/ sábado 15 de enero de 2022

"Baños de placer": La costumbre arraigada en Puebla | Los tiempos idos

La gente aprovechó el agua azufrada que emanaba del subsuelo calientita para bañarse una vez a la semana y divertirse

Antiguamente la gente no acostumbraba bañarse todos los días porque no tenían agua en su casa. La costumbre en Puebla era asearse una vez a la semana. Para hacerlo, las personas acudían a baños que no eran otra cosa que pozas de agua azufrada que emanaba del subsuelo, calientita y con propiedades curativas. Los poblanos disfrutaba aventándose clavados en el agua de manantial y de paso se bañaban ahí mismo, o quien quería se daba “baños de placer”.

Tan arraigada fue la costumbre que aún persisten en la ciudad algunos baños que prestan sus servicios. Estos fueron el antecedente de los balnearios que hoy conocemos como centros de socialización que mucha gente frecuenta para pasarla bien y beneficiarse de las propiedades curativas de sus aguas.

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La Alberca de Zamora, después conocida como Balneario La Paz, fue algo novedoso porque pasó de los placeres de las tinitas a una piscina muy grande. Año 1940-1945 | Foto: David Ramírez Huitrón | Puebla Antigua

UN VALLE CON AGUA ABUNDANTE

Desde que llegaron los primeros españoles al Valle de Puebla se dieron cuenta que había abundancia de agua, tanto dulce como azufrada, y para proveerse de ella fundaron la ciudad en el lado oriente, expone el investigador David Ramírez Huitrón, fundador de Puebla Antigua.

Las corrientes de agua del lado poniente tenían características distintas, eran azufradas. Originalmente este tipo de agua se utilizaba para el riego de los campos y como drenaje para que ahí se fuera toda la inmundicia.

“Como es el caso de los mataderos que utilizaban el agua para limpiar la suciedad de los animales, el prime rastro estuvo en Plazuela del Factor, enfrente del Parian, y se abastecía del agua del Molino de San Francisco, el problema era que las vísceras y la sangre corrían por una acequia que atravesaba toda la ciudad. Después se cambió a la zona poniente y se conoció como el Matadero de la Vaca”, asegura.

Refiere que en el siglo XVII el Ayuntamiento mudó el rastro a la zona conocida como “La Peñuela”, que era un risco que se encontraba a un costado de lo que hoy es el Paseo Bravo donde había un pozo de agua azufrada muy grande, que se utilizó para estos fines, y después se le empezó a llamar Ojo del Matadero.

Pero no tardaron mucho en darse cuenta que esa agua azufrada tiene propiedades para el organismo y se empezó a hablar y a recomendar los baños curativos. A un costado del matadero se construyó un pequeño baño donde se comenzaron a aprovechar esas aguas para bañarse.

Esto fue el origen de los baños del Paseo Bravo que fueron los mejores en cuanto a la calidad del agua que emanaba ahí.

APROVECHARON EL AGUA DE MANANTIAL

En esa época no se acostumbraba el baño diario, la gente no tenía agua en sus casas, así que la tradición era ir una vez a la semana a bañarse; cosa que en los pueblitos se hacía cuando había fiesta: cada Día de San Juan Bautista o cada Sábado de Gloria.

Lee esto: Antes del CENHCH, el predio fue un rancho; así se formó el espacio educativo de Puebla | Los tiempos idos

Entrada a los Baños del Paseo Bravo de lado de la 13 sur. Año 1928 | Foto: David Ramírez Huitrón | Puebla Antigua

Los baños del Paseo Bravo que son los más antiguos aprovecharon el agua del Ojo del Matadero para que los pobladores fueran a bañarse en su poza, en la que iba corriendo el agua y así se limpiaba de la suciedad.

La gente iba sola o con los hijos, llevaba una cubetita con su jabón y su zacate. “Bañarse”, era meterse a la poza para asearse con el agua del manantial.

El agua salía del subsuelo a una temperatura alta de 30 o 31 grados y eso beneficiaba al cuerpo junto con las disolvencias de minerales que traía. Los baños curativos se recomendaban para aliviar reumas o infecciones de la piel. Pero la gente también iba a los manantiales a divertirse, no faltaba quien se echara un clavado”, advierte.

