/ lunes 7 de mayo de 2018

La Casona de los Sapos

Lujo y buen gusto en un nuevo hotel

Una talabartería del porfiriato es ahora uno de los hoteles más lujosos del Centro Histórico. La Casona de los Sapos presume ante locales y turistas vestigios centenarios, que envuelve en un aura de lujo y exclusividad. En Buena Vida te revelamos todos los rincones de este nuevo hotel poblano para que no te pierdas nada. ¡Empezamos!

En uno de los tres restaurantes de este hotel boutique, situado en la calle 6 Sur 504, ya no se escucha croar a los sapos, pero, promete Miguel Mila, el botones, hubo un tiempo en que sí se oía con claridad. “El río de San Francisco llegaba a desbordar hasta aquí, se encharcaba el agua, y llegaban ranas y sapos, en su mayoría sapos”, narra a Buena Vida. “De ahí viene el nombre del Barrio de los Sapos”.

La anécdota data, al menos, del porfiriato, a mediados y finales del siglo XIX, pero parece más viva que nunca. Dos años de obras en La Casona de los Sapos han conseguido recuperar el espíritu histórico del edificio, que fue originalmente una talabartería. “Acá fue la primera fábrica donde se curtían pieles, una talabartería”, nos explica Miguel, recitando de memoria.

El relato de los antecedentes de La Casona de Los Sapos parece lección obligada para el personal del hotel. Recapitulamos: fue abierto cinco meses atrás, consta de sólo 16 habitaciones y tres suites y, ¿qué crees? Sí, tiene menú de almohadas, ‘room service’ las 24 horas, servicio de ‘concierge’ e, incluso, sauna.

Olvídate unos segundos de estas comodidades y presta atención. Del edificio original se conservan muros interiores y parte de la fachada, realzados con materiales como ladrillo de obra vista, piedra o hierro forjado. Nada más llegar, en plena recepción, una vitrina advierte a los huéspedes de los tesoros encontrados durante la restauración, muchos anteriores al siglo XIX y que quedaron olvidados durante las décadas que esta antigua talabartería fue sólo una vecindad.

Vasijas, platos e, incluso, un metate son resguardados mediante el vidrio de las manos de los más curiosos. “En este hotel se encontraron varios vestigios, está ampliamente resguardado por el INAH Son del siglo XVII y XVIII, de la época del porfiriato”, aprovechó para apuntar, orgulloso, Miguel.

La entrada al restaurante mexicano, que, junto a un italiano y a un francés, completa la oferta gastronómica, queda opacada por los pozos en los que llegaba el agua utilizada para curtir la piel. Una escalinata conduce a los pisos superiores. Desde la terraza techada, a sólo unos metros de la alberca climatizada, puede apreciarse el horizonte de la Angelópolis. “-Queríamos- una vista de 360 grados, principalmente que se vieran sus cúpulas, La Malinche y el volcán”, explica el botones, señalando un cielo opacado todavía por la última etapa de restauración del hotel.

No sólo de antigüedades vive La Casona de los Sapos, también de arte. Cuenta con galería propia, donde hasta mayo se presentará una exposición del célebre pintor Leonardo Nierman –¡No te la pierdas!—, con tienda de talavera de Santa Catarina y con muros decorados con obras del artista Fidel García. “Todas las habitaciones tienen un diseño único”, apuntó el botones.

Una talabartería del porfiriato es ahora uno de los hoteles más lujosos del Centro Histórico. La Casona de los Sapos presume ante locales y turistas vestigios centenarios, que envuelve en un aura de lujo y exclusividad. En Buena Vida te revelamos todos los rincones de este nuevo hotel poblano para que no te pierdas nada. ¡Empezamos!

En uno de los tres restaurantes de este hotel boutique, situado en la calle 6 Sur 504, ya no se escucha croar a los sapos, pero, promete Miguel Mila, el botones, hubo un tiempo en que sí se oía con claridad. “El río de San Francisco llegaba a desbordar hasta aquí, se encharcaba el agua, y llegaban ranas y sapos, en su mayoría sapos”, narra a Buena Vida. “De ahí viene el nombre del Barrio de los Sapos”.

La anécdota data, al menos, del porfiriato, a mediados y finales del siglo XIX, pero parece más viva que nunca. Dos años de obras en La Casona de los Sapos han conseguido recuperar el espíritu histórico del edificio, que fue originalmente una talabartería. “Acá fue la primera fábrica donde se curtían pieles, una talabartería”, nos explica Miguel, recitando de memoria.

El relato de los antecedentes de La Casona de Los Sapos parece lección obligada para el personal del hotel. Recapitulamos: fue abierto cinco meses atrás, consta de sólo 16 habitaciones y tres suites y, ¿qué crees? Sí, tiene menú de almohadas, ‘room service’ las 24 horas, servicio de ‘concierge’ e, incluso, sauna.

Olvídate unos segundos de estas comodidades y presta atención. Del edificio original se conservan muros interiores y parte de la fachada, realzados con materiales como ladrillo de obra vista, piedra o hierro forjado. Nada más llegar, en plena recepción, una vitrina advierte a los huéspedes de los tesoros encontrados durante la restauración, muchos anteriores al siglo XIX y que quedaron olvidados durante las décadas que esta antigua talabartería fue sólo una vecindad.

Vasijas, platos e, incluso, un metate son resguardados mediante el vidrio de las manos de los más curiosos. “En este hotel se encontraron varios vestigios, está ampliamente resguardado por el INAH Son del siglo XVII y XVIII, de la época del porfiriato”, aprovechó para apuntar, orgulloso, Miguel.

La entrada al restaurante mexicano, que, junto a un italiano y a un francés, completa la oferta gastronómica, queda opacada por los pozos en los que llegaba el agua utilizada para curtir la piel. Una escalinata conduce a los pisos superiores. Desde la terraza techada, a sólo unos metros de la alberca climatizada, puede apreciarse el horizonte de la Angelópolis. “-Queríamos- una vista de 360 grados, principalmente que se vieran sus cúpulas, La Malinche y el volcán”, explica el botones, señalando un cielo opacado todavía por la última etapa de restauración del hotel.

No sólo de antigüedades vive La Casona de los Sapos, también de arte. Cuenta con galería propia, donde hasta mayo se presentará una exposición del célebre pintor Leonardo Nierman –¡No te la pierdas!—, con tienda de talavera de Santa Catarina y con muros decorados con obras del artista Fidel García. “Todas las habitaciones tienen un diseño único”, apuntó el botones.

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