Después de una larga lucha, grupos ambientalistas defensores de los derechos de los animales sumaron esfuerzos para poder liberar a Keiko, la orca que inspiró la emotiva película de Liberen a Willy.
Al final de toda esta travesía, logaron cumplir con su objetivo, sin embargo, la salud de este ser estaba muy deteriorada, por lo que falleció y hoy se cumplen 18 años de su lamentable deceso; por eso aquí te contamos su historia completa.
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Todo comenzó en el año de 1979, cuando esta ballena fue secuestrada de su hogar en las costas europeas de Islandia con tan solo dos años de edad; las trasladaron a diferentes países, y estuvo deambulando en varios parques.
¿CÓMO FUE LA TRAVESÍA DE KEIKO?
Su primera parada fue en un acuario ubicado en su país de origen, ahí ella podía convivir con otras especies de su mismo tipo. De ahí se la llevaron a Canadá para ser usada como objeto de atracción en diferentes espectáculos.
Lo peor comenzó cuando fue traída a la Ciudad de México, aquí la tuvieron en cautiverio en un parque llamado “Reyno Aventura,” ahí estuvo desde 1986 hasta 1996; y durante estos años permaneció sola en un estanque.
Más tarde, comenzó a ser ocupada para aparecer en diferentes producciones audiovisuales. Su primera participación fue en 1987, en la telenovela mexicana “Quinceañera.” Tiempo después la usaron para la película estadunidense “Keiko en peligro.”
De ahí, en el año 1993, los estudios “Warner Bros. Pictures,” la utilizaron para la película de “Liberen a Willy,” en donde contaron la historia de esta orca, esto ocasionó que las personas empezaran a ver la problemática en la que estaba, así que iniciaron a exigir su liberación inmediata.
Luego de las presiones y las exigencias de los interesados, lograron ponerla en libertad, para ello debían prepárala para enfrentar el mar abierto, ya que tenía varios problemas importantes, como la desnutrición.
LA LIBERACIÓN DE LA ORCA
Lo primero fue hacer que subiera de peso, porque tenía 500 kilos menos de los que necesitaba para sobrevivir en las frías aguas de Islandia. Luego intentaron entrenarla para que pudiera convivir con otras ballenas.
Esto fue muy complicado porque ella no había desarrollado la capacidad suficiente para nadar a la misma velocidad que sus compañeras, lo que ocasionaba que se quedara siempre atrás. Ella tampoco podía conseguir alimento por sí misma.
No pudo adaptarse a la vida salvaje, en sus últimos días estuvo rodeando las costas de Noruega donde la gente intentaba alimentarla. A pesar de ser liberada, en 1996 murió por una neumonía a la edad de 26 años, un 12 de diciembre del 2003.