, antes y después de la revolución, asegura el investigador Pedro Sardá.

“En una ciudad con fábricas que si bien eran muy ruidosas, lo eran dentro de sus muros, en la que había muchísimos más caballos que autos, que eran pocos, en la que la gente no gritaba porque Puebla era una ciudad muy silenciosa, y cuyo silencio era irrumpido solo por un llamado a misa o el silbato de una fábrica en ese entonces, de mil a 3 mil tiros de armas de alto poder, que se dice se descargaron en la Casa de los Hermanos Serdán, se debieron de haber escuchado como si estuvieran junto a uno”, expone.

Fotos: Museo Regional de la Revolución Mexicana, Casa de los Hermanos Serdán

“Pero por alguna razón no se trastocó la ciudad como se cree, la vida continúo casi normal. Esto sucedió el día que estalló la revolución (18 de noviembre), un solo día, y parece que no cambio gran cosa porque en Puebla ya no siguió el movimiento revolucionario. En realidad, la ciudad se volvió temerosamente tranquila después de eso”, agrega.

El investigador dice que su bisabuelo, Juan Antonio Mier Rubín, llegó a Puebla sobre 1880, invitado por sus tíos los Díaz Rubín, tenía un rancho de granos y pulque. Gracias a un libro que heredó su madre y que relata el acontecer diario de la vida de su bisabuelo en el despacho de la ciudad de Puebla, pudo comprender y analizar los acontecimientos de la época.

Así, él se puso a analizar “con lupa”, cómo se efectuó la venta y cobranza del negocio en los días alrededor del 18 de noviembre de 1910, y detectó que, contablemente, no pasó nada.

“Se vendió y se cobró igualito que los días anteriores y los posteriores. A mí me hace mucho ruido esto porque lo primero que sufre ante un acontecimiento así, es la economía, por ejemplo, si en Puebla tiembla se cierra la ciudad”, señala.

AFECTACIONES EN HACIENDAS Y PUEBLOS

Las haciendas fueron las que más sufrieron las afectaciones de la Revolución, porque significaban opulencia y estaban apartadas. Los revolucionarios llegaban a saquearlas, a comer, se llevaban el ganado y los caballos, y si había oportunidad se robaban a las mujeres. Después se iban a la siguiente hacienda y hacían lo mismo.

“Tenían algún lugar en el que se podían esconder todas las mujeres por si llegaban los revolucionarios. Eran totalmente demócratas, ahí se escondían la esposa del patrón de la hacienda, las niñas hijas de los peones, las empleadas, todas”, detalla.

“Mi abuelo era una persona de mucho valor y cuando los revolucionarios llegaron a su rancho, se llevaron los caballos y mulas, pero él se fue tras ellos para recuperar a sus animales porque sin ellos no podía manejar su negocio. Al siguiente día regresó solo con las mulas; él comentó que estuvo tomando con ellos y al final de la borrachera le dijeron: ´usted es un catrín tal por cual con muchos… ya nos cayó bien, le vamos a regresar solo las mulas´”, señala.

Sardá dice que los revolucionarios llegaban a los pueblos y buscaban al telegrafista para matarlo, porque él era el único que podía avisar qué líder de la revolución había llegado, cuántos eran, cuántos caballos traían, etcétera.

“Los chipileños formaron una milicia que, por medio de chiflidos, se organizaban y defendieron Chipilo. Los acatecos, también hicieron su propio ejército, lo blindaron y no dejaron entrar a nadie, hasta que llegaron los constitucionalistas, que también eran unos pillos, y entonces la saquearon y la destruyeron”, dice.

Los zapatistas eran vistos por la gente como una horda de rateros, lugar donde se paraban había robo y muerte. Venían desvalijando y robándose todo, salieron desde Cuautla, pasaron por Izúcar de Matamoros y llegaron a Atlixco.

“Mi abuelo llegó a Puebla en 1907. Tenía una pequeña farmacia en Atlixco, llegaron los zapatistas y la vaciaron, solo les dejaron los muebles. Con gran esfuerzo consiguió algo de mercancía y empezó a vender nuevamente, pero llegaron otros revolucionarios y pasó lo mismo. Entonces decidió venirse a Puebla”, refiere.

