Más de 600 fósiles marinos de hace 150 millones de años y un fémur de mamut que perteneció a la era geológica del Pleistoceno, es parte de lo que un pequeño museo con apenas tres vitrinas de exhibición -ubicado en la región Mixteca del estado- resguarda en su sala única.
Huesos fósiles de caballo, reptiles y aves, también se pueden observar en este lugar que ha se ha convertido en un importante centro de investigación para la paleontología.
Son dos horas de recorrido desde la capital poblana para llegar al Museo Regional Mixteco Tlayúa y, aunque parece mucho para ver solo tres vitrinas de cuatro metros de largo, la riqueza que en ellas resguarda es infinita; tan es así que la National Science Foundation, la National Geographic Society, el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología y el Instituto de Geología de la UNAM han realizado financiamientos para realizar estudios detallados de los organismos encontrados en esta zona de la mixteca poblana y que se sabe, pertenecieron a escalas temporales como el Cretácico, Paleógeno y Neógeno.
EL DESCUBRIMIENTO
Desde la década de 1950 la cantera de Tlayúa, propiedad de don Miguel Aranguthy, se ha mantenido activa. De viva voz, Felix Aranguthy, uno de los hijos de don Miguel, comparte este descubrimiento que asegura, ha sido de vital importancia para el mundo entero.
“Aquí se han encontraron huellas de dinosaurios y ciertamente encontramos un verdadero parque jurásico. También encontramos a las primeras aves con plumas. Se han descubierto una gran variedad de animales marinos y terrestres. Aún hay zonas de la cantera que faltan por investigar”.
Aunque para los pobladores de la zona este museo ya pasa desapercibido, estudiantes e investigadores de diversas partes de México y del mundo se han hecho presentes para ver de cerca los tesoros paleontológicos que a la fecha se siguen encontrando.
Don Félix comenta que fue su padre el primero en tener ese acercamiento con las evidencias de flora y fauna fósil del lugar.
“Descubrió que en las lajas que iban extrayendo contenía esqueletos de peces y otros animales. Él de alguna manera sospechó que eso podría poseer un valor importante y decidió contactar al personal del Departamento de Paleontología del Instituto de Geología de la Universidad Nacional Autónoma de México. Cuando llegaron quedaron impresionados”.
Don Miguel consideró que era importante tener un registro histórico de este hallazgo, situación que lo motivó a iniciar la gestión para un pequeño museo.
“Para nosotros al principio solo eran piedras, pero esto es de gran valor para el conocimiento. Por eso mi padre donó el terreno para que tuviéramos un lugar en donde exhibir algunas de las especies que se han encontrado”.
A pesar de que han sido miles las piezas que se han extraído de la cantera, no todas se encuentran en lugar, pues muchas de ellas son llevadas a Universidades de la Ciudad de México para su investigación.
“Las piezas tienen que irse a diversos lugares. Algunas especies las ponemos para exhibición del público, para que las vean de cerca y se maravillen de ellas, pero otras se mandan a México para que ellos (los investigadores) se encarguen de hacer las tesis, doctorados y toda la investigación de las especies”.
La familia Aranguthy ha colaborado de cerca con el Departamento de Paleontología del Instituto de Geología de la UNAM para que más investigadores puedan sumarse a esta labor de exploración.
Es por ello que, en honor y agradecimiento a la labor social, uno de los fósiles marinos más importantes de la expedición lleva el nombre de Tepexichthys aranguthyorumla, en virtud de la región en la que fue encontrada y por el apellido de la familia.
“Nos sentimos honrados de poder ayudar, no solo a Tepexi, sino del mundo con este espacio que, aunque es pequeño, es de mucho conocimiento y abierto para todo el público”.