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Magdaleno Rosales Jimenéz, un narrador de historias locales de Metepec, una pequeña comunidad del Pueblo Mágico de Atlixco, ubicada a poco más de 40 kilómetros de la capital poblana, se remonta al año 1895 para recordar el inicio de la construcción de una fábrica y posteriormente la instalación de, aproximadamente 10 kilómetros de la vía del ferrocarril, de ese lugar.
En aquella época era necesario contar con dos locomotoras y fue en ese contexto donde surgió la leyenda del Charro Negro, un ser que no dejaba edificar bajo ningún motivo el puente que tenía la función de servir de paso al tren y que actualmente es conocido con el nombre de ese personaje.
El señor Magdaleno cuenta que en ese entonces contrataron a muchos trabajadores para cavar la barranca y levantar dicha infraestructura. Fueron ocho las personas que ayudaron a construir los pilares… y un día, después de mucho esfuerzo quedaron listos, pero no contaban con lo que a la mañana siguiente se encontraron: los altos pilares, de 9 metros de altura, estaban derrumbados… volvieron a construirlos y nuevamente los tiraron…
Esa escena se repitió en varias ocasiones hasta que el encargado de la obra, un señor de apellido Chavarría, cayó en la desesperación y junto a varios hombres se dispuso a velar en la construcción con armas de fuego, todos llevaban carabinas 30-30 para matar a los responsables de tumbar las estructuras.
Para sorpresa de todos, aproximadamente a la media noche, de la nada apareció un hombre alto vestido con traje y sombrero negros, acompañado de un hermoso caballo también de color oscuro… este sujeto en vez de enfrentarse con ellos les propuso un pacto: pidió como ofrenda ocho hombres fuertes y sanos para cada uno de los pilares y a cambio les ofrecía terminar muy rápido la construcción del puente.
Chavarría se reunió con el coordinador de los trabajadores y dándole suficiente dinero pidió conseguirle a los ocho hombres fuertes y sanos. El Cabo al recibir dichas instrucciones ordenó de inmediato a toda la gente asistir al otro día a continuar con la edificación del puente.
24 horas después pasó lista a los presentes y para que cayeran en la trampa organizó un convivio, cuando los ocho hombres seleccionados estaban pasados de copas, fueron introducidos en cada una de las bases y cubiertos con piedras, quedando un hombre en cada sostén del puente. Por supuesto el Charro Negro cumplió con lo pactado.
Al tercer día de estos acontecimientos, una señora de edad madura, acompañada de dos más jóvenes, se presentaron en la casa de otro empleado de la obra de nombre Miguel Flores, para preguntar sobre sus familiares quienes no habían regresado a sus hogares.
Uno era esposo y dos eran yernos de esas mujeres preocupadas. Otro en la lista de los ocho hombres desaparecidos era Miguel Flores, padre de la persona responsable de contar esta leyenda.
En los últimos años los pobladores de Metepec escuchaban muchos gritos en la noche y aún más en tiempos de lluvias. El cronista Magdaleno Rosales comparte que la gente contaba que era el Charro Negro y su caballo, listos para cuidar el puente.
Por eso los vecinos de la comunidad pactaron colocar una cruz blanca en la cima de un monte cercano para evitar la aparición del oscuro personaje. Pero la cruz fue rota en un acto vandálico, por lo que pobladores temen que el Charo Negro vuelva a aparecerse.
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