/ miércoles 1 de julio de 2020

“El enemigo del pelotero es él mismo”, habla “Abulón” Hernández

El líder de la ANABE habla del problema que desató la huelga en la Liga Mexicana de Beisbol hace 40 años

Ramón “Abulón” Hernández está convencido que “el enemigo del pelotero es el propio pelotero. Mientras él no se decida a actuar, nadie le va a dar nada”, reconoce el exsegunda base de los Diablos Rojos del México y expresidente de la Asociación Nacional de Beisbolistas (ANABE) en entrevista exclusiva, al cumplirse hoy 40 años de la huelga de jugadores que sacudió al beisbol mexicano.

Aquel 1 de julio de 1980 en el desaparecido parque del Seguro Social todo se encontraba listo para una edición más de la Guerra Civil entre Diablos Rojos del México y Tigres capitalinos.

Nadie imaginaba lo que sucedería ese martes negro para el beisbol mexicano.

Los Tigres habían dado de baja un día antes al receptor Vicente Peralta, su representante ante la Asociación, dizque por bajo rendimiento, y los Diablos estaban decididos a no jugar, sino se reinstalaba a su agremiado.

“La realidad era otra”, recuerda el “Abulón”. “Ya le habían pedido renunciar a la Asociación y él se negó, entonces vinieron las represalias”.

Del otro lado, los Tigres, como equipo local, estaban listos para iniciar la batalla. A ellos no le importaba en lo más mínimo que Vicente Peralta se haya quedado sin trabajo, pese a ser su compañero de equipo. Diablos no salió al campo y al primer lanzamiento el ampáyer de home -Víctor Sáiz-decretó el forfeit.

A la par, los Ángeles de Puebla y la mayoría de los 20 equipos del circuito, hacían lo propio. “Muchos ni siquiera se vistieron”, recuerda Pablo Gutiérrez Delfín, lanzador estrella de los poblanos.

El paro de peloteros que cimbró a la Liga Mexicana había explotado. Ese martes 1 de julio, los jugadores no se doblaron ante la amenaza de los dueños de equipos -y el Alto Comisionado- y aunque sabían que enfrentaban a un verdadero monstruo y los grandes caballos ponían en riesgo su carrera, estallaron la huelga.

FALTÓ DIÁLOGO

A 40 años de distancia, Ramón “Abulón” Hernández, presidente de la Asociación y segunda base titular de los Diablos, en ese tiempo, dice no arrepentirse de nada.

“De lo único que me arrepiento es de no haberle pedido el autógrafo a mi gran ídolo, Mickey Mantle, cuando jugamos contra los Yanquis, en el parque del Seguro Social. De lo demás, para nada”, dice convencido el exjugador nacido en Alvarado, Veracruz.

“Faltó diálogo. Ese día Ángel Vázquez -Presidente de Diablos- habló con nosotros y nos dio cinco minutos para recapacitar. Cuando escuchó la misma respuesta se fue a hablar con el Alto Comisionado -Alejo Peralta-. Yo lo seguí a distancia y clarito oí cuando dijo, ¿no quieren jugar?, entonces que chinguen a su madre.

“Nosotros estábamos dispuestos a negociar, pero él se montó en su macho. Días después se reunieron los dueños en Pastejé, Ángel Vázquez propuso buscar una solución, pero él -don Alejo- se paró y respondió: entonces que chinguen a su madre… que se mueran de hambre.

“Hasta hoy nadie se ha muerto de hambre”, rememora Ramón.

Ese día dieron de baja a todos los paristas. Más de 200 peloteros se quedaron sin equipo. Ya no había vuelta atrás.

“Dijeron que la liga seguiría, aunque sea con dos equipos. Al final terminaron con seis (Saltillo, Ciudad Juárez, Torreón, Coatzacoalcos Reynosa y Tigres)”.

En ese 1980 los jugadores de los 20 equipos que integraban la Liga Mexicana conformaron la Asociación Nacional de Beisbolistas (ANABE), buscando mejoras para el pelotero y el respeto de los directivos del circuito.

Apenas mes y medio antes, la Asociación había obtenido el registro como Asociación Civil.

“Ese 12 de mayo era la premiación a lo mejor de la liga, fuimos los representantes a comunicarlo a los directivos y cuando se le informó al Alto Comisionado que estábamos ahí, nos mandó un mensaje: díganle que no dialogo con ignorantes

“Nosotros sí, respondimos, por eso estamos aquí”, recuerda “El Abulón”.

“Después vino una cacería de brujas contra nosotros”, asegura.

