/ viernes 12 de junio de 2020

[Audio] De gentil a patán: el confinamiento transformó al esposo de María en un hombre agresivo

Ella teme que en algún momento los insultos se transformen en golpes

María de 39 años es una mujer que hasta hace poco llevaba una vida en pareja de ensueño. El tema de la violencia intrafamiliar la ocupaba por antecedentes familiares y por algunas amigas que llevaban una mala o muy mala relación en casa con sus parejas.

Su esposo se caracterizaba por ser gentil, caballeroso, atento y otras cualidades que convertían su hogar en un lugar ameno, donde la estancia se disfrutaba.

“La verdad es que yo tenía una pareja muy dulce, era muy caballeroso, muy gentil, muy atento, muy servicial en todos los sentidos, desde ayudarme a recoger un plato y limpiar, hacer las labores de la casa…muy ¡muy gentil!”, platica a El Sol de Puebla.

La realidad de María, dedica al abastecimiento del super para otras casas, cambió durante el confinamiento. Su hogar pasó de ser placentero a no grato por los problemas y las agresiones verbales que comenzó a sufrir por parte del padre de su hijo de 2 años de edad.

En cuatro años de vivir en unión libre con su pareja, con quien tiene una relación sentimental desde hace más de una década, no había escuchado insultos, pero ahora las frases: “Eres un idiota”, “el dinero te tiene que alcanzar y no sé cómo le hagas”, “tienes muy consentido al niño”, se han convertido en el pan de cada día.

“La diferencia entre el antes y el ahora, es completamente distinta, todo le molesta, todo le irrita, todo el tiempo cuestiona la atención al niño”, dice al reconocer que su vida cambió desde el pasado 23 de marzo que se emitió la Jornada de Sana Distancia para prevenir la propagación del Covid-19.

Además, la situación económica influyó para que su compañero de vida sacara a flote su lado agresivo y la convivencia de 24 horas con su hijo, que aunque estaban juntos, él pasaba mucho tiempo fuera del hogar por motivos laborales.

“Ellos no están acostumbrados a tener un trato como el que una mamá tiene de 24 horas, ellos prácticamente si los ven dormir y comer, y de repente jugar los fines de semana es suficiente, pero ahorita con la situación del confinamiento han tenido muchos conflictos, groserías, violencia verbal, violencia física con mi hijo y pues si ha sido complicado en ese sentido”, confiesa.

Hasta el momento, María vive una situación muy complicada por las agresiones verbales para ella, y físicas para su hijo, a quien es importante aclarar que su pareja nunca le había pegado hasta antes del encierro, han sido una constante

Esta madre poblana declara sentirse prisionera e incómoda en su propio hogar, blanco de críticas e insultos, por lo que afirma experimentar terror a que dicho escenario pueda llegar a los golpes, razón que la ha llevado a optar por estar aislada de él, en cuartos separados.

“Llegué al punto de que trato de convivir lo menos posible con él, de aislarme dentro de mí misma casa, él está en una recamara y yo en otra porque no nos toleramos, y yo no voy a tolerar ni sus groserías ni sus desplantes porque no hay ninguna necesidad, además de que el niño no tiene por qué ver cosas que no le corresponden”, platica, pues ella exterioriza haber sido testigo de violencia intrafamiliar con su propia madre por parte de su papá.

Y es que la violencia contra la mujer tiende a aumentar en cualquier tipo de emergencia, incluidas las epidemias. Puebla ocupa a nivel nacional, la segunda posición en registrar más llamadas de emergencia relacionadas con incidentes violentos hacia las mujeres, siendo la agresión por parte de la pareja y la violencia familiar los principales auxilios telefónicos.

DE NIÑA Y ADOLESCENTE FUE TESTIGO DE VIOLENCIA CON SUS PADRES

Estela es su mamá, una fémina de 63 años que labora como agente de ventas, pero debido a su avanzada edad se encuentra confinada en su hogar al igual que su padre de 65 años de edad, quien a pesar de ser jubilado se dedica a la venta de productos de origen tecnológico.

Para ella, el periodo de aislamiento ha sido la prueba más difícil que ha tenido que enfrentar a lo largo de sus 39 años de matrimonio, pues a través de la voz de su hija María, confiesa que el ataque que vive actualmente es mayor al que enfrentaba unos ayeres atrás.

