/ sábado 23 de julio de 2022

Casa de Raboso, de hogar familiar a sede de la SEP federal | Los tiempos idos

Esta es la historia del inmueble ubicado en el número 8 de la antigua Calle de Raboso y del ilustre personaje que la habitó

A cuatro siglos de que la familia Raboso de la Plaza habitara la casa número 408 de la calle 4 Oriente, en el centro de la ciudad, el inmueble fungirá hoy como sede de la Secretaría de Educación Pública (SEP) federal.

Durante estas cuatro centurias, la Casa de Raboso fue habitada por diferentes personajes de la sociedad novohispana hasta que fue nacionalizada en 1919 e inscrita como Propiedad Federal en septiembre de 1924. De esta manera funcionó como oficina de correos y luego como Centro de Salud.

Esta es la historia de la casona y del ilustre personaje que donó gran parte de su fortuna para obras filantrópicas: Don Alonso Raboso de Guevara y la Plaza.

El inmueble de la Secretaría de Educación Pública federal en Puebla, tiene una superficie de mil 559 metros cuadrados | Foto: Erik Guzmán | El Sol de Puebla

EL NÚMERO 8 DE LA CALLE DE RABOSO

El inmueble de la nueva sede de la Secretaría de Educación Pública data del siglo XVI y fue remodelado en el siglo XVII por el capitán Alonso Raboso de Guevara y la Plaza, quien lo habitó junto con su familia.

Por su antigüedad y arquitectura, es considerada como Monumento Histórico por la delegación del INAH Puebla, expone Arturo Córdova Durana, historiador y analista del Archivo General Municipal de Puebla y miembro del consejo de la crónica de la ciudad.


“Ubicada en la 4 Oriente 408, la casa preserva gran parte de su partido arquitectónico original. En ella se aprecia la tradicional fachada poblana decorada con azulejo y ladrillo, lambrines (recubrimiento) de talavera, vanos con balcones protegidos con herrería forjada y una abundante ornamentación de yeso y argamasa con roleos (motivo decorativo) y follajes de estilo barroco, al igual que en los edificios circundantes de la época”, detalla.

El interior conserva un patio principal mutilado, con su escalera central decorada con azulejos y un segundo patio de servicio. El centro de la fachada es coronada con un copete de argamasa con el escudo de la familia.

“En el siglo XVII la casa fue habitada por el capitán Alonso Raboso de la Plaza y su familia. Él era alguacil mayor de la ciudad de Puebla y dueño del ingenio azucarero de San Juan Bautista, ubicado en Izúcar de Matamoros”, señala.

Un alguacil mayor ejecutaba las sentencias dictadas por los alcaldes. En la Nueva España, el cargo de alguacil, muchas veces era ocupado por personas honorables que debían realizar su labor sin abusar del cargo, sin autoritarismo y sin corromperse.

Desde 1924, el inmueble pertenece a la nación, fue entonces que se renovó para funcionar como oficina de correos | Foto: Libro Puebla en Imágenes | Archivo General Municipal de Puebla

UN GRAN BENEFACTOR

Natural de Illana (Toledo, España), el capitán Alonso Raboso de Guevara y la Plaza, fue alguacil mayor de la ciudad al haber adquirido el cargo por la exorbitante cantidad de 37 mil pesos antiguos, asegura Córdova Durana, quien agrega que era una cantidad superior a lo que realmente valía el oficio. Lo compró con la condición de que su hijo Miguel, ejerciera el cargo al alcanzar la mayoría de edad, y así sucedió.

“Su padre fue Diego de Raboso y de Quitería de la Plaza, un rico comerciante que vivió en Ciudad de México y seguramente fue funcionario”, comenta.

Don Alonso no solo fue un personaje importante en la oligarquía de la Puebla de los Ángeles, fue un gran benefactor, donó gran parte de la fortuna que amasó con el ingenio azucarero de Yzocan (hoy Izúcar de Matamoros) para diferentes obras filantrópicas.


Construyó el puente de Cholula y otro en el pueblo de Yzocan para que los indígenas y vecinos de la jurisdicción no tuvieran peligro y pudieran cruzar por un río caudaloso. También aderezó cárceles y hospitales. Asimismo, reedificó la iglesia de San Sebastián, contribuyó para la torre de la merced y para el templo la Purísima del orfanatorio de San Cristóbal, entre otras.

