Aunque en realidad José María Morelos y Pavón fue el más honrado, íntegro y cabal de los libertadores, en realidad su secreto más obscuro, literalmente, está ligado a su origen racial, relata el arqueólogo Eduardo Merlo.
“Era mulato y en aquellos tiempos el mulato no valía nada, su mamá, y aquí se ve como la corrupción ha sido de todos los tiempos, cuando lo llevaron a bautizar le dio una mordida al cura para que en el acta en la partida de bautizo pusiera mestizo”.
Fue así como el llamado Siervo de la Nación logró escalar entre la sociedad, ordenarse sacerdote y convertirse en uno los próceres de la patria, pues de haberse quedado como mulato, sin la intervención del sacerdote que lo bautizó, hubiera sido un esclavo más.
“Porque quien clasificaba a la gente era el cura, veía el chamaco y si lo veía prietito lo bajaba y si lo veía blanquito lo subía, si estaba blanco ponía español, si empezaba a volverse medio oscurito ya lo iba a clasificando”.
Por cierto que aquí se aplica un refrán más: “Lo que no has de querer, en tu casa has de tener”, y es que pese a ser uno de los grandes libertadores de México, Morelos tuvo un hijo traidor, sí, un hijo y además traidor.
Se trató de Juan Nepomuceno Almonte, que por cierto no fue reconocido por Morelos como hijo debido a su investidura como sacerdote, pero quien habló con Napoleon III para que mandara un emperador europeo a México.
“Él dijo Juan Nepomuceno, porque estaba de moda ese santo, y de apellido Almonte, y ¿por qué, le preguntaron después? Almonte pues porque nació en el monte, no le podía poner Morelos, no lo podía reconocer, aunque quisiera”, puntualiza Merlo.