/ lunes 9 de octubre de 2017

¿Por qué el matrimonio es cada vez más inusual?

Y vivieron felices para siempre… pero sin boda, sin hijos e,incluso, sin compartir casa. Los jóvenes poblanos estáncambiando el final del cuento de hadas y, de paso, el modelo defamilia tradicional.

Pero, ¿Por qué el matrimonio es cada vez más inusual?

Buena Vida te lo cuenta.

En 2001, recién estrenado el nuevomilenio, se registraron en el estado 16 mil 115 uniones civiles enlas que, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía(Inegi), al menos uno de los contrayentes tenía entre 20 y 29años. En 2015, la cifra de celebraciones donde se pronunció el“sí, quiero” en esta franja de edad había descendido ya a 9mil 530, es decir, 40 por ciento menos.

Detrás de estos números se esconde, apunta Mari Carmen Mora,investigadora de la Universidad Popular Autónoma del Estado dePuebla (UPAEP), un importante cambio generacional.

“Efectivamente las estadísticas actuales indican que la edadpara casarse cada vez es mayor”, constata. “En tiempos denuestros abuelos y bisabuelos a los 15 y 16 años era habitualtener pareja, estar casado o, incluso, tener hijos”.

No hace falta irse tan lejos. Sóloentre 2001 y 2011 los poblanos retrasaron la edad promedio paracontraer matrimonio casi dos años. El mismo año en que sepresentaba por primera vez el Himno al estado de Puebla los hombresse casaban en la entidad federativa con 27.48 años y las mujerescon 24.78 años. Una década después este promedio habíaascendido a 29.7 años para los hombres y 26.9 años para lasmujeres.

La economía, razona Quetzalcóatl Hernández Cervantes,investigador de la Universidad Iberoamericana Puebla, pesa en estademora. La precariedad laboral a la que se enfrentan los jóvenesen la actualidad (cada vez es más difícil encontrar un trabajopara toda la vida) les impide disfrutar de las condiciones idóneaspara abandonar el hogar de sus progenitores.

“Sí tienen acceso a oportunidades laborales pero no son tanbuenas para independizarse, por ello, muchos siguen viviendo conlos padres”, precisa. ”Cada vez más, muchos de estos jóvenesdeciden seguir estudiando a la edad en la que antes se casaban, ladecisión de empezar la vida en pareja se posterga”.

¿Pero realmente quieren los jóvenessu propio nido de amor? Para la investigadora de la UPAEP no estátan claro. Antes de elegir el color de las paredes o decidir dóndecolocar los cuadros, existen otras prioridades, como los estudios,la superación laboral e, incluso, conocer mundo. “Los padres delas nuevas generaciones han inculcado en la educación brindada asus hijos metas individuales, es decir, la importancia de unaprofesión, viajar, el crecimiento profesional y laboral. Yadespués llegará la vida familiar”, explica.

La influencia de los padres, coincide el también psicólogocertificado por el Colegio Mexicano de Profesionistas de laPsicología, es fundamental para entender esta tendencia, noatribuida únicamente a una generación, de retrasar o anularcualquier posibilidad de boda. Uno de cada tres jóvenes, estima,podría considerar que casarse sólo complica la relación depareja. “Puede haber una causa cultural, hay jóvenes que vienende hogares donde hubo separación o divorcio, no necesariamenteproblemático”, aventura.

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“PARA SIEMPRE” PARECE DEMASIADO TIEMPO

La resistencia al matrimonio escondería en muchos casos,argumenta Mora, un rechazo al compromiso, pero también a lafrustración y al fracaso.

“Hay una tendencia a la inmediatez que ha generado la idea deque todo es inmediato, y si algo o alguien no me gusta, hay otraopción, puedo cambiarlo”, advierte.

La unión libre es una opción deconvivencia a la que recurren cada vez máspoblanos.

Un 21.6 por ciento de los adultos convive con su pareja bajo elmismo techo sin haber firmado ningún contrato nupcial, según elPanorama Sociodemográfico de Puebla 2015 del Inegi.

A finales de la década de 1990 este porcentaje se reducía acasi la mitad, 13.04 puntos.

“Los jóvenes se arriesgan a probarcómo va la relación de pareja viviendo juntos en el mismoespacio; es una manera de decir: ‘vamos a experimentar’, y sino sale bien, cada quien se va por su lado”,afirma.