Así fue como surgieron los balnearios porque la gente iba a los baños para asearse o para divertirse en las pozas de agua, aparte de los beneficios que estas aguas aportaban al organismo.

“Se le llamaban balneario porque podías ir a nadar y gozar de los beneficios del agua azufrada. Era la costumbre meterse a nadar en el agua y bañarse ahí, no existían las regaderas. La gente de Puebla tenía muy arraigada la costumbre de irse a bañar cada semana y se acostumbraban los baños de placer”, comenta.

La ciudad estaba creciendo y al agua contaminada con sangre era poco salubre, así que a mediados del siglo XVIII, el Ayuntamiento cambió nuevamente de sitio el matadero, y en el Paseo Bravo se quedaron los baños o pozas que funcionaban también como balneario.

DE MEDIO PLACER A PLACER Y MEDIO

A parte de los baños del Paseo Bravo que fueron los más grandes y los más importantes, poco a poco se fueron estableciendo otros baños porque la ciudad tenía muchos manantiales con agua azufrada.

En la mayoría se acostumbraban los baños de placer, medio placer o placer y medio, se oye chistoso pero así se les llamaba. Se hacían en unas tinitas que construían de piedra y vestían con azulejos para que no te raspara. Un ´baño de placer´ era que te metías en tu tina y dejaban circular el agua hasta que se llenara, te podías sumergir y dejar que tu cuerpo soltara la suciedad, te enjuagabas y eso era tu baño”, detalla.

“A los que tenían poco dinero solo les alcanzaba para medio placer y la tina se llenaba a la mitad. Pero los que tenían dinero pagaban ´placer y medio´: se llenaba la tina con eso te lavabas y se dejaba correr el agua para que se saliera la suciedad, después echaban otra media carga de agua para que con eso te enjuagaras”, señala.

Puebla llegó a ser una de las ciudades con más baños y balnearios del país por la gran abundancia de agua que había, asegura el investigador, quien dice que de norte a sur, el recorrido era: Los baños San Antonio, la poza de Santa Anita, los baños del Piojo, la poza de San Pablo, los baños de San José, de La Luz, de La Estrella, de La Limpia, Torreblanca, los de San Juan, de Neptuno, los Neptuno de San Antonio, los del Paseo Bravo que durante algún tiempo les llamaron baños La Oriental y aparte los baños de San Sebastián y la Alberca de Zamora.

Muy interesante: Barrio de Analco, la historia del sitio que se estableció a orillas del río San Francisco | Los tiempos idos

Baños Neptuno en la 3 norte y 22 poniente, Barrio de San Antonio | Foto: David Ramírez Huitrón | Puebla Antigua

ANTIGUOS BAÑOS DE LA CIUDAD

“Donde actualmente se encuentra la estación de los camiones Cholulas, en el subterráneo esta la poza que se conoció como el ´Ojo de San Pablito´, Sobre la 10 poniente, a un costado está la iglesia de San Pablo de Los Naturales, el Señor de los Trabajos. Se dice que el mismo Juan de Palafox acostumbraba ir ahí”, asegura.

Otro baño era el “Ojo de San Juaniquito”, estaba en el Barrio de Santa Anita, frente a la iglesia. Dice que este manantial se aprovechó de tal forma que se hizo una alberca pública, grande y profunda, medía unos 30 metros de largo por 3 de ancho, y tenía 5 metros de profundidad en el lado más hondo. Sobrevivió hasta el siglo XX, hasta los cincuenta.

En la Avenida Juárez hay alrededor de 40 ojos de agua azufrada, casi todas las casas de por ahí tienen en el subterráneo una poza.

En el año 1800, principios del siglo XIX, se establecieron los “Baños de San Sebastián”, estaban en la 5 poniente y 19 sur, y se alimentaban de los ojos de agua que había en este predio, alrededor de veinte.

“En estos baños había dos albercas grandototas y además 3 o 4 albercas privadas. Pagabas tu cuota para acceder y tenías una alberca para ti solito de 2 x 3 metros, te podías meter solo o con la familia”, detalla.

Los baños de la “Alberca de Zamora” fueron muy famosos, fueron establecidos por Esteban de Zamora en 1890. Estaban sobre la Avenida Juárez entre 19 y 17 sur, ahora hay un Scotiabank y en la parte de atrás hay un estacionamiento, todavía se puede ver el trampolín.

