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En la época de la Revolución Mexicana, la ciudad de Puebla se había convertido en el escenario de la lucha entre carrancistas y zapatistas, por lo que la difícil situación obligó a la familia del Razo a huir a su casa de campo en San Felipe Hueyotlipan, un poblado lechero en la zona noroeste de la ciudad.
Con la llegada del invierno y tras pasar una estancia tranquila en San Felipe, comenzaron a ocurrir una serie de sucesos extraordinarios que inquietaron a todos los pobladores de la comunidad, las vacas comenzaron a aparecer degolladas en los establos y las ovejas desaparecían sin dejar rastro alguno, por lo que los habitantes preocupados decidieron organizar una casería para dar con el animal que poco a poco acababa con sus animales.
Tras varios días de búsqueda, el alcalde de San Felipe observó las huellas que quedaron marcadas y afirmó que debían reconocer la posibilidad de que a lo que se enfrentaban era un animal que tenía la capacidad de transformarse en humano, por lo que los habitantes aterrorizados recibieron la noticia; un nahual estaba acabando con sus animales.
Don Francisco del Razo, quién había emigrado al campo en busca de una vida tranquila se negaba a creer que un nahual rondara en San Felipe, pues a esta preocupación también se sumó la de los amoríos de su hija Luisa con Antonio, un joven recién llegado al campo, por lo que decidieron organizar una emboscada.
Una noche de luna llena, llevaron a los animales del pueblo junto a la iglesia en una calle que solo tenia dos entradas. Y ahí esperaron hasta que la bestia apareció, medía la altura de tres hombres, de pelo gris, mitad bestia, mitad hombre, se movía en dos patas y mostró los colmillos, por lo que la cacería comenzó hasta capturar al animal.
Ante el asombro de todos los pobladores, el animal que yacía en la trampa poco a poco fue tomando el cuerpo de Antonio y decidieron llevarlo a la cárcel mientras determinaban el destino del joven.
Al día siguiente de la cacería, un grupo de revolucionarios llegó al pueblo para pedir provisiones, pero a pesar de que el pueblo entregó caballos y alimentos, los rebeldes también querían llevarse a las mujeres. Entre ellas, Luisa, la hija de Francisco Del Razo.
El padre de Luisa no pudo impedir el secuestro de su hija y en un intento desesperado por recuperarla, corrió hacia la cárcel con un machete y liberó a Antonio quien ofreció su ayuda. El joven se convirtió en bestia, salió a defender a San Felipe y nadie puso detenerlo, por lo que los hombres salieron huyendo del pueblo.
Todos celebraron la defensa del nahual y dejaron que se quedara a vivir con ellos, por su parte Don Francisco del Razo en un acto de agradecimiento, concedió el permiso para que Luisa y Antonio se casaran, desde ese momento el joven se convirtió en el defensor de San Felipe Hueyotlipan y jamás se supo de una banda que intentara saquear al pueblo de nuevo.
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