Más allá del vestido blanco y el esmoquin, para vivir felicespara siempre lo más importante, añade, es que haya “amormaduro”, diálogo y mucho, mucho compromiso.

Y vivieron felices para siempre… pero sin boda, sin hijos e,incluso, sin compartir casa. Los jóvenes poblanos estáncambiando el final del cuento de hadas y, de paso, el modelo defamilia tradicional.

Pero, ¿Por qué el matrimonio es cada vez más inusual?

Buena Vida te lo cuenta.

En 2001, recién estrenado el nuevomilenio, se registraron en el estado 16 mil 115 uniones civiles enlas que, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía(Inegi), al menos uno de los contrayentes tenía entre 20 y 29años. En 2015, la cifra de celebraciones donde se pronunció el“sí, quiero” en esta franja de edad había descendido ya a 9mil 530, es decir, 40 por ciento menos.

Detrás de estos números se esconde, apunta Mari Carmen Mora,investigadora de la Universidad Popular Autónoma del Estado dePuebla (UPAEP), un importante cambio generacional.

“Efectivamente las estadísticas actuales indican que la edadpara casarse cada vez es mayor”, constata. “En tiempos denuestros abuelos y bisabuelos a los 15 y 16 años era habitualtener pareja, estar casado o, incluso, tener hijos”.

No hace falta irse tan lejos. Sóloentre 2001 y 2011 los poblanos retrasaron la edad promedio paracontraer matrimonio casi dos años. El mismo año en que sepresentaba por primera vez el Himno al estado de Puebla los hombresse casaban en la entidad federativa con 27.48 años y las mujerescon 24.78 años. Una década después este promedio habíaascendido a 29.7 años para los hombres y 26.9 años para lasmujeres.

La economía, razona Quetzalcóatl Hernández Cervantes,investigador de la Universidad Iberoamericana Puebla, pesa en estademora. La precariedad laboral a la que se enfrentan los jóvenesen la actualidad (cada vez es más difícil encontrar un trabajopara toda la vida) les impide disfrutar de las condiciones idóneaspara abandonar el hogar de sus progenitores.

“Sí tienen acceso a oportunidades laborales pero no son tanbuenas para independizarse, por ello, muchos siguen viviendo conlos padres”, precisa. ”Cada vez más, muchos de estos jóvenesdeciden seguir estudiando a la edad en la que antes se casaban, ladecisión de empezar la vida en pareja se posterga”.

¿Pero realmente quieren los jóvenessu propio nido de amor? Para la investigadora de la UPAEP no estátan claro. Antes de elegir el color de las paredes o decidir dóndecolocar los cuadros, existen otras prioridades, como los estudios,la superación laboral e, incluso, conocer mundo. “Los padres delas nuevas generaciones han inculcado en la educación brindada asus hijos metas individuales, es decir, la importancia de unaprofesión, viajar, el crecimiento profesional y laboral. Yadespués llegará la vida familiar”, explica.

La influencia de los padres, coincide el también psicólogocertificado por el Colegio Mexicano de Profesionistas de laPsicología, es fundamental para entender esta tendencia, noatribuida únicamente a una generación, de retrasar o anularcualquier posibilidad de boda. Uno de cada tres jóvenes, estima,podría considerar que casarse sólo complica la relación depareja. “Puede haber una causa cultural, hay jóvenes que vienende hogares donde hubo separación o divorcio, no necesariamenteproblemático”, aventura.

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La resistencia al matrimonio escondería en muchos casos,argumenta Mora, un rechazo al compromiso, pero también a lafrustración y al fracaso.

“Hay una tendencia a la inmediatez que ha generado la idea deque todo es inmediato, y si algo o alguien no me gusta, hay otraopción, puedo cambiarlo”, advierte.

La unión libre es una opción deconvivencia a la que recurren cada vez máspoblanos.

Un 21.6 por ciento de los adultos convive con su pareja bajo elmismo techo sin haber firmado ningún contrato nupcial, según elPanorama Sociodemográfico de Puebla 2015 del Inegi.

A finales de la década de 1990 este porcentaje se reducía acasi la mitad, 13.04 puntos.

“Los jóvenes se arriesgan a probarcómo va la relación de pareja viviendo juntos en el mismoespacio; es una manera de decir: ‘vamos a experimentar’, y sino sale bien, cada quien se va por su lado”,afirma.

Más allá del vestido blanco y el esmoquin, para vivir felicespara siempre lo más importante, añade, es que haya “amormaduro”, diálogo y mucho, mucho compromiso.

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