/ viernes 12 de marzo de 2021

La lavandería, el sueño de Tiger que debe esperar por la pandemia

El luchador poblano ha recurrido a sus ahorros, que tenía destinado para abrir un negocio, para sobrevivir después del cierre de actividades en la Arena Puebla

“La lavandería... ¡La lavandería que espere!”, cuestionó y respondió al mismo tiempo el luchador poblano Black Tiger cuando se suspendió toda la actividad de lucha libre por culpa de la pandemia de la Covid-19 en la Arena Puebla, su principal centro de trabajo y había que decidir cómo enfrentar la crisis que se avecinaba.

“Si esto no termina pronto, los ahorros habrá que utilizarlos para sobrevivir”, le dijo a su esposa, encargada de las finanzas.

Durante los últimos siete años de su carrera -de 34- como luchador profesional, el enmascarado había estado ahorrando para cumplir el sueño de abrir su propio negocio, pensando ya, en que el retiro estaba cerca y que las facultades en el deporte no son eternas.

“Ya habíamos visto el local, estábamos a punto de apartarlo ya por la zona de la 10 Poniente y 9 Norte, para empezar a acondicionarlo y poner una lavandería. Cuando se vino el cierre por la pandemia tuvimos que dar marcha atrás y pensar en la manera de sobrevivir”, confiesa el luchador que un 8 de marzo de 1987, a sus 19 años de edad, empezó su andar por los encordados ya como profesional.

“Siempre en la Arena Puebla”, dice orgulloso.

Black Tiger utilizó sus ahorros para sobrevivir. Foto: Archivo El Sol de Puebla

A un año de la última función en el Gigante de Acero poblano, el luchador de 53 años de edad con 34 años dentro de los encordados, reconoce que la situación sigue siendo crítica, “y más para mi que vivo completamente de la lucha libre”.

“Por eso desde hace siete años estaba ahorrando para tener nuestro propio negocio. Había que buscarle por otro lado también, pero ante la disyuntiva que se presentaba, con la Arena Puebla cerrada y sin funciones a la puerta, tuvimos que echar mano de nuestros ahorros. Y así ha sido durante todo el año.

"En este negocio si no hay jale, no hay ingresos", reconoce.

LE PEGÓ FUERTE

“Busqué trabajo como vigilante, aunque sea, pero pagan poco, son muy negreados; no llegas a ganar ni 10 pesos por ahora y no alcanza para nada”, relata en enmascarado negro.

Además de luchar, por lo menos dos veces al mes, dentro del elenco de las primeras batallas en el coso poblano, Black Tiger tiene un ingreso extra: es el instructor principal de la Arena Puebla.

Con los alumnos que aspiran a ser luchadores cobra un salario por cada clase lo que le ayuda a solventar sus gastos mensuales que oscilan entre los 16 y 17 mil pesos. “Y eso apretándonos la bolsa, porque además de renta de la casa, hay muchos gastos más”, confiesa.

“Entonces, al no haber ingreso tuve que recurrir a los ahorros. Afortunadamente tengo una pareja que ha sabido administrarse bien, porque en este deporte a veces te va bien y en otros no tanto, pero cuando salen las cuentas arriba de los esperado, aprovechas para echarle más al cochinito”, agrega.

Black Tiger utilizó sus ahorros para sobrevivir. Foto: Archivo El Sol de Puebla

A Black Tiger la pandemia le ha pegado por todos lados. Además de su labor en la Arena Puebla, de manera independiente ofrece clases en diferentes gimnasios, como el Puebla, donde cobra 50 pesos a cada joven por entrenamientos que duran entre dos y tres horas.

“Esa entrada, dos veces a la semana, te ayuda mucho, pero ya no se ha podido hacer, porque si te cachan te clausuran el gimnasio; además los chavos son de escasos recursos, viajan en transporte público, y hasta el acortar el horario de las unidades de servicio te afecta, porque ese es otro factor en contra para que los jóvenes vayan a entrenar, porque si se prolonga el entrenamiento, ya no tienen manera de regresar, y pagar taxi eleva sus gastos.

“No hablo mal del gobierno, pero sí hay decisiones que nos pasan a traer a muchos, aunque tengan sus razones”, agrega.

“Ya la situación es muy crítica. Llevamos un año sin poder trabajar en lo que sabemos hacer; imagínate si no hubiera tenido ese plan “B” y esos ahorritos. No quiero ni pensarlo", dice resignado.