“Fue algo muy novedoso porque se pasó de los placeres de las tinitas a una alberca muy grande. Se volvió muy popular en el siglo XX porque ahí se organizaron fiestas y bailes, como un tipo salón social y de eventos, ahí se conocían las parejas. Fue muy frecuentado por la gente hasta los años 50 y la alberca se conservó hasta los años 60 cuando cerró. Se conoció como el Balneario La Paz”, señala.

A un costado del Paseo de San Francisco, junto a los Lavaderos de Almoloya, estaban los “Baños de San Juan” (1897), comenta que “eran de agua dulce, fueron los primero baños en Puebla que manejaron el concepto de baño turco y regaderas con agua caliente, llegaron a tener su propia alberca. Fueron muy famosos y eran de Mucio Hernández”.

Otros baños muy famosos que fueron mitad baño y mitad balneario fueron los “Baños de Neptuno”, estaban donde ahora está el callejón de Los Pescaditos, en la entrada por el atrio de San Francisco. Fueron contemporáneos a los de San Juan pero cerraron muy rápido. Dice que no se deben confundir con los baños Neptuno de San Antonio.

Ramírez Huitrón relata que los “Baños del Piojo”, estaban en el Barrio de San Pablo. Un día ocurrió un sismo y el ojo de agua del que se nutrían se secó. Entonces la gente ya no se podía bañar en la poza y solo daban el servicio de regaderas. Por eso los empezaron a llamar los baños del Piojo Seco, que dio el nombre a la calle (18 Poniente a la altura de la 7 norte).

Dice que otros baños antiguos que aprovechaban las aguas subterráneas fueron los “Baños del Sol” en San Antonio, estaban en la 24 poniente, enfrente de donde después estuvo el cementerio. De hecho eran los más antiguos de la ciudad. Los “Baños de La Luz”, también aprovechaban el agua que emanaba.

Te recomendamos: Balneario Agua Azul congregó a todos los estratos sociales | Los tiempos idos

El balneario de Agua Azul se asentó sobre las Pozas de Amatlán. A pesar de estar lejos de la ciudad era muy socorrido por la calidad del agua | Foto: México en Fotos

LOS BAÑOS FUERA DE LA CIUDAD

Había otros baños en Puebla que no estaban dentro de la ciudad pero sus aguas eran tan buenas que la gente viajaba hasta ellos sin importar la distancia.

“La poza de Amatlán o baños de Agua Azul (hoy conocidos como balneario) en ese entonces estaban lejos, a casi dos kilómetros de la ciudad, era como ir al campo. Eran muy socorridos por la calidad del agua y que era más transparente, un azul turquesa muy bonito. A la gente no le importaba ir hasta allá”, detalla.

Los baños de Rancho Colorado eran mucho más lejos que los de Agua Azul y estaban grandísimos, hasta tenían división de baños para señores y señoras, además de tener sus propios vestidores y sus propias albercas, asegura el investigador.

“Estos baños fueron estudiados por reputados químicos que vinieron de Inglaterra y Alemania. Se establecieron como baños medicinales desde un principio e incluso te vendían las botellitas de agua del balneario para que tú te limpiaras”, sentencia.

“El agua la vendía para que de forma natural te purgaras cuando tenías malestar estomacal o cólicos, te limpiaba el estómago. También la tomaban para disolver piedras en los riñones o la vesícula. El agua de Rancho Colorado tenía la cualidad de salir más caliente, lo que ayudaba a las reumas, la gente que sufría mucho de dolores de articulación iba a bañarse en estas aguas”, comenta.

LLEGA EL AGUA A LAS CASAS

A principios del siglo XX, en 1908, el alcalde Francisco de Velazco y el gobernador Mucio Martínez, introducen el drenaje en la ciudad, el alcantarillado y la red de agua potable.

“Hubo un gran cambio en la salud pública y en las costumbres de la gente. Las personas empiezan a tener agua en sus casas y pasaron de asearse una vez a la semana a bañarse todos los días. En el horizonte urbano de la ciudad se empezaron a ver tinacos y tubos de los calentadores”, advierte.