El alguacil mayor se casó con María de Guevara Fajardo a quien dejó viuda en 1680. Fue sepultado el 11 de abril en el convento de Santo Domingo.

“Al morir don Alonso, la casa la heredó su hijo, el también capitán y alguacil mayor de 1676 a 1693, Miguel Raboso de la Plaza. Él se casó con Tomasa de Gárate Francia y Chávez, quien era hija del oidor y presidente de la real Audiencia de México, don Juan de Gárate y Francia, y doña Antonia María de Chávez, poblana de nacimiento”, dice.

Don Miguel fue igual de filántropo que su padre. Realizó varias obras pías (religiosas), entre ellas, el convento de Santa Rosa de Lima y, gracias a él, los religiosos betlemitas (orden de los hermanos de Belén) contaron con casa, templo y hospital de convalecientes con dotación de agua.

El analista relata que don Miguel murió muy joven durante la peste que asoló a Puebla y a Tlaxcala en 1693, solo tenía 36 años. De esta forma, el oficio que había estado en poder de la familia por dos generaciones, fue rematado en almoneda pública a favor de don Miguel Antonio de Vargas Villanueva Guzmán, heredero del mayorazgo de Gonzalo Díaz de Vargas, quien fue conquistador y uno de los fundadores de la ciudad.

El capitán Alonso Raboso de la Plaza era dueño del ingenio azucarero de San Juan Bautista, ubicado en Izúcar de Matamoros. Hoy la hacienda está en ruinas | Foto: Cortesía Raúl Martínez Vázquez

DE CASA FAMILIAR A DEPENDENCIA FEDERAL

La casa ubicada en la Calle de Raboso número 8, en el siglo XVIII, perteneció primero al doctor Juan de Dios Bracamontes, arcediano (diácono) de la catedral, de acuerdo con Córdova Durana, quien agrega que, más tarde la habitó Rafael de Santervas Miguel y Catarroja, presbítero del obispado de Puebla y después del arzobispado de México.

En 1770, Santervas Miguel y Catarroja, vendió la casa que fue reacondicionada por el capitán Gabriel de Segura Cevallos, descendiente de unos de los 33 caballeros fundadores de la ciudad de Córdoba, Veracruz.

El último propietario particular que usó la Casa de Raboso como vivienda fue el canónigo Bernardo Fuentes, entre 1885 y 1905. Para 1920 es ocupada por las oficinas de la empresa La Piedad, S.A.

“Desde 1924 pertenece a la nación, entonces se renovó para funcionar como oficina de correos, hasta que en febrero de 1935, ésta se trasladó al Palacio Federal. Finalmente, en esa casa se integró la oficina a los servicios de salud del estado de Puebla y fungió como Centro de Salud de la Secretaría de Salubridad y Asistencia”, puntualiza el historiador.

El inmueble de la nueva sede de la Secretaría de Educación Pública ubicado en la 4 Oriente 408, tiene una superficie de mil 559 metros cuadrados. Fue nacionalizado el 4 de septiembre de 1919 e inscrito en el Registro Público de la Propiedad Federal el 30 de septiembre de 1924.

La Secretaría de Educación Pública solicitó la casona colonial como su nueva sede, el 15 de marzo de 2022. Le fue entregado de forma física, jurídica y administrativa por la Secretaría de Hacienda y Crédito Público.

La hacienda de Raboso contó con t una capilla que fue la iglesia del pueblo hasta 1973, cuando un sismo tiró la cúpula y no fue restaurada | Foto: Cortesía Raúl Martínez Vázquez

LA HACIENDA DE RABOSO

“En Izúcar de Matamoros, cuando hablamos de Raboso pensamos en una comunidad que está a 4 kilómetros. La población se llama así por la hacienda que le dio origen. No sabemos si Alonso Raboso fue el primer dueño de la hacienda, pero es el que conocemos”, expone Raúl Martínez Vázquez, arqueólogo y cronista municipal de Izúcar de Matamoros.


Refiere que en el Archivo General de la Nación se encuentran documentos que hablan de la hacienda desde 1608 como ingenio azucarero, pero el nombre de Raboso empieza a figurar a partir de 1650.

Aunque la hacienda de Raboso o de San Juan Bautista, actualmente está en ruinas, puede ser visitada porque los espacios están abiertos.

