MADRID.- La misma carretera que la había hecho inmortal en elcine en “To catch a thief” terminaba, hace 33 años, con lavida de Grace Kelly, actriz convertida en princesa,máxima expresión de la rubia de Hitchcock, símbolo vigente deelegancia y glamur y matriarca del mediático clan Grimaldi.
Grace Kelly, entonces Gracia de Mónaco, perdía la vida el 14de septiembre de 1982 en el hospital de Montecarlo que lleva sunombre, un día después de un accidente de automóvil que daba ungiro de 180 grados al cuento de hadas de la actriz que enamoró aun príncipe.
LA MEJOR MUSA DE HITCHCOCK
Pero su historia no era la del patito feo convertido en cisne.Grace Kelly había nacido guapa y rica en Filadelfia en 1928, hijade un constructor multimillonario y ganador de variasmedallas olímpicas en remo que le llevó a las mejores escuelasdel país.
Tras estudiar Arte Dramático en Nueva York, su posearistocrática y su belleza pluscuamperfecta no tardaron en llamarla atención de Hollywood, donde le reservaron papeles de rubiacándida en “High Noon”, junto a Gary Cooper, y “Mogambo”,en la que la futura princesa compartió cartel con el “rey deHollywood”, Clark Gable.
Un hombre experto en hacer explotar el volcán que se escondedetrás de lo gélido, Alfred Hitchcock, encontró en ella a lamejor de sus musas, la que detonó su imaginaciónmás calenturienta y le inspiró algunos de sus mejoresdiálogos.
Todo empezó con “Dial M for Murder”, con la que el mago delsuspense experimentó con las tres dimensiones ahora tan en boga.La escena en la que Kelly comete un asesinato en defensa propiacon unas tijeras de oficina quedó en la retina de variasgeneraciones de espectadores.
Luego llegaría “Rear window”, sublimación del espíritu“voyeurista” de Hitchcock, quien aprovechaba la intriga paraironizar sobre las relaciones de pareja entre la bellísima mujerque era Grace Kelly y un James Stewart impedido en su silla deruedas.
UN OSCAR Y UN MATRIMONIO COMO DOTE
Pero quizá la película en la que más deslumbró Kelly fue, encambio, la que está considerada un clásico menor en lafilmografía del orondo cineasta: “To catch a thief”, trama desuspense que, en cambio, brillaba como alta comedia casi devodevil.
Con un exquisito vestuario de Edith Head y un juego erótico dealto voltaje con Cary Grant aplacado por los corsés de la época(era 1955), la pícara aristócrata a la que daba vidaKelly nadaba en el Mediterráneo, asistía a bailes de máscarasde la aristocracia francesa y conducía de manera temeraria porlas carreteras de la Costa Azul.
“¿De quién son esos jardines?”, le preguntó Grace Kellyal guionista de la película, John Michael Hayes, en uno de losdescansos de las escenas en exteriores. “Del príncipeGrimaldi”, le respondió él. Doce meses después, cuandopresentó en Cannes “The country girl”, lo conoció enpersona.
Rainiero de Mónaco tenía 33 años y ella 28 cuando el 19 deabril de 1956 protagonizaban la que fue considerada la boda delsiglo en la catedral de San Nicolás, a la que acudieronDavid Niven, Gloria Swanson, Ava Gardner y Conrad Hilton, entreotros.
Hollywood le dio como dote un Óscar por aquella película queles había unido, dejando a la favorita, Judy Garland, con lasganas. Mónaco le dio su corona.
Princesa como papel vitalicio
Pero, ¿qué benefició más a quién? El sueño de ser princesapor parte de Grace Kelly combinó a la perfección con la necesidadde Montecarlo por revitalizar su calidad de capital de la jetset.
Mientras la rebautizada Gracia daba a Rainiero la descendencianecesaria para mantener la independencia del principado -con susvástagos Alberto, Carolina y Estefanía-, también atraía losnegocios, llenaba sus casinos y hacía a sus playas cotizar alalza.
Grace Kelly creó el baile anual de la Cruz Roja, citaineludible para las clases altas europeas que se sumó altradicional Baile de la Rosa, que había sido creado en 1954 perotambién recibió una inyección de glamour desde que ella formabaparte de la familia Grimaldi.
Pero cuando intentó volver al cine con Hitchcock en“Marnie” recibió la negativa de palacio por una cuestión deimagen, pues no les pareció lo más adecuado ver a suprincesa interpretando a una cleptómana.
Su glamour quedaba reducido a las revistas de estilo y moda,como musa de firmas como Givenchy -que diseñó su vestuario parasu encuentro con la familia Kennedy en 1961- o como portadora del“Kelly”, bolso de Hermès que tomó su nombre. Y su vida,circunscrita a un papel vitalicio, el de gran anfitriona y perfectaconsorte, de madre elegante e impecable bañista de la costamonegasca.