“Ella ha vivido violencia física desde hace muchos años y ahorita una violencia física mucho más fuerte, desde golpes, intentos de ahorcamiento, lesiones con cuchillo, sufrir patadas y lanzamientos en el piso”, revela.

La convivencia de 24 horas los siete días de la semana, a la que están sometidos sus padres por el confinamiento, ha vuelto la situación intolerante. Ella y sus cuatro hermanas tratan de minimizar los daños a su progenitora a través de visitas con los nietos a su hogar. “Tratamos de ponerle personas de por medio para que ella no sufra esta intimidación tan constantemente porque ella ya no está en una situación de ‘¿si va a pasar?’, sino de ‘¿cuándo, en qué momento y qué tan seguido’”, expresa.

Estela ha tratado de separarse en muchas ocasiones de su esposo, incluso ha interpuesto, por lo menos, unas ocho denuncias en su contra, sin embargo, ninguna ha tenido éxito, razón por la que actualmente no confían en las autoridades.

“Una ocasión peritos le tomaron fotografías de los rasgos de violencia, lo único que sucedió fue que metieron a mi papá a los separos alrededor de 8 horas y después de eso lo dejaron en libertad porque pues es su esposo, y es su esposo legal. Si estuvieran en otro tipo de circunstancia como la mía, decían que podía ser diferente, pero en el caso de ella que no, no podían apoyarla”, explica.

En otra ocasión, su madre se salió de su casa desesperada por el abuso, acompañada de sus hijas -menores de edad en aquel tiempo-, pero el marido respondió con una demanda por abandono de hogar e intentó quitarle la patria potestad de sus hijas, lo que la obligó a regresar a su lado.

A Estela le apena y le avergüenza esta situación que repercute hasta en el ámbito laboral, tanto que hasta sus propios jefes regionales han sido testigos del maltrato que vive por parte de su contrayente, ya que, en las videoconferencias, han llegado a escuchar cómo le grita y la tilda de “pendeja”.

Como María y como Estela, existen miles de casos no solo en Puebla, sino también en el país, pues de acuerdo con el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional y la información de las llamadas de emergencia 9-1-1, el primer lugar lo ocupa LA Ciudad de México con 15 mil 565 llamadas telefónicas, seguido del estado de Puebla con 6 mil 45.

María de 39 años es una mujer que hasta hace poco llevaba una vida en pareja de ensueño. El tema de la violencia intrafamiliar la ocupaba por antecedentes familiares y por algunas amigas que llevaban una mala o muy mala relación en casa con sus parejas.

Su esposo se caracterizaba por ser gentil, caballeroso, atento y otras cualidades que convertían su hogar en un lugar ameno, donde la estancia se disfrutaba.

“La verdad es que yo tenía una pareja muy dulce, era muy caballeroso, muy gentil, muy atento, muy servicial en todos los sentidos, desde ayudarme a recoger un plato y limpiar, hacer las labores de la casa…muy ¡muy gentil!”, platica a El Sol de Puebla.

La realidad de María, dedica al abastecimiento del super para otras casas, cambió durante el confinamiento. Su hogar pasó de ser placentero a no grato por los problemas y las agresiones verbales que comenzó a sufrir por parte del padre de su hijo de 2 años de edad.

En cuatro años de vivir en unión libre con su pareja, con quien tiene una relación sentimental desde hace más de una década, no había escuchado insultos, pero ahora las frases: “Eres un idiota”, “el dinero te tiene que alcanzar y no sé cómo le hagas”, “tienes muy consentido al niño”, se han convertido en el pan de cada día.

“La diferencia entre el antes y el ahora, es completamente distinta, todo le molesta, todo le irrita, todo el tiempo cuestiona la atención al niño”, dice al reconocer que su vida cambió desde el pasado 23 de marzo que se emitió la Jornada de Sana Distancia para prevenir la propagación del Covid-19.

Además, la situación económica influyó para que su compañero de vida sacara a flote su lado agresivo y la convivencia de 24 horas con su hijo, que aunque estaban juntos, él pasaba mucho tiempo fuera del hogar por motivos laborales.

“Ellos no están acostumbrados a tener un trato como el que una mamá tiene de 24 horas, ellos prácticamente si los ven dormir y comer, y de repente jugar los fines de semana es suficiente, pero ahorita con la situación del confinamiento han tenido muchos conflictos, groserías, violencia verbal, violencia física con mi hijo y pues si ha sido complicado en ese sentido”, confiesa.