“Se puede apreciar como estuvo constituida, tenía una casa grande de un solo piso y la casa del administrador que era quien manejaba el negocio. La parte del ingenio donde se procesaba la caña de azúcar, el molino, las estufas con sus chacuacos (chimeneas), una pequeña fábrica de alcohol, un acueducto, una tienda de raya, bodegas y talleres”, detalla.

La hacienda también cuenta con una capilla que fue la iglesia del pueblo hasta 1973, cuando un sismo tiró la cúpula y no fue restaurada. Entonces construyeron la iglesia en el centro del pueblo que con el sismo de 2017, se dañó y está en reparación.

“Él hizo su fortuna con este negocio que era muy redituable, así financió muchas obras porque era un gran benefactor. Su hijo Miguel heredó el ingenio cuando su papá murió, y lo mantuvo, pero su fortuna se diluyó cuando su hija se fue al convento”, advierte.

“Tuvo un hijo que falleció y solo sobrevivió la hija, nieta de don Alonso. Esto es lo interesante del caso de la familia Raboso, porque la descendencia se acabó con la hija que fue monja y suponiendo que no se hubiera ido al convento, ahí se habría acabado el linaje porque los hijos hubieran perdido el apellido”, añade.

La hacienda Raboso siempre fue ingenio azucarero hasta que dejó de funcionar en la década de los años 30 del siglo XX.

“Después de los Raboso tuvo varios dueños, entre ellos Mateo Musitu. Cuenta la leyenda que este famoso hacendado tenía pacto con el diablo y contaba con el don de la bilocalidad, es decir, la gente lo veía en dos partes distintas a la misma hora. A él le toco la etapa de la Independencia, se enfrentó a José María Morelos pero este lo derrotó y lo mandó fusilar”, relata.

“Los últimos dueños que se conocen, antes de que William Jenkins comprar la hacienda Raboso y todas las demás de la región, fueron los Maurer que se la vendieron después de la Revolución. Hasta la fecha, el cultivo de la caña de azúcar y su procesamiento es parte importante de la economía de Izúcar”, concluye el cronista.

La hacienda de Raboso siempre fue ingenio azucarero hasta que dejó de funcionar en la década de los años 30 del siglo XX | Foto: Cortesía Raúl Martínez Vázquez


A cuatro siglos de que la familia Raboso de la Plaza habitara la casa número 408 de la calle 4 Oriente, en el centro de la ciudad, el inmueble fungirá hoy como sede de la Secretaría de Educación Pública (SEP) federal.

Durante estas cuatro centurias, la Casa de Raboso fue habitada por diferentes personajes de la sociedad novohispana hasta que fue nacionalizada en 1919 e inscrita como Propiedad Federal en septiembre de 1924. De esta manera funcionó como oficina de correos y luego como Centro de Salud.

Esta es la historia de la casona y del ilustre personaje que donó gran parte de su fortuna para obras filantrópicas: Don Alonso Raboso de Guevara y la Plaza.

El inmueble de la Secretaría de Educación Pública federal en Puebla, tiene una superficie de mil 559 metros cuadrados | Foto: Erik Guzmán | El Sol de Puebla

EL NÚMERO 8 DE LA CALLE DE RABOSO

El inmueble de la nueva sede de la Secretaría de Educación Pública data del siglo XVI y fue remodelado en el siglo XVII por el capitán Alonso Raboso de Guevara y la Plaza, quien lo habitó junto con su familia.

Por su antigüedad y arquitectura, es considerada como Monumento Histórico por la delegación del INAH Puebla, expone Arturo Córdova Durana, historiador y analista del Archivo General Municipal de Puebla y miembro del consejo de la crónica de la ciudad.


“Ubicada en la 4 Oriente 408, la casa preserva gran parte de su partido arquitectónico original. En ella se aprecia la tradicional fachada poblana decorada con azulejo y ladrillo, lambrines (recubrimiento) de talavera, vanos con balcones protegidos con herrería forjada y una abundante ornamentación de yeso y argamasa con roleos (motivo decorativo) y follajes de estilo barroco, al igual que en los edificios circundantes de la época”, detalla.

El interior conserva un patio principal mutilado, con su escalera central decorada con azulejos y un segundo patio de servicio. El centro de la fachada es coronada con un copete de argamasa con el escudo de la familia.

