Imperiales en defensa y sobrados de oficio en la vuelta, la mini-franja igualó en el Victoria a cero para proclamarse campeón de la Sub-17 al ganar el global 3-1, llevando así el primer título en su historia de categorías inferiores a sus vitrinas.
El equipo dirigido por Luis Arce es motivo hoy de felicidad en la institución y deja claro la misma cuenta con futuro. Pero al tiempo, tiempo porque del “plato a la boca, se cae la sopa”, y ojalá en el club lo entiendan, rieguen la semilla, les den tiempo a los procesos y sobre todo sigan creyendo en la formación cuando hay pocos recursos como para traer o contratar a futbolistas hechos.
Los chicos, por su parte, habrán de mantener los pies sobre la tierra porque si bien han conseguido mucho para una institución corta en historia dentro de la formación de jugadores; deben de tener claro apenas comienzan su andar en el duro camino del juego, donde mucho del éxito depende de alimentar el talento con constancia, disciplina y trabajo… ahí necesitarán sin duda de apoyo de la familia.
Pero trabajo… trabajo les sobró el sábado en el Victoria, donde comenzaron sufriendo por la presión natural del rival en el ansia de éste por ir a descontar; y terminaron serenos, sin despeinarse, riéndose de unos Rayos sin respuesta o imaginación para resolver el rompecabezas defensivo blanquiazul.
Los hidrocálidos, favoritos en la previa a la final por su posición en la tabla, lo intentaron, pero se los negó el poste en el primer tiempo. Lo que hubiera cambiado la final si ese balón caprichoso daba en la red.
Aunque así es esto, Puebla hizo los goles en la ida, o al menos en los primeros 45 minutos de la final, pero los suficientes como para jugar los siguientes 135 a gestionar la ventaja dictando cátedra de cómo se deben de achicar los espacios; también de sacrificio, pues a quien el rival superaba, aparecía otro jugador de la mini-franja para plantarle cara.
De esa forma, sin sobresaltos, los blanquiazules alcanzaron con un importante triunfo moral el complemento, bueno para seguir ensanchando su ya nutrida confianza.
Mientras Necaxa ya no sólo competía contra la mini-franja, lo hacía también ante su factor mental y a esa edad, cuando los pensamientos están a mil, viene bien ser psicólogo… además de entrenador; y aunque Jesús Palacios, encargado del proyecto rojiblanco mantuvo a los suyos serenos, le faltó en la charla táctica aquello de la motivación porque en el complemento poco o nada de esa hambre de triunfo.
Aquello le facilitó la vida a Puebla, creciendo a cada segundo para levantar los brazos de forma imperial en Aguascalientes.
El triunfo de la mini-franja también regala una lección a la ciudad en un año complicado: jamás dejar de creer cuando se tiene todo en contra. Los blanquiazules han firmado una historia de rebeldía, conquistando a los favoritos a la hora buena.