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Pedro Carvajal era un hombre adinerado que vivía en la Puebla virreinal y tenía dos hijos, Teodora, de 15 años, y Pedro, que se llamaba igual que él, de 6 años. La esposa había fallecido dos años atrás a consecuencia de una neumonía.
Don Pedro preparaba con ahínco la fiesta de 16 años de su hija para encontrarle un pretendiente formal con el que pudiera casarse, sin saber que Teodora no quería unirse en matrimonio con un desconocido, a quien no amara.
Sin embargo, llegada la gran celebración, una calamidad cayó sobre la familia. Un monstruo con cara de serpiente y cuerpo de dragón ingresó a la lujosa mansión para comerse al pequeño Pedro.
Pasados algunos días y un tanto recuperado del gran dolor, don Pedro ofreció entregar la mano de Teodora al valiente que le llevara la cabeza del monstruo que había engullido a su hijo menor.
Entonces apareció Ignacio, un joven apuesto y gallardo comprometido con lograr la hazaña, motivado por la belleza sin igual de Teodora.
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