Aunque el SARS-CoV2 es un virus nuevo que llegó a modificar nuestra forma de vivir por las afectaciones que causa en la salud, el coronavirus ya existía en el mundo e incluso llegó ser utilizado como un beneficio en la industria alimentaria.
Fue en 1946 que investigadores de la Universidad de Purdue en Indiana descubrieron que un mal afectaba las entrañas de cerdos jóvenes, causándoles diarrea, vómito, pérdida de peso e incluso la muerte a la mayoría de ellos.
Era tal la magnitud del problema que muchas granjas porcinas de Estados Unidos resultaron devastadas con el hecho y es que el problema se podía agudizar al alimentar a los lechones sanos con pedazos triturados de las tripas de un cerdo enfermo.
Después de diversas investigaciones se concluyó que se trataba de un coronavirus mismo que fue denominado como virus de la gastroenteritis transmisible (TGEV), que nunca infectó a un humano aunque se extendió por el mundo en la década de 1970 e incluso su relación con el SARS-CoV2 es prácticamente nula.
Y es que tiempo después esta enfermedad desapareció, de acuerdo a los expertos, luego de que una variante de la TGEV que era más transmisible pero menos dañina, inmunizó a los cerdos contra el virus original, incluso calificaron a esta variante como una “vacuna creada por la naturaleza”.
VARIANTE ÓMICRON, ¿LA VACUNA NATURAL CONTRA EL SARS-CoV-2?
Retomando este suceso, algunos investigadores se han cuestionado si la más reciente variante del SARS-CoV-2, la Ómicron podría cumplir este papel y darle un giro similar a la pandemia de la Covid-19, aunque hasta ahora esta mutación ha producido una cantidad considerable de enfermos graves e incluso de fallecidos.
Cabe destacar que a diferencia de las vacunas contra la Covid-19, las vacunas veterinarias que se desarrollaron contra la TGEV tuvieron poco impacto y no pudieron detener las pérdidas en la industria ganadera, por lo que los agricultores europeos se sintieron aliviados cuando la enfermedad comenzó a disminuir.
Y es que aunque las camadas continuaron dando positivo al TGEV, no se presentaron malestares y por el contrario aumentó el porcentaje de cerdos con anticuerpos, esto debido a que atacó diferentes tejidos, pues mientras el original prefirió las células del tracto gastrointestinal, la mutación optó por las de la tráquea, los bronquios y los pulmones, por lo que fue llamado coronavirus respiratorio porcino (PRCV).
Por otra parte, la sospecha de si la variante Ómicron podría convertirse en la “vacuna natural” contra otras cepas radica en que tiene un "tropismo" diferente al SARS-CoV-2 original y otras variantes, pues se dirige a los bronquios en el tracto respiratorio superior en lugar de a los pulmones, además de que en comparación con variantes anteriores, al igual que el PRCV, se propagó mucho más fácilmente.
Por otra parte se especula que el origen del PRCV se remonta a un laboratorio, pues consideran posible que haya evolucionado a partir de una posible vacuna contra la TGEV creado a partir del virus original en cultivo celular y el cual se encontraba aún vivo en la vacuna, por lo que podría haber mutado en animales vacunados.
Cabe destacar que la investigación sobre PRCV y TGEV comenzó a recibir una financiación más importante después de que en 2002 surgió una enfermedad mortal por coronavirus humano, el síndrome respiratorio agudo severo, que mostró códigos de secuencia de PRCV.
Los investigadores también destacaron que los casos de enfermedad grave que se han presentado por la Ómicron, se están presentando mayormente en personas que no han sido vacunadas o carecen de inmunidad contra una infección natural.