Ramón Hernández en sus años mozos con Antonio Villaescusa. Foto: Cortesía Ramón Hernández

LO QUE DERRAMÓ EL VASO

A decir de Ramón lo que el pelotero buscaba era recibir un porcentaje cuando fuera vendido a otro equipo y ser tomado en cuenta a la hora de realizar los cambios, entre otros puntos, además de Seguro Social para sus familias, lo que ya habían conseguido.

“Les molestaba todo eso, que defendiéramos nuestros derechos, como el fondo del retiro, que hoy lamentablemente ya dejaron perder”.

Aunque Ramón reconoce que lo peor era el pisoteo sobre el jugador y que no lo escucharan.

“Lo que despertó al pelotero fue lo que sucedió meses antes en Veracruz, cuando metieron a la cárcel a todo el equipo de Puebla y aparte los multaron para salir libres.

“Después, la bronca de René Chávez con el ampáyer Concho Rodríguez, quien claramente me dijo “lo voy a chingar”. Le cantó varios balks y René molesto se le fue encima. Recibió un fuerte castigo y aunque le hicieron más tarde un juicio en Monterrey donde yo lo acompañé, ni siquiera buscaron reducir la suspensión.

“De plano nos veían como apestados”, confiesa Ramón.

TODO EN CONTRA

“Muchos nos criticaban que hicimos mal, que la regamos, hoy nos encuentran y nos dicen que el movimiento estuvo bien. Entonces les pregunto ¿por qué no lo dijiste en ese tiempo?

“Hay otros que señalan que debimos obtener nuestro registro como Asociación; lo que ignoran es que Pedro Ojeda Paullada, amigo del comisionado, nos lo negó.

“Es más, recuerda Ramón, llegamos hasta el presidente López Portillo, quien formó una comisión para investigar todo, pero no pasó nada.

“Fue de mucho mérito lo que hicimos, juegos de exhibición para tener fondos y en ocho meses arrancamos una liga con seis equipos -Puebla, México, Zacatecas, Querétaro, Durango y Veracruz- y al contrario de lo que decían que no duraríamos, nos mantuvimos seis años.

“Y nadie se murió de hambre”, recuerda Ramón.

“Al pelotero nadie le va a regalar nada, él es su propio enemigo y si no se decide, nunca logrará lo que busca y para hacerlo hay que correr riesgos”, alerta el veracruzano dejando a entrever de que, si buscan una nueva Asociación, el jugador tiene la última palabra.

Ramón “Abulón” Hernández está convencido que “el enemigo del pelotero es el propio pelotero. Mientras él no se decida a actuar, nadie le va a dar nada”, reconoce el exsegunda base de los Diablos Rojos del México y expresidente de la Asociación Nacional de Beisbolistas (ANABE) en entrevista exclusiva, al cumplirse hoy 40 años de la huelga de jugadores que sacudió al beisbol mexicano.

Aquel 1 de julio de 1980 en el desaparecido parque del Seguro Social todo se encontraba listo para una edición más de la Guerra Civil entre Diablos Rojos del México y Tigres capitalinos.

Nadie imaginaba lo que sucedería ese martes negro para el beisbol mexicano.

Los Tigres habían dado de baja un día antes al receptor Vicente Peralta, su representante ante la Asociación, dizque por bajo rendimiento, y los Diablos estaban decididos a no jugar, sino se reinstalaba a su agremiado.

“La realidad era otra”, recuerda el “Abulón”. “Ya le habían pedido renunciar a la Asociación y él se negó, entonces vinieron las represalias”.

Del otro lado, los Tigres, como equipo local, estaban listos para iniciar la batalla. A ellos no le importaba en lo más mínimo que Vicente Peralta se haya quedado sin trabajo, pese a ser su compañero de equipo. Diablos no salió al campo y al primer lanzamiento el ampáyer de home -Víctor Sáiz-decretó el forfeit.

A la par, los Ángeles de Puebla y la mayoría de los 20 equipos del circuito, hacían lo propio. “Muchos ni siquiera se vistieron”, recuerda Pablo Gutiérrez Delfín, lanzador estrella de los poblanos.

El paro de peloteros que cimbró a la Liga Mexicana había explotado. Ese martes 1 de julio, los jugadores no se doblaron ante la amenaza de los dueños de equipos -y el Alto Comisionado- y aunque sabían que enfrentaban a un verdadero monstruo y los grandes caballos ponían en riesgo su carrera, estallaron la huelga.

FALTÓ DIÁLOGO

A 40 años de distancia, Ramón “Abulón” Hernández, presidente de la Asociación y segunda base titular de los Diablos, en ese tiempo, dice no arrepentirse de nada.

