El confinamiento derivado de la pandemia ha provocado sentimientos de tristeza, ansiedad y aburrimiento en todos los miembros de la familia y, si ha sido difícil de llevar para los adultos, ¿cómo ha sido para los niños, que han tenido que adaptarse rápidamente a una nueva vida con más tareas y, peor aún, sin amigos?
Magali Becerra Romero, maestra en Psicología, especialista en psicoterapia para niños y adolescentes y médico del Consultorio Psicología Integral de Puebla, dice que es normal que los niños se sientan ansiosos y estresados, primero porque algunos no cuentan con las herramientas necesarias para tomar clases y, segundo, porque los espacios destinados para el estudio de los niños en sus casas dificultan el aprendizaje, esto junto con las formas y contenidos que se han estado impartiendo, que no son lo mismo que si fueran expresados de forma presencial.
Expone que ir a la escuela tiene que ver con hábitos y disciplina: levantarse, desayunar, acudir al colegio, tomar clases, salir al recreo, hacer trabajo en equipo, etcétera; y el contacto entre pares es esencial para sentirse bien y aprender. Cuanto más tiempo persista la crisis, más profundas serán sus repercusiones en la educación, la salud, la nutrición y el bienestar de los niños.
SIN AMIGOS Y SIN ABRAZOS
“Lo que más extraño es ir a la escuela y hablar con mis compañeros porque me desahogo con ellos”, asegura Cinthya Soledad Martínez Bonilla, quien con 11 años de edad está cursando el quinto año de primaria… desde casa.
Ella no toma clases en línea, así que la interacción con sus compañeros y maestros ha sido nula. Su aprendizaje es a través de un cuadernillo que abarca todas las materias y que tiene que comprar cada lunes. Lee y contesta las preguntas y cuando tiene dudas le habla a su maestra para que le explique. Cada viernes le toma foto a las hojas y las manda por Whatsapp, como evidencia.
El único momento en el que podría interactuar con sus compañeros es en la rutina de educación física, una vez a la semana, pero no lo hace porque no cuenta ni con computadora ni con acceso a internet.
“Cuando termino de estudiar le pido permiso a mi mamá y salgo al jardín un ratito, pero me aburro mucho y me pongo de malas, entonces agarro mi slime, que es una masa que puedo apachurrar y estirar y así me relajo”, comparte.
“Lo malo de la pandemia es que no podemos abrazarnos y hay una enfermedad que nos vino a desgraciar porque hay muchos niños que sufren de hambre y muchas personas se están quedando sin trabajo; ya no sabemos si vamos a morir de Covid o de hambre”, sentencia.
PEDALEAR Y COCINAR
“La situación actual nos hace reflexionar acerca de lo que no valoramos y lo que somos, pero también provoca que nadie esté en contacto con su familia o amigos porque hay una enfermedad mundial y hay que ser conscientes”, comenta María José Reyes Antona, quien también tiene 11 años de edad y toma clases de sexto grado en línea.
Dice que extraña mucho el aprendizaje presencial y los recreos con sus amigos, sobre todo estar con ellos. Todos los días hace ejercicio porque le gusta mucho, además asegura que así se mantiene ocupada y no se estresa, porque muchas veces se harta de estar en la casa; por eso toma clases en línea de cheerleading (porras) y los fines de semana sale a pedalear en bicicleta con su papá al aire libre.
Derivado del aburrimiento que le provocó el confinamiento se puso a cocinar postres con la ayuda de su mamá, quien dice que lo hace muy bien y por eso la motivó a crear un canal de YouTube: The Little Cooking-MJ, en el que dos veces al mes sube un video de la preparación de un postre divertido.
BAILAR Y CANTAR
Natalie Elizabeth Ponce López tiene 14 años y estudia tercero de secundaria y aunque a ella sí le gusta tomar clases en línea extraña mucho la convivencia con sus amigos y profesores. Por las mañanas se instala en su cuarto o en la sala para tomar clases, después de comer hace su tarea, mira la tele y se va a dormir.
Estar confinada la ha hecho sentir cansada y muchas veces desmotivada, entonces lo que hace para sentirse mejor es bailar, y algunas veces cantar, porque le gusta mucho ver videos. Por otro lado, cuando siente que tiene energía la descarga jugando con su mascota o videojuegos con su hermano.
Para ella lo bueno de la pandemia es que ha podido pasar más tiempo con su papá y su hermano, aunque por lo mismo, a veces hay roces entre ellos, producto de la convivencia prolongada y el confinamiento.