La mayoría de los baños fueron cerrando, solo permanecieron los que tenían balneario para ir a nadar y divertirse, pero para meterse a la alberca la gente tenía que bañarse antes en las regaderas. Los poblanos ibas a socializar, se organizaban kermeses, bailes o comían ahí”, concluye el investigador.

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Aspecto actual del trampolín de la Alberca de Zamora o Balneario La Paz establecido en 1890 | Foto: Iván Venegas | El Sol de Puebla

Antiguamente la gente no acostumbraba bañarse todos los días porque no tenían agua en su casa. La costumbre en Puebla era asearse una vez a la semana. Para hacerlo, las personas acudían a baños que no eran otra cosa que pozas de agua azufrada que emanaba del subsuelo, calientita y con propiedades curativas. Los poblanos disfrutaba aventándose clavados en el agua de manantial y de paso se bañaban ahí mismo, o quien quería se daba “baños de placer”.

Tan arraigada fue la costumbre que aún persisten en la ciudad algunos baños que prestan sus servicios. Estos fueron el antecedente de los balnearios que hoy conocemos como centros de socialización que mucha gente frecuenta para pasarla bien y beneficiarse de las propiedades curativas de sus aguas.

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La Alberca de Zamora, después conocida como Balneario La Paz, fue algo novedoso porque pasó de los placeres de las tinitas a una piscina muy grande. Año 1940-1945 | Foto: David Ramírez Huitrón | Puebla Antigua

UN VALLE CON AGUA ABUNDANTE

Desde que llegaron los primeros españoles al Valle de Puebla se dieron cuenta que había abundancia de agua, tanto dulce como azufrada, y para proveerse de ella fundaron la ciudad en el lado oriente, expone el investigador David Ramírez Huitrón, fundador de Puebla Antigua.

Las corrientes de agua del lado poniente tenían características distintas, eran azufradas. Originalmente este tipo de agua se utilizaba para el riego de los campos y como drenaje para que ahí se fuera toda la inmundicia.

“Como es el caso de los mataderos que utilizaban el agua para limpiar la suciedad de los animales, el prime rastro estuvo en Plazuela del Factor, enfrente del Parian, y se abastecía del agua del Molino de San Francisco, el problema era que las vísceras y la sangre corrían por una acequia que atravesaba toda la ciudad. Después se cambió a la zona poniente y se conoció como el Matadero de la Vaca”, asegura.

Refiere que en el siglo XVII el Ayuntamiento mudó el rastro a la zona conocida como “La Peñuela”, que era un risco que se encontraba a un costado de lo que hoy es el Paseo Bravo donde había un pozo de agua azufrada muy grande, que se utilizó para estos fines, y después se le empezó a llamar Ojo del Matadero.

Pero no tardaron mucho en darse cuenta que esa agua azufrada tiene propiedades para el organismo y se empezó a hablar y a recomendar los baños curativos. A un costado del matadero se construyó un pequeño baño donde se comenzaron a aprovechar esas aguas para bañarse.

Esto fue el origen de los baños del Paseo Bravo que fueron los mejores en cuanto a la calidad del agua que emanaba ahí.

APROVECHARON EL AGUA DE MANANTIAL

En esa época no se acostumbraba el baño diario, la gente no tenía agua en sus casas, así que la tradición era ir una vez a la semana a bañarse; cosa que en los pueblitos se hacía cuando había fiesta: cada Día de San Juan Bautista o cada Sábado de Gloria.

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Entrada a los Baños del Paseo Bravo de lado de la 13 sur. Año 1928 | Foto: David Ramírez Huitrón | Puebla Antigua

Los baños del Paseo Bravo que son los más antiguos aprovecharon el agua del Ojo del Matadero para que los pobladores fueran a bañarse en su poza, en la que iba corriendo el agua y así se limpiaba de la suciedad.

La gente iba sola o con los hijos, llevaba una cubetita con su jabón y su zacate. “Bañarse”, era meterse a la poza para asearse con el agua del manantial.

El agua salía del subsuelo a una temperatura alta de 30 o 31 grados y eso beneficiaba al cuerpo junto con las disolvencias de minerales que traía. Los baños curativos se recomendaban para aliviar reumas o infecciones de la piel. Pero la gente también iba a los manantiales a divertirse, no faltaba quien se echara un clavado”, advierte.