“De lo único que me arrepiento es de no haberle pedido el autógrafo a mi gran ídolo, Mickey Mantle, cuando jugamos contra los Yanquis, en el parque del Seguro Social. De lo demás, para nada”, dice convencido el exjugador nacido en Alvarado, Veracruz.

“Faltó diálogo. Ese día Ángel Vázquez -Presidente de Diablos- habló con nosotros y nos dio cinco minutos para recapacitar. Cuando escuchó la misma respuesta se fue a hablar con el Alto Comisionado -Alejo Peralta-. Yo lo seguí a distancia y clarito oí cuando dijo, ¿no quieren jugar?, entonces que chinguen a su madre.

“Nosotros estábamos dispuestos a negociar, pero él se montó en su macho. Días después se reunieron los dueños en Pastejé, Ángel Vázquez propuso buscar una solución, pero él -don Alejo- se paró y respondió: entonces que chinguen a su madre… que se mueran de hambre.

“Hasta hoy nadie se ha muerto de hambre”, rememora Ramón.

Ese día dieron de baja a todos los paristas. Más de 200 peloteros se quedaron sin equipo. Ya no había vuelta atrás.

“Dijeron que la liga seguiría, aunque sea con dos equipos. Al final terminaron con seis (Saltillo, Ciudad Juárez, Torreón, Coatzacoalcos Reynosa y Tigres)”.

En ese 1980 los jugadores de los 20 equipos que integraban la Liga Mexicana conformaron la Asociación Nacional de Beisbolistas (ANABE), buscando mejoras para el pelotero y el respeto de los directivos del circuito.

Apenas mes y medio antes, la Asociación había obtenido el registro como Asociación Civil.

“Ese 12 de mayo era la premiación a lo mejor de la liga, fuimos los representantes a comunicarlo a los directivos y cuando se le informó al Alto Comisionado que estábamos ahí, nos mandó un mensaje: díganle que no dialogo con ignorantes

“Nosotros sí, respondimos, por eso estamos aquí”, recuerda “El Abulón”.

“Después vino una cacería de brujas contra nosotros”, asegura.

Ramón Hernández en sus años mozos con Antonio Villaescusa. Foto: Cortesía Ramón Hernández

LO QUE DERRAMÓ EL VASO

A decir de Ramón lo que el pelotero buscaba era recibir un porcentaje cuando fuera vendido a otro equipo y ser tomado en cuenta a la hora de realizar los cambios, entre otros puntos, además de Seguro Social para sus familias, lo que ya habían conseguido.

“Les molestaba todo eso, que defendiéramos nuestros derechos, como el fondo del retiro, que hoy lamentablemente ya dejaron perder”.

Aunque Ramón reconoce que lo peor era el pisoteo sobre el jugador y que no lo escucharan.

“Lo que despertó al pelotero fue lo que sucedió meses antes en Veracruz, cuando metieron a la cárcel a todo el equipo de Puebla y aparte los multaron para salir libres.

“Después, la bronca de René Chávez con el ampáyer Concho Rodríguez, quien claramente me dijo “lo voy a chingar”. Le cantó varios balks y René molesto se le fue encima. Recibió un fuerte castigo y aunque le hicieron más tarde un juicio en Monterrey donde yo lo acompañé, ni siquiera buscaron reducir la suspensión.

“De plano nos veían como apestados”, confiesa Ramón.

TODO EN CONTRA

“Muchos nos criticaban que hicimos mal, que la regamos, hoy nos encuentran y nos dicen que el movimiento estuvo bien. Entonces les pregunto ¿por qué no lo dijiste en ese tiempo?

“Hay otros que señalan que debimos obtener nuestro registro como Asociación; lo que ignoran es que Pedro Ojeda Paullada, amigo del comisionado, nos lo negó.

“Es más, recuerda Ramón, llegamos hasta el presidente López Portillo, quien formó una comisión para investigar todo, pero no pasó nada.

“Fue de mucho mérito lo que hicimos, juegos de exhibición para tener fondos y en ocho meses arrancamos una liga con seis equipos -Puebla, México, Zacatecas, Querétaro, Durango y Veracruz- y al contrario de lo que decían que no duraríamos, nos mantuvimos seis años.

“Y nadie se murió de hambre”, recuerda Ramón.

“Al pelotero nadie le va a regalar nada, él es su propio enemigo y si no se decide, nunca logrará lo que busca y para hacerlo hay que correr riesgos”, alerta el veracruzano dejando a entrever de que, si buscan una nueva Asociación, el jugador tiene la última palabra.

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