Tlaxcala, Tax. Entre los valores que más se atesoran entre la tauromaquia está el de la ilusión. Los ganaderos viven con la ilusión de que sus ejemplares en el ruedo puedan lucir bravura, calidad, fuerza y cualidades que distingan a la cabaña que representan; en los empresarios, existe la ilusión por ver los tendidos llenos y un gran ambiente entre los aficionados y colgar el cartel de “no hay boletos”; mientras que otro importante contingente busca vestirse de luces y jugarse la vida frente a un toro, es decir, vivir con la ilusión de ser torero. En Tlaxcala han surgido recientemente tres casos particulares, que valdría la pena destacar. Por un lado, el niño Daniel Nava “Pintas”, alumno de la escuela taurina de Tetla que fundó el matador José Luis Angelino. Daniel no es un joven de recursos económicos desahogados, mejor dicho, es un chico de condición media, normal. Con la ilusión de ver su nombre en los carteles de las plazas más importantes del mundo. A sus escasos 13 años, “Pintas” es un niño con cualidades y técnica para que no muy lejana la fecha, pueda debutar como novillero.
Sergio Alvarado “Checo”, oriundo de Apizaco, Tlaxcala, este torero no es precisamente joven. Cuenta con 36 años de vida. Su ilusión ha sido tener una oportunidad para demostrar que en él hay un torero de verdad. No goza de una posición económica cómoda, sin embargo, su perseverancia le permite mantenerse en pie. Trabaja y entrena, combina ambas actividades y no pierde oportunidad de torear en cualquier rincón donde lo inviten. Destaca su creatividad, pues incluso ha inventado lances con el capote como la “Harukeña” en honor a una aficionada japonesa. Hace un par de semanas, tuvo la oportunidad de matar un novillo de la ganadería de Tepetzala, en un festival en Apizaco, al cual le cortó meritoria oreja.
El doctor Samuel Villicaña. Un día, el rubio galeno decidió empezar a entrenar con unos amigos, para torear festivales de aficionados prácticos. Un hombre cercano a los cuarenta de edad, con una familia formada, esposa, hijos, una imagen ganada por su calidad como médico. Sin embargo, la ilusión por no dejar de torear lo hizo plantearse un proyecto serio. Debutar como novillero en Tlaxcala capital en un festejo formal. Y así fue, el pasado 19 de diciembre, el Dr. Villicaña le cortó una oreja a un gran ejemplar de la ganadería de Darío González. Al final de la novillada, tanto el Dr. Samuel como la ganadera Reyna González compartieron la vuelta al ruedo.
Por lo que queda de manifiesto que, en el mundo de los toros, para ejercer la actividad de torear, no se requiere edad, sino una gran ilusión y deseos de cumplir un sueño cada tarde.