Así fue como surgieron los balnearios porque la gente iba a los baños para asearse o para divertirse en las pozas de agua, aparte de los beneficios que estas aguas aportaban al organismo.

“Se le llamaban balneario porque podías ir a nadar y gozar de los beneficios del agua azufrada. Era la costumbre meterse a nadar en el agua y bañarse ahí, no existían las regaderas. La gente de Puebla tenía muy arraigada la costumbre de irse a bañar cada semana y se acostumbraban los baños de placer”, comenta.

La ciudad estaba creciendo y al agua contaminada con sangre era poco salubre, así que a mediados del siglo XVIII, el Ayuntamiento cambió nuevamente de sitio el matadero, y en el Paseo Bravo se quedaron los baños o pozas que funcionaban también como balneario.

DE MEDIO PLACER A PLACER Y MEDIO

A parte de los baños del Paseo Bravo que fueron los más grandes y los más importantes, poco a poco se fueron estableciendo otros baños porque la ciudad tenía muchos manantiales con agua azufrada.

En la mayoría se acostumbraban los baños de placer, medio placer o placer y medio, se oye chistoso pero así se les llamaba. Se hacían en unas tinitas que construían de piedra y vestían con azulejos para que no te raspara. Un ´baño de placer´ era que te metías en tu tina y dejaban circular el agua hasta que se llenara, te podías sumergir y dejar que tu cuerpo soltara la suciedad, te enjuagabas y eso era tu baño”, detalla.

“A los que tenían poco dinero solo les alcanzaba para medio placer y la tina se llenaba a la mitad. Pero los que tenían dinero pagaban ´placer y medio´: se llenaba la tina con eso te lavabas y se dejaba correr el agua para que se saliera la suciedad, después echaban otra media carga de agua para que con eso te enjuagaras”, señala.

Puebla llegó a ser una de las ciudades con más baños y balnearios del país por la gran abundancia de agua que había, asegura el investigador, quien dice que de norte a sur, el recorrido era: Los baños San Antonio, la poza de Santa Anita, los baños del Piojo, la poza de San Pablo, los baños de San José, de La Luz, de La Estrella, de La Limpia, Torreblanca, los de San Juan, de Neptuno, los Neptuno de San Antonio, los del Paseo Bravo que durante algún tiempo les llamaron baños La Oriental y aparte los baños de San Sebastián y la Alberca de Zamora.

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Baños Neptuno en la 3 norte y 22 poniente, Barrio de San Antonio | Foto: David Ramírez Huitrón | Puebla Antigua

ANTIGUOS BAÑOS DE LA CIUDAD

“Donde actualmente se encuentra la estación de los camiones Cholulas, en el subterráneo esta la poza que se conoció como el ´Ojo de San Pablito´, Sobre la 10 poniente, a un costado está la iglesia de San Pablo de Los Naturales, el Señor de los Trabajos. Se dice que el mismo Juan de Palafox acostumbraba ir ahí”, asegura.

Otro baño era el “Ojo de San Juaniquito”, estaba en el Barrio de Santa Anita, frente a la iglesia. Dice que este manantial se aprovechó de tal forma que se hizo una alberca pública, grande y profunda, medía unos 30 metros de largo por 3 de ancho, y tenía 5 metros de profundidad en el lado más hondo. Sobrevivió hasta el siglo XX, hasta los cincuenta.

En la Avenida Juárez hay alrededor de 40 ojos de agua azufrada, casi todas las casas de por ahí tienen en el subterráneo una poza.

En el año 1800, principios del siglo XIX, se establecieron los “Baños de San Sebastián”, estaban en la 5 poniente y 19 sur, y se alimentaban de los ojos de agua que había en este predio, alrededor de veinte.

“En estos baños había dos albercas grandototas y además 3 o 4 albercas privadas. Pagabas tu cuota para acceder y tenías una alberca para ti solito de 2 x 3 metros, te podías meter solo o con la familia”, detalla.

Los baños de la “Alberca de Zamora” fueron muy famosos, fueron establecidos por Esteban de Zamora en 1890. Estaban sobre la Avenida Juárez entre 19 y 17 sur, ahora hay un Scotiabank y en la parte de atrás hay un estacionamiento, todavía se puede ver el trampolín.

