El dato oficial de 16 mil 747 poblanos fallecidos por la Covid-19 cobra rostro al escuchar las historias de aquellos que perdieron a un ser querido y que, en algunas familias, el virus se aferró de tal forma que les quitó a más de un integrante. Gabriela Pastrana no solo tuvo que afrontar la pérdida de tres tíos muy queridos, también padeció el dolor de despedirse de su padre, duelo que aún sigue latente en su corazón.
Gaby, como le decía su padre de cariño, necesita tomar una profunda bocanada de aire y lanzar un suspiro para tomar la fuerza suficiente antes de abrir esa caja de recuerdos que marcaron su vida para siempre. Y no fue para menos. La pandemia le dejó profundas huellas emocionales al llevarse a su tía, Pilar; a su tío, Marcelo; a su padre, Carlos; y a su tío, Beto. A todos en menos de un mes.
La vida de la familia Pastrana cambió sorpresivamente. El mortal virus los sorprendió en un parpadeo. Fue a mediados del 2021 que la enfermedad cobró la vida de la primera víctima, su tía Pilar.
“Después del fallecimiento de mi tía, todos se empezaron a enfermar. Estuvimos en el duelo de los nueve días y posteriormente empezaron los síntomas: temperatura y tos. En la familia somos alrededor de 20 personas y la mayoría se empezaron a enfermar”, comparte.
En su hogar, antes del fallecimiento de su padre, eran cuatro integrantes: su mamá, su papá, su hermano y ella. Su madre fue quien empezó con los primeros signos de la enfermedad, momento en que la preocupación empezó a hacerse evidente.
“Cayó en cama”, recuerda en voz alta. Esta fue la primera señal que detonó la alerta. Sin dudarlo la llevaron con un médico quien le dio un primer tratamiento para controlar la tos, pero la enfermedad no cedía. Fue así que emprendieron un recorrido con diferentes médicos. El último diagnóstico resonó en su alma: dio positivo a Covid.
A pesar de que en aquel momento ya se había aprobado la aplicación de vacunas anticovid en el país, el número de contagios y de fallecimientos en la entidad seguía cobrando víctimas, por lo que la preocupación era latente.
Cada llamada anunciaba malas noticias
A los pocos días de haber recibido el diagnóstico de su mamá, su papá empezó con los síntomas, por lo que ambos iniciaron con el resguardo domiciliario. Ahora sus padres necesitaban de su hija de 27 años, quien en ese momento se convertiría en el sustento familiar y la pieza fuerte de la familia.
Mientras ella junto con su hermano se enfrentaban al padecimiento de sus padres, en la casa de sus primas la historia se repetía. Sus tíos también se habían enfermado gravemente de Covid.
“Cada quien estaba en su casa, todos con oxígeno. Los primos éramos los que estábamos cuidando a nuestros papás y por llamadas nos comunicábamos para saber cómo iban evolucionando. Cada quien tenía un médico particular y cada quien, a su manera, veía cómo enfrentar las circunstancias”, relató.
Conforme los días transcurrían, recibir una llamada al celular entre los primos se convirtió en momentos de ansiedad.
“Fue muy doloroso para toda la familia. A la fecha me cuesta hablar de todo esto porque fue un mes muy difícil para todos. Había mucha angustia al recibir las llamadas y escuchar ‘¿cómo está tu mamá?’, ‘¿cómo está tu papá?’, ‘y el tuyo, ¿cómo está?’. Recibíamos una llamada y nos decían ‘ya falleció uno’, ‘ya falleció otro’, ‘y otro’; y nosotros decíamos ‘no puede ser’”.
Incluso recuerda que, durante el novenario de su tía Pilar, a la par estaban velando a otro de sus tíos, que había permanecido un mes en el hospital y que finalmente falleció por Covid.
“Fue muy difícil porque prácticamente nos quedamos las mujeres al frente de las familias. Fue muy triste ver que mis tías quedaron viudas y que mis primas también perdieron a su papá. Definitivamente, fue un mes muy complicado”.
De los seis hermanos, cuatro perdieron la vida a causa de este virus notificado por primera vez en Wuhan, China, el 31 de diciembre de 2019. Para octubre del 2021, la enfermedad provocó una ruptura abrupta de la vida cotidiana de la familia Pastrana. A inicios de ese mes falleció Pilar; el 6 de octubre, su tío Marcelo; el 17 de octubre, su padre, Carlos; y solo tres días más tarde, es decir, el 20 del mismo mes, su tío Beto.
Sin duda, el duelo retumba en su corazón. Gaby toma una pausa para poder continuar. Abrir este capítulo de su vida, no es fácil.
Y aunque le resulta difícil mantener la voz firme, su ánimo se renueva al recordar a su padre.
Fue un padre muy amoroso
“Fue un padre muy amoroso, siempre vio por nosotros. Yo le doy las gracias, primero porque decidió tenerme. Le doy las gracias por la gran familia que me dio, por todas las enseñanzas y por cada momento vivido. Le doy las gracias por levantarse todas las mañanas para irme a dejar a la escuela y al trabajo, y por siempre estar al pendiente de mí”, compartió con mucho consuelo.
Asegura que este sentimiento fue precisamente lo que le dio la fuerza para cuidar de él hasta el último de sus días.
“Al final se nos complicó mucho porque mi papá tenía que usar el oxígeno más tiempo y ya necesitaba cuatro tanques de oxígeno al día y ya era demasiado, entonces decidimos llevarlo al hospital y ahí fue donde le dio un paro cardiaco porque le dijeron que sus pulmones estaban totalmente destrozados”.
Aprendemos a valorar a las personas que tenemos
A un año y medio de su muerte, Gaby reconoce que no es fácil perder a los seres queridos, y simplemente uno aprende a vivir si ellos, sin embargo, asegura que es una oportunidad para valorar y cuidar de aquellas personas que aún tenemos en vida y con quienes se comparten momentos especiales:
“Muchas veces tenemos a las personas y no les hacemos ni una llamada. Yo recuerdo mucho a mi tío Marcelo, que todos los días nos hablaba para desearnos un buen día; y hoy quisiera recibir una llamada de él”.
Aunque su padre ya no se encuentra físicamente, el recuerdo de sus consejos, de sus palabras, de sus cuidados y de sus exquisitas gelatinas -que eran su mejor especialidad- quedarán grabadas en su mente como una manera de honrarlo y de agradecerle por haberlo disfrutado hasta sus 71 años de vida.