Marco Antonio Orea Mendieta, quien presenta discapacidad auditiva, aprendió la Lengua de Señas Mexicana cuando estudió la preparatoria, ya que en los primeros años de su vida enfrentó distintas barreras para desarrollarse a nivel personal y académico. Hoy, a sus 50 años de edad, dijo que observa cómo las personas con sordera siguen padeciendo la falta de inclusión social.
EL SOL DE PUEBLA platicó con Marco en su oficina. Trabaja en el Sistema Estatal DIF desde el 2002 y aunque ahora ya tiene la capacidad de hablar, gracias a las terapias que ha recibido y a un aparato auditivo, prefirió conversar con el lenguaje que lo ha acompañado la mayor parte de su vida: el de señas. Lizbeth Castro Hernández, intérprete de dicha lengua en la dependencia, nos auxilió para tal fin.
Marco catalogó sus primeros años de vida como difíciles, su madre lo tuvo a la edad de 17 años y las complicaciones en el parto provocaron, de cierta forma, su discapacidad auditiva. Fue hasta que tenía un año de edad que sus padres se percataron de su condición y entonces su papá decidió abandonarlos, porque no soportó el hecho de que su hijo tuviera sordera.
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Recordó que su educación básica fue muy difícil, su madre se esforzó por llevarlo a una institución dedicada a atender a niños con capacidades diferentes, pero al ser tan variadas las necesidades de los alumnos, no tuvo el apoyo suficiente.
Desde ese momento, dijo, sufrió discriminación y burlas porque “los otros niños lo veían raro y no querían jugar con él”, motivo por el que pasaba ratos obligados de soledad; también se le dificultaba aprender a leer y a escribir, por lo que dependía del apoyo de sus compañeros y docente.
“Su maestra y sus compañeros le ayudaban a comunicarse, siempre le hacían papelitos, se los mostraban y así, ese era su medio de comunicación, por lo mismo que él no podía escuchar bien y el volumen de su oído era bajo porque todavía no usaba el auxiliar, siempre, siempre, sus compañeros lo ayudaron a que se comunicara con papelitos”, tradujo Lizbeth.
Hasta que Marco tuvo la oportunidad de conocer a otras personas sordas, mientras cursaba el nivel medio superior, fue que pudo aprender la lengua de señas y mejorar su comunicación; eso le abrió paso para cursar la licenciatura en derecho, en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, donde obtuvo el título de abogado.
No obstante, incorporarse al ámbito laboral fue otro gran problema. Intentó en la entonces Procuraduría General de Justicia del Estado, en el área de ministerio público, con el objetivo de realizar su servicio social y quizá tener una oportunidad de trabajo, pero la instancia lo rechazó argumentando que su discapacidad “podría generarles problemas”.
Como segunda opción acudió a la entonces Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol) en donde tampoco le dieron trabajo, así que estuvo un tiempo desempleado hasta que finalmente obtuvo una oportunidad en el Sistema Estatal DIF.
Su vida, insistió, no ha sido ni es fácil, ya que, a diferencia de una persona sin discapacidades, él no puede disfrutar de los mismos espacios públicos, así como alternativas de entretenimiento, y ha sufrido rechazo de su propia familia debido a su condición, característica que ahora asimila y acepta sin que eso signifique que no le importa.
“Sí es difícil, por ejemplo, dice que fue al cine a ver una película, pero no había subtítulos y entonces no pudo leer, pero también es difícil para él estructurar el español porque no lo entiende o no lo comprende bien, igual cuando va a museos es lo mismo a la hora de leer, a la mejor sí explican, pero él como persona con discapacidad auditiva no entiende del todo”, tradujo la intérprete.
Marco consideró que falta mucho para que las personas con sordera dejen de sufrir exclusión, se necesitan nuevas leyes, que las personas con esta condición reciban educación específica y que los padres de niños con discapacidad auditiva los impulsen y motiven a desarrollarse, en vez de asumir que no podrán hacerlo.
“A la sociedad le falta mucho para entender este tipo de capacidad, la manera de comunicarse, el ayudar a diferentes personas con discapacidad, en este caso a personas sordas, ya que en algunos servicios no hay quién los apoye y siempre está esa barrera, aparte de servicios en la educación y siempre, siempre, se ha visto esa discriminación y ese rechazo social”, expuso.
Para concluir la entrevista, envió un mensaje a la comunidad con sordera en sus dos lenguas, el español y la de señas: “Por favor luchen por sus sueños, no importa qué tan diferentes sean sus discapacidades, sea sordera, intelectual o alguna discapacidad física, no permitamos que una sociedad nos discrimine por ser diferentes, porque todos tenemos derecho a tener igualdad”.
LENGUAJE DE SEÑAS, UNA LENGUA VIVIENTE
Miriam Lizbeth Castro Hernández es intérprete de Lengua de Señas Mexicana desde hace siete años; la aprendió mientras cursaba la Licenciatura en Desarrollo Integral Infantil para poder comunicarse con uno de sus amigos y desde entonces se ha profesionalizado en la materia.
Refirió que al igual que el español, esta se actualiza y se adapta a las condiciones y necesidades del mundo, sin embargo, un dato importante es que la lengua de señas mexicana es única y distinta a las de otros países.
“Es una lengua viviente y siempre va cambiando, hay unas señas que van a cambiar, no van a ser las mismas siempre, se van renovando y entonces siempre tienes que estarte preparando en congresos, clases y diplomados (…) van cambiando señas o se van tomando préstamos lingüísticos cuando no hay una seña en México”, compartió.
Consideró que en la actualidad hay mayor número de intérpretes o personas interesadas en aprender este lenguaje, no obstante, todavía falta mucho para alcanzar la inclusión de las personas con discapacidad auditiva, ya que para ello la mayoría de las y los mexicanos deberían conocer aspectos básicos de la lengua.
“El aprender lengua de señas mexicana te ayuda porque puedes ayudar y tú mismo puedes entender a las personas con discapacidad auditiva, las puedes ayudar en una emergencia, para dar alguna información, es decir es una forma de comunicarte y de poder generar esa inclusión y esa empatía a nivel social”, concluyó.
CASI 400 MIL PERSONAS EN PUEBLA NO ESCUCHAN O NO HABLAN
En el estado de Puebla, un millón 16 mil 831 personas tienen alguna condición de discapacidad o limitante, es decir el 15.4 por ciento de la población, de acuerdo con el Censo de Población y Vivienda 2020, realizado por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI).
De dicha cifra, 274 mil 165 personas no pueden oír, pese a contar con un aparato auditivo, es decir, el 24. 4 por ciento (una cuarta parte) del conjunto estatal de personas con discapacidad, mientras que 118 mil 161 no tiene la capacidad de hablar o comunicarse, el equivalente al 16.4 por ciento. La mayoría de las personas con discapacidad auditiva son mujeres, mientras que son más hombres los que no pueden hablar.
A nivel nacional, son más de siete millones de personas las que padecen discapacidad auditiva, de las cuales 580 mil son niñas, niños y adolescentes, de acuerdo con el mismo instituto.