“Fue algo muy novedoso porque se pasó de los placeres de las tinitas a una alberca muy grande. Se volvió muy popular en el siglo XX porque ahí se organizaron fiestas y bailes, como un tipo salón social y de eventos, ahí se conocían las parejas. Fue muy frecuentado por la gente hasta los años 50 y la alberca se conservó hasta los años 60 cuando cerró. Se conoció como el Balneario La Paz”, señala.

A un costado del Paseo de San Francisco, junto a los Lavaderos de Almoloya, estaban los “Baños de San Juan” (1897), comenta que “eran de agua dulce, fueron los primero baños en Puebla que manejaron el concepto de baño turco y regaderas con agua caliente, llegaron a tener su propia alberca. Fueron muy famosos y eran de Mucio Hernández”.

Otros baños muy famosos que fueron mitad baño y mitad balneario fueron los “Baños de Neptuno”, estaban donde ahora está el callejón de Los Pescaditos, en la entrada por el atrio de San Francisco. Fueron contemporáneos a los de San Juan pero cerraron muy rápido. Dice que no se deben confundir con los baños Neptuno de San Antonio.

Ramírez Huitrón relata que los “Baños del Piojo”, estaban en el Barrio de San Pablo. Un día ocurrió un sismo y el ojo de agua del que se nutrían se secó. Entonces la gente ya no se podía bañar en la poza y solo daban el servicio de regaderas. Por eso los empezaron a llamar los baños del Piojo Seco, que dio el nombre a la calle (18 Poniente a la altura de la 7 norte).

Dice que otros baños antiguos que aprovechaban las aguas subterráneas fueron los “Baños del Sol” en San Antonio, estaban en la 24 poniente, enfrente de donde después estuvo el cementerio. De hecho eran los más antiguos de la ciudad. Los “Baños de La Luz”, también aprovechaban el agua que emanaba.

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El balneario de Agua Azul se asentó sobre las Pozas de Amatlán. A pesar de estar lejos de la ciudad era muy socorrido por la calidad del agua | Foto: México en Fotos

LOS BAÑOS FUERA DE LA CIUDAD

Había otros baños en Puebla que no estaban dentro de la ciudad pero sus aguas eran tan buenas que la gente viajaba hasta ellos sin importar la distancia.

“La poza de Amatlán o baños de Agua Azul (hoy conocidos como balneario) en ese entonces estaban lejos, a casi dos kilómetros de la ciudad, era como ir al campo. Eran muy socorridos por la calidad del agua y que era más transparente, un azul turquesa muy bonito. A la gente no le importaba ir hasta allá”, detalla.

Los baños de Rancho Colorado eran mucho más lejos que los de Agua Azul y estaban grandísimos, hasta tenían división de baños para señores y señoras, además de tener sus propios vestidores y sus propias albercas, asegura el investigador.

“Estos baños fueron estudiados por reputados químicos que vinieron de Inglaterra y Alemania. Se establecieron como baños medicinales desde un principio e incluso te vendían las botellitas de agua del balneario para que tú te limpiaras”, sentencia.

“El agua la vendía para que de forma natural te purgaras cuando tenías malestar estomacal o cólicos, te limpiaba el estómago. También la tomaban para disolver piedras en los riñones o la vesícula. El agua de Rancho Colorado tenía la cualidad de salir más caliente, lo que ayudaba a las reumas, la gente que sufría mucho de dolores de articulación iba a bañarse en estas aguas”, comenta.

LLEGA EL AGUA A LAS CASAS

A principios del siglo XX, en 1908, el alcalde Francisco de Velazco y el gobernador Mucio Martínez, introducen el drenaje en la ciudad, el alcantarillado y la red de agua potable.

“Hubo un gran cambio en la salud pública y en las costumbres de la gente. Las personas empiezan a tener agua en sus casas y pasaron de asearse una vez a la semana a bañarse todos los días. En el horizonte urbano de la ciudad se empezaron a ver tinacos y tubos de los calentadores”, advierte.

La mayoría de los baños fueron cerrando, solo permanecieron los que tenían balneario para ir a nadar y divertirse, pero para meterse a la alberca la gente tenía que bañarse antes en las regaderas. Los poblanos ibas a socializar, se organizaban kermeses, bailes o comían ahí”, concluye el investigador.

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