Hasta el momento, María vive una situación muy complicada por las agresiones verbales para ella, y físicas para su hijo, a quien es importante aclarar que su pareja nunca le había pegado hasta antes del encierro, han sido una constante

Esta madre poblana declara sentirse prisionera e incómoda en su propio hogar, blanco de críticas e insultos, por lo que afirma experimentar terror a que dicho escenario pueda llegar a los golpes, razón que la ha llevado a optar por estar aislada de él, en cuartos separados.

“Llegué al punto de que trato de convivir lo menos posible con él, de aislarme dentro de mí misma casa, él está en una recamara y yo en otra porque no nos toleramos, y yo no voy a tolerar ni sus groserías ni sus desplantes porque no hay ninguna necesidad, además de que el niño no tiene por qué ver cosas que no le corresponden”, platica, pues ella exterioriza haber sido testigo de violencia intrafamiliar con su propia madre por parte de su papá.

Y es que la violencia contra la mujer tiende a aumentar en cualquier tipo de emergencia, incluidas las epidemias. Puebla ocupa a nivel nacional, la segunda posición en registrar más llamadas de emergencia relacionadas con incidentes violentos hacia las mujeres, siendo la agresión por parte de la pareja y la violencia familiar los principales auxilios telefónicos.

DE NIÑA Y ADOLESCENTE FUE TESTIGO DE VIOLENCIA CON SUS PADRES

Estela es su mamá, una fémina de 63 años que labora como agente de ventas, pero debido a su avanzada edad se encuentra confinada en su hogar al igual que su padre de 65 años de edad, quien a pesar de ser jubilado se dedica a la venta de productos de origen tecnológico.

Para ella, el periodo de aislamiento ha sido la prueba más difícil que ha tenido que enfrentar a lo largo de sus 39 años de matrimonio, pues a través de la voz de su hija María, confiesa que el ataque que vive actualmente es mayor al que enfrentaba unos ayeres atrás.

“Ella ha vivido violencia física desde hace muchos años y ahorita una violencia física mucho más fuerte, desde golpes, intentos de ahorcamiento, lesiones con cuchillo, sufrir patadas y lanzamientos en el piso”, revela.

La convivencia de 24 horas los siete días de la semana, a la que están sometidos sus padres por el confinamiento, ha vuelto la situación intolerante. Ella y sus cuatro hermanas tratan de minimizar los daños a su progenitora a través de visitas con los nietos a su hogar. “Tratamos de ponerle personas de por medio para que ella no sufra esta intimidación tan constantemente porque ella ya no está en una situación de ‘¿si va a pasar?’, sino de ‘¿cuándo, en qué momento y qué tan seguido’”, expresa.

Estela ha tratado de separarse en muchas ocasiones de su esposo, incluso ha interpuesto, por lo menos, unas ocho denuncias en su contra, sin embargo, ninguna ha tenido éxito, razón por la que actualmente no confían en las autoridades.

“Una ocasión peritos le tomaron fotografías de los rasgos de violencia, lo único que sucedió fue que metieron a mi papá a los separos alrededor de 8 horas y después de eso lo dejaron en libertad porque pues es su esposo, y es su esposo legal. Si estuvieran en otro tipo de circunstancia como la mía, decían que podía ser diferente, pero en el caso de ella que no, no podían apoyarla”, explica.

En otra ocasión, su madre se salió de su casa desesperada por el abuso, acompañada de sus hijas -menores de edad en aquel tiempo-, pero el marido respondió con una demanda por abandono de hogar e intentó quitarle la patria potestad de sus hijas, lo que la obligó a regresar a su lado.

A Estela le apena y le avergüenza esta situación que repercute hasta en el ámbito laboral, tanto que hasta sus propios jefes regionales han sido testigos del maltrato que vive por parte de su contrayente, ya que, en las videoconferencias, han llegado a escuchar cómo le grita y la tilda de “pendeja”.

Como María y como Estela, existen miles de casos no solo en Puebla, sino también en el país, pues de acuerdo con el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional y la información de las llamadas de emergencia 9-1-1, el primer lugar lo ocupa LA Ciudad de México con 15 mil 565 llamadas telefónicas, seguido del estado de Puebla con 6 mil 45.

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