LOS REVOLUCIONARIOS EN LA CIUDAD

Las afectaciones de la Revolución en Puebla vienen un poco antes de 1913, por las incursiones de los zapatistas en las haciendas de los poblanos.

A la ciudad se acercan el 14 de diciembre de 1914, venían de Atlixco. El 16 entraron sobre la 2 sur en dirección al zócalo. Existe una fotografía de su colección que da testimonio de los hechos. En ella se ve el edificio de esta casa editorial que en ese entonces era de dos pisos y funcionaba como el hotel Italia, y a los huéspedes asomados en los balcones.

En la imagen también se aprecia una multitud curiosa observando la llegada de los revolucionarios. Al frente los líderes que venían a caballo y el resto de la tropa a pie, muchos de ellos con cara de asombro.

“Estos señores vienen del medio rural, de repente entran a Puebla y estas son las caras de estupor del turismo del revolucionario, porque ellos eran revolucionarios turistas, venían conociendo México, ellos están impresionados con la ciudad y posiblemente espantados de que nadie los vitoreara”, refiere.

Fotos: Museo Regional de la Revolución Mexicana, Casa de los Hermanos Serdán

Todas las personas bien vestidas corrían riesgo de ser detenidas y fusiladas, también las mujeres pero, no eran tontos y sabían que si intentaban algo así, la población los lincharía, porque ellos eran alrededor de mil zapatistas y la población era de 80 mil habitantes.

“Las autoridades sabían que venían los zapatistas, por lo que el Presidente Municipal se va de la ciudad. Los revolucionarios venían colgando o fusilando a cualquier persona de dinero o autoridad constituida”, dice.

Entre las actividades de los revolucionarios estaba el robarles a las personas adineradas de la ciudad y matarlos porque representaban a sus enemigos, la opulencia y el poder establecido. Para ello, eran buscados y llevados a la zona de Santiago y el Panteón de la Piedad, lejos de la vista y el conocimiento de los demás, donde eran fusilados. En el panteón se dedicaron a abrir tumbas para robarse los objetos personales de los difuntos.

Tres semanas después, los zapatistas se fueron huyendo porque sabían que Álvaro Obregón estaba en Veracruz pero venía ya de camino a Puebla. Abandonan la ciudad por la incendiada Estación del Ferrocarril Interoceánico de la 4 poniente y 11 norte, esperando que no los pudieran seguir en tren.

“Cuando entraron los carrancistas a Puebla fue peor, por su líder, el General Francisco Coss, a quien los poblanos apodaron Pancho Patadas, por su manera de actuar”, asegura.

Sardá refiere que este mandó un ultimátum a las autoridades para que le entregaran la ciudad, y como no tuvo respuesta, metió dos cañonazos a la cúpula de Catedral. Ya después se enteró que las autoridades habían abandonado la ciudad sin conocer sus órdenes.

“Al tomar la ciudad, pidió las cuatro mejores casas, las más lujosas, entre ellas la casa de la 2 norte y 4 oriente, y la casa de ´De La Hidalga´, en Avenida Reforma junto a la iglesia de la Santísima que ahora es un estacionamiento. En esta última es donde se aposenta y manda que le trajeran algo de la cava para beber, le traen vinos franceses, italianos y españoles, que le parecieron una porquería y dijo: ´vacíenme esas cosas en la alcantarilla y búsquenme un buen tequila porque estos riquillos no saben beber´. Eso indica el tipo de personas que venían con los carrancistas, porque hasta entre ellos había niveles”, detalla.

El investigador refiere que fue hasta 1918 cuando empieza a regresar un poco la normalidad a Puebla.

“Ya gobernaba Carranza y cuando fue forzado a dejar el gobierno se va hacia Veracruz, se llevó la silla presidencial, los poderes de la nación y el tesoro o finanzas del país. Obregón necesitaba los recursos del país así que manda al ejército y lo persiguen por toda la zona norte del Estado de Puebla: Libres, Oriental, Aljibes, y sucede la historia del tren dorado, que es cuando atacan al tren que llevaba el dinero de la nación. Desaparece el Oro de la Nación y termina supuestamente perdido y desperdigado en los llanos de Puebla, pero eso es otra historia”, concluye.


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