“Lo bueno es que, apretaditos, pero nos está sacando de problemas. La lavandería tendrá que esperar y la echaremos a andar cuando se reabra nuestra fuente de trabajo y de nuevo comencemos a ahorrar”, remató.

“La lavandería... ¡La lavandería que espere!”, cuestionó y respondió al mismo tiempo el luchador poblano Black Tiger cuando se suspendió toda la actividad de lucha libre por culpa de la pandemia de la Covid-19 en la Arena Puebla, su principal centro de trabajo y había que decidir cómo enfrentar la crisis que se avecinaba.

“Si esto no termina pronto, los ahorros habrá que utilizarlos para sobrevivir”, le dijo a su esposa, encargada de las finanzas.

Durante los últimos siete años de su carrera -de 34- como luchador profesional, el enmascarado había estado ahorrando para cumplir el sueño de abrir su propio negocio, pensando ya, en que el retiro estaba cerca y que las facultades en el deporte no son eternas.

“Ya habíamos visto el local, estábamos a punto de apartarlo ya por la zona de la 10 Poniente y 9 Norte, para empezar a acondicionarlo y poner una lavandería. Cuando se vino el cierre por la pandemia tuvimos que dar marcha atrás y pensar en la manera de sobrevivir”, confiesa el luchador que un 8 de marzo de 1987, a sus 19 años de edad, empezó su andar por los encordados ya como profesional.

“Siempre en la Arena Puebla”, dice orgulloso.

Black Tiger utilizó sus ahorros para sobrevivir. Foto: Archivo El Sol de Puebla

A un año de la última función en el Gigante de Acero poblano, el luchador de 53 años de edad con 34 años dentro de los encordados, reconoce que la situación sigue siendo crítica, “y más para mi que vivo completamente de la lucha libre”.

“Por eso desde hace siete años estaba ahorrando para tener nuestro propio negocio. Había que buscarle por otro lado también, pero ante la disyuntiva que se presentaba, con la Arena Puebla cerrada y sin funciones a la puerta, tuvimos que echar mano de nuestros ahorros. Y así ha sido durante todo el año.

"En este negocio si no hay jale, no hay ingresos", reconoce.

LE PEGÓ FUERTE

“Busqué trabajo como vigilante, aunque sea, pero pagan poco, son muy negreados; no llegas a ganar ni 10 pesos por ahora y no alcanza para nada”, relata en enmascarado negro.

Además de luchar, por lo menos dos veces al mes, dentro del elenco de las primeras batallas en el coso poblano, Black Tiger tiene un ingreso extra: es el instructor principal de la Arena Puebla.

Con los alumnos que aspiran a ser luchadores cobra un salario por cada clase lo que le ayuda a solventar sus gastos mensuales que oscilan entre los 16 y 17 mil pesos. “Y eso apretándonos la bolsa, porque además de renta de la casa, hay muchos gastos más”, confiesa.

“Entonces, al no haber ingreso tuve que recurrir a los ahorros. Afortunadamente tengo una pareja que ha sabido administrarse bien, porque en este deporte a veces te va bien y en otros no tanto, pero cuando salen las cuentas arriba de los esperado, aprovechas para echarle más al cochinito”, agrega.

Black Tiger utilizó sus ahorros para sobrevivir. Foto: Archivo El Sol de Puebla

A Black Tiger la pandemia le ha pegado por todos lados. Además de su labor en la Arena Puebla, de manera independiente ofrece clases en diferentes gimnasios, como el Puebla, donde cobra 50 pesos a cada joven por entrenamientos que duran entre dos y tres horas.

“Esa entrada, dos veces a la semana, te ayuda mucho, pero ya no se ha podido hacer, porque si te cachan te clausuran el gimnasio; además los chavos son de escasos recursos, viajan en transporte público, y hasta el acortar el horario de las unidades de servicio te afecta, porque ese es otro factor en contra para que los jóvenes vayan a entrenar, porque si se prolonga el entrenamiento, ya no tienen manera de regresar, y pagar taxi eleva sus gastos.

“No hablo mal del gobierno, pero sí hay decisiones que nos pasan a traer a muchos, aunque tengan sus razones”, agrega.

“Ya la situación es muy crítica. Llevamos un año sin poder trabajar en lo que sabemos hacer; imagínate si no hubiera tenido ese plan “B” y esos ahorritos. No quiero ni pensarlo", dice resignado.

“Lo bueno es que, apretaditos, pero nos está sacando de problemas. La lavandería tendrá que esperar y la echaremos a andar cuando se reabra nuestra fuente de trabajo y de nuevo comencemos a ahorrar”, remató.

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