“En el siglo XVII la casa fue habitada por el capitán Alonso Raboso de la Plaza y su familia. Él era alguacil mayor de la ciudad de Puebla y dueño del ingenio azucarero de San Juan Bautista, ubicado en Izúcar de Matamoros”, señala.

Un alguacil mayor ejecutaba las sentencias dictadas por los alcaldes. En la Nueva España, el cargo de alguacil, muchas veces era ocupado por personas honorables que debían realizar su labor sin abusar del cargo, sin autoritarismo y sin corromperse.

Desde 1924, el inmueble pertenece a la nación, fue entonces que se renovó para funcionar como oficina de correos | Foto: Libro Puebla en Imágenes | Archivo General Municipal de Puebla

UN GRAN BENEFACTOR

Natural de Illana (Toledo, España), el capitán Alonso Raboso de Guevara y la Plaza, fue alguacil mayor de la ciudad al haber adquirido el cargo por la exorbitante cantidad de 37 mil pesos antiguos, asegura Córdova Durana, quien agrega que era una cantidad superior a lo que realmente valía el oficio. Lo compró con la condición de que su hijo Miguel, ejerciera el cargo al alcanzar la mayoría de edad, y así sucedió.

“Su padre fue Diego de Raboso y de Quitería de la Plaza, un rico comerciante que vivió en Ciudad de México y seguramente fue funcionario”, comenta.

Don Alonso no solo fue un personaje importante en la oligarquía de la Puebla de los Ángeles, fue un gran benefactor, donó gran parte de la fortuna que amasó con el ingenio azucarero de Yzocan (hoy Izúcar de Matamoros) para diferentes obras filantrópicas.


Construyó el puente de Cholula y otro en el pueblo de Yzocan para que los indígenas y vecinos de la jurisdicción no tuvieran peligro y pudieran cruzar por un río caudaloso. También aderezó cárceles y hospitales. Asimismo, reedificó la iglesia de San Sebastián, contribuyó para la torre de la merced y para el templo la Purísima del orfanatorio de San Cristóbal, entre otras.

El alguacil mayor se casó con María de Guevara Fajardo a quien dejó viuda en 1680. Fue sepultado el 11 de abril en el convento de Santo Domingo.

“Al morir don Alonso, la casa la heredó su hijo, el también capitán y alguacil mayor de 1676 a 1693, Miguel Raboso de la Plaza. Él se casó con Tomasa de Gárate Francia y Chávez, quien era hija del oidor y presidente de la real Audiencia de México, don Juan de Gárate y Francia, y doña Antonia María de Chávez, poblana de nacimiento”, dice.

Don Miguel fue igual de filántropo que su padre. Realizó varias obras pías (religiosas), entre ellas, el convento de Santa Rosa de Lima y, gracias a él, los religiosos betlemitas (orden de los hermanos de Belén) contaron con casa, templo y hospital de convalecientes con dotación de agua.

El analista relata que don Miguel murió muy joven durante la peste que asoló a Puebla y a Tlaxcala en 1693, solo tenía 36 años. De esta forma, el oficio que había estado en poder de la familia por dos generaciones, fue rematado en almoneda pública a favor de don Miguel Antonio de Vargas Villanueva Guzmán, heredero del mayorazgo de Gonzalo Díaz de Vargas, quien fue conquistador y uno de los fundadores de la ciudad.

El capitán Alonso Raboso de la Plaza era dueño del ingenio azucarero de San Juan Bautista, ubicado en Izúcar de Matamoros. Hoy la hacienda está en ruinas | Foto: Cortesía Raúl Martínez Vázquez

DE CASA FAMILIAR A DEPENDENCIA FEDERAL

La casa ubicada en la Calle de Raboso número 8, en el siglo XVIII, perteneció primero al doctor Juan de Dios Bracamontes, arcediano (diácono) de la catedral, de acuerdo con Córdova Durana, quien agrega que, más tarde la habitó Rafael de Santervas Miguel y Catarroja, presbítero del obispado de Puebla y después del arzobispado de México.

En 1770, Santervas Miguel y Catarroja, vendió la casa que fue reacondicionada por el capitán Gabriel de Segura Cevallos, descendiente de unos de los 33 caballeros fundadores de la ciudad de Córdoba, Veracruz.

