Un perro menos en la calle no cambia el mundo, pero si cambia positivamente la vida del perro y de quien lo acoge: “una persona común que hace por amor lo que debería ser obligación de toda la sociedad”.
Entre lengüetazos y colas felices, en El Refugio de Monty dan la bienvenida a perros que han conocido el lado más oscuro del corazón humano, como Lalito, un maltés ciego producto de un criadero clandestino; Chester, un cocker al que lanzaron en un contenedor y fue encontrado con inanición; Chocolata, una pitbull utilizada para peleas y reproducción; Ursus, un perro con cáncer utilizado para hacer experimentos; Cheto, un apuñalado catorce veces por su dueño alcoholizado; o Gaita, a quien le lesionaron la médula espinal de un palazo.
Con gran esmero y dedicación, pero sobre todo con mucho amor, Angela Monty y su esposo, José Antonio Llarena, han levantado este refugio para darle una vida digna a peludos que han vivido situaciones extremas. Ellos no son ricos, solo son personas comunes que con su profundo amor a los animales, han hecho de esto, una forma de vida.
El matrimonio lleva más de 20 años dedicado a esta labor y ha tenido que renunciar a “la vida” como la conocemos, para desempeñar un trabajo de 24 horas los 365 días del año, sin días festivos ni vacaciones, pero eso sí, alimentando su alma con la recuperación y felicidad de sus peludos.
“Uno nace amando a los animales, respetando la vida y mucho tiene que ver la educación de los padres. El destino nos unió porque mi esposo es igual que yo”, asegura Monty.
Entre pastizales se levantan las bardas que en un área de dos mil 500 metros cuadrados, dan cobijo a 116 perros, más de 20 recibidos durante la pandemia. Para alimentar diariamente a la manada se necesitan 50 kilos de croquetas, casi 500 gr para cada uno. Todos han sido rehabilitados, esterilizados, vacunados y desparasitados, con sus propios medios.
“Durante la pandemia se ha incrementado el maltrato y el abandono; también ha bajado mucho la ayuda económica que recibíamos de personas que aman a los animales. Como todos, han tenido problemas en su trabajo o negocio y se le ha hecho más difícil ayudar”, señala Toño.
Para solventar los gastos del refugio, que son muchos y muy fuertes, venden productos o hacen rifas por internet. Las pláticas en escuelas de “tenencia responsable” a cambio de croquetas, eran de mucha ayuda pero esto se acabó hasta que haya clases presenciales.
Su programa de entrenamiento para dar perros en adopción a niños que sufren epilepsia está parado por la pandemia. Esto no les genera ingreso pero ayuda mucho porque se abre la oportunidad de que el refugio pueda recibir otro perro.
COMUNIDAD CANINA
El Refugio de Monty se volvió una comunidad, tanto que muchas personas que los siguen por redes sociales apoyan no solo con dinero, también rescatando a los perros.
La prioridad son los casos más urgentes o que su vida está en riesgo, porque son los que más lo necesitan: atropellados, violentados, desnutridos, etcétera. De acuerdo con la necesidad del perro, se necesitará tiempo y dinero. Cuando llega un perro se pone en cuarentena, se rehabilita, se desparasita y se vacuna, al final se esteriliza.
Reciben 10 reportes diarios, la mayoría son perros extraviados que se suben a las redes para encontrar a sus dueños y que alguien cercano los resguarde.
ADOPCIONES EXITOSAS
Para la adopción no se pide nada a cambio, mucho menos dinero, con todo y que cada peludo se entrega a su nueva familia desparasitado, esterilizado, con su cartilla de vacunación completa y su placa de identificación. “No queremos condicionar una posible adopción. Lo único que queremos es que nuestros perros sean más felices de lo que son aquí”, enfatiza el matrimonio.
Ellos se aseguran de que cada perro se vayan con familias que los quieran mucho, que tenga un espacio adecuado y que se comprometan a velar por sus necesidades (alimentación, atención médica, cobijo).
LOMITOS QUE ALEGRAN
Pipo, Federico, Baguira, Balú, Nieve, Bob, Frijol, Mamba, Pulga, Pantera, Tomás y todos los lomitos del refugio, orquestan una sinfonía de ladridos que alegra el corazón.
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El perímetro está acondicionado con jaulas con grupos de perros, adaptadas con techos y casitas o cuartos donde duermen. En la parte central está el área de recreo, un espacio más grande para la diversión de los peludos.
También hay una alberca para las hidroterapias de perros en rehabilitación o discapacitados, como Perla, Cachetes y Blue que duermen en un cuarto especialmente para ellos.
“Nadie tiene obligación de donar al refugio, pero tenemos la ilusión de que un día llegue un tráiler lleno de croquetas, porque es lo que más nos hace falta”, concluye Monty.
PARA AYUDAR: dona croquetas o dinero, se voluntario para pasear y bañar a los perros, adopta responsablemente o regálales artículos nuevos, para rifas o usados para utilizar en el refugio como toallas, cobijas, cubetas, camitas o madera para las casas. Búscalos en Facebook: El Refugio de Monty A.C y al WhatsApp 2222528899