¿Sabías que la idea de comer tamales el Día de la Candelaria en México, y no otro alimento, proviene desde nuestros ancestros? Como todas las fiestas en nuestro país, el celebrar con este platillo, aparte de ser un capricho gastronómico, se debe a una íntima relación que existe con nuestro pasado prehispánico.
En la época de los aztecas, para conmemorar el inicio de la temporada de siembra (que era a inicios de lo que hoy conocemos como el segundo mes del año), se realizaban diversos rituales en honor a Tláloc, Chalchiuhtlicue y Quetzalcóatl, mismos en lo que se servían productos elaborados con maíz, entre ellos los tamales, como una ofrenda a los dioses.
A partir de la Conquista y ante la llegada de los españoles, a pesar de que algunas costumbres se perdieron, otras más se mantuvieron vivas, entre ellas la creación de los tamales durante estas fechas y que hasta nuestros días se ha convertido en uno de los más emblemáticos de la cultura mexicana.
El origen de esta conmemoración se debe a una tradición de origen judío, que pone fin al periodo navideño, es decir, exactamente 40 días después del nacimiento del Jesús.
Para conocerla hay que remontarse más de 2 mil años, justamente en la época en la que nació Cristo, ya que, dentro de las costumbres judías, cuando un bebé nacía, tanto la madre como el recién nacido debían esperar toda una cuarentena para limpiar sus impurezas y poder visitar el templo.
De acuerdo a un pasaje bíblico, luego de que Jesús naciera un 25 de diciembre, María y él visitaron el templo de Jerusalén en este día, por primera después de los 40 días cumplidos, el motivo por el cual se conmemora esta fecha.
Es así que el día 2 de febrero es uno de los pretextos más ricos para comer tamales, pues aparte de ser el día en el que se conmemora a la Virgen de la Candelaria (de ahí el nombre), es una celebración religiosa que da continuidad al festejo del 6 de enero en el que se parte la tradicional rosca de reyes.
Aquellos que en su deliciosa rebanada les tocó la figura del Niño Dios se convierten en “los padrinos del niño”, por lo que son los responsables de repartir los tamales y el atole a las personas que estuvieron presentes durante la partida, además de “levantarlo” de su pesebre para vestirlo y entregarlo el segundo día del mes de febrero.
A través de esta fusión de tradiciones religiosas y prehispánicas es como nace la deliciosa convivencia entre familiares y seres queridos, de degustar tamales durante el segundo día del mes de febrero.