El último propietario particular que usó la Casa de Raboso como vivienda fue el canónigo Bernardo Fuentes, entre 1885 y 1905. Para 1920 es ocupada por las oficinas de la empresa La Piedad, S.A.

“Desde 1924 pertenece a la nación, entonces se renovó para funcionar como oficina de correos, hasta que en febrero de 1935, ésta se trasladó al Palacio Federal. Finalmente, en esa casa se integró la oficina a los servicios de salud del estado de Puebla y fungió como Centro de Salud de la Secretaría de Salubridad y Asistencia”, puntualiza el historiador.

El inmueble de la nueva sede de la Secretaría de Educación Pública ubicado en la 4 Oriente 408, tiene una superficie de mil 559 metros cuadrados. Fue nacionalizado el 4 de septiembre de 1919 e inscrito en el Registro Público de la Propiedad Federal el 30 de septiembre de 1924.

La Secretaría de Educación Pública solicitó la casona colonial como su nueva sede, el 15 de marzo de 2022. Le fue entregado de forma física, jurídica y administrativa por la Secretaría de Hacienda y Crédito Público.

La hacienda de Raboso contó con t una capilla que fue la iglesia del pueblo hasta 1973, cuando un sismo tiró la cúpula y no fue restaurada | Foto: Cortesía Raúl Martínez Vázquez

LA HACIENDA DE RABOSO

“En Izúcar de Matamoros, cuando hablamos de Raboso pensamos en una comunidad que está a 4 kilómetros. La población se llama así por la hacienda que le dio origen. No sabemos si Alonso Raboso fue el primer dueño de la hacienda, pero es el que conocemos”, expone Raúl Martínez Vázquez, arqueólogo y cronista municipal de Izúcar de Matamoros.


Refiere que en el Archivo General de la Nación se encuentran documentos que hablan de la hacienda desde 1608 como ingenio azucarero, pero el nombre de Raboso empieza a figurar a partir de 1650.

Aunque la hacienda de Raboso o de San Juan Bautista, actualmente está en ruinas, puede ser visitada porque los espacios están abiertos.

“Se puede apreciar como estuvo constituida, tenía una casa grande de un solo piso y la casa del administrador que era quien manejaba el negocio. La parte del ingenio donde se procesaba la caña de azúcar, el molino, las estufas con sus chacuacos (chimeneas), una pequeña fábrica de alcohol, un acueducto, una tienda de raya, bodegas y talleres”, detalla.

La hacienda también cuenta con una capilla que fue la iglesia del pueblo hasta 1973, cuando un sismo tiró la cúpula y no fue restaurada. Entonces construyeron la iglesia en el centro del pueblo que con el sismo de 2017, se dañó y está en reparación.

“Él hizo su fortuna con este negocio que era muy redituable, así financió muchas obras porque era un gran benefactor. Su hijo Miguel heredó el ingenio cuando su papá murió, y lo mantuvo, pero su fortuna se diluyó cuando su hija se fue al convento”, advierte.

“Tuvo un hijo que falleció y solo sobrevivió la hija, nieta de don Alonso. Esto es lo interesante del caso de la familia Raboso, porque la descendencia se acabó con la hija que fue monja y suponiendo que no se hubiera ido al convento, ahí se habría acabado el linaje porque los hijos hubieran perdido el apellido”, añade.

La hacienda Raboso siempre fue ingenio azucarero hasta que dejó de funcionar en la década de los años 30 del siglo XX.

“Después de los Raboso tuvo varios dueños, entre ellos Mateo Musitu. Cuenta la leyenda que este famoso hacendado tenía pacto con el diablo y contaba con el don de la bilocalidad, es decir, la gente lo veía en dos partes distintas a la misma hora. A él le toco la etapa de la Independencia, se enfrentó a José María Morelos pero este lo derrotó y lo mandó fusilar”, relata.

“Los últimos dueños que se conocen, antes de que William Jenkins comprar la hacienda Raboso y todas las demás de la región, fueron los Maurer que se la vendieron después de la Revolución. Hasta la fecha, el cultivo de la caña de azúcar y su procesamiento es parte importante de la economía de Izúcar”, concluye el cronista.

La hacienda de Raboso siempre fue ingenio azucarero hasta que dejó de funcionar en la década de los años 30 del siglo XX | Foto: Cortesía Raúl Martínez Vázquez


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