/ lunes 2 de septiembre de 2019

Tikal, la gran ciudad maya

Este lugar fue declarado Patrimonio Cultural de la humanidad en 1979, fue uno de los reinos más poderosos de los mayas

Hola compañeros lectores, ¿cómo están?, espero que muy bien. Esta vez les quiero platicar sobre uno de los mejores viajes que hicimos Pablo, Chuchi y yo en moto; fue a la gran y enigmática ciudad maya de Tikal, en Guatemala.

Todo comenzó un viernes cuando estábamos tomando unas cervecitas en Cholula, planeábamos el siguiente viaje y no teníamos idea de a dónde dirigirnos; en eso recordé que mis papás habían ido hace algunos años a esa ciudad y habían regresado fascinados, lo propuse y rápidamente dijimos que sí. Un par de reuniones después teníamos la ruta, los lugares a visitar y los días que nos íbamos a ir.

Por fin llegó el día y puntuales como siempre iniciamos la aventura, estuvimos unos días en Chiapas volviendo a visitar las ruinas de Palenque, Toniná, Bonampak y muchas riquezas naturales de ese estado, que en verdad son hermosas, les recomiendo que visiten Chiapas, es interminable… en otro reportaje les platicaré sobre las maravillas de Chiapas.

Tikal

DE CAMPAMENTO

Acampamos a la orilla del río Usumacinta, que es hermoso, tiene un gran caudal y aproximadamente 1,000 Km de longitud. Todas las mañanas nos despertaban los sonidos de los monos aulladores que estaban en las copas de los árboles sobre nuestras cabezas.

Muy cerca de nuestro campamento se encuentra un semiembarcadero, de donde parten lanchas que llevan a Yaxchilan, sin duda unas de las ruinas que más me han impactado, ya que se encuentran a la orilla del río y la única manera de llegar es por este medio. Obviamente fuimos a visitarlas y quedamos impresionados. El recorrido dura unos 40 minutos y es hermoso, miles de enormes árboles, aves, changos y cocodrilos a su alrededor.

Durante el recorrido nos hicimos amigos del lanchero y le platicamos de nuestra intención de ir a Tikal y cruzar la frontera, amablemente se ofreció a cruzarnos con todo y motos del otro lado del río para ya estar en suelo guatemalteco y no tener que ir hasta la frontera muchos kilómetros más allá. La idea nos pareció buena y quedamos de vernos ahí a primera hora del día siguiente.

Al otro día, por la mañana, había una niebla no muy espesa sobre el río, los sonidos de las aves se oían por todos lados y los rayos del sol indicaban que iba a ser un día caluroso. Nos dirigimos a la orilla del río y ahí nos estaba esperando nuestro amigo Aurelio, junto con otras personas para ayudarnos a subir las motos. La verdad estábamos un poco preocupados, porque las lanchas son muy angostas y el río es bastante ancho y profundo; nos miramos los tres y dijimos “ya veremos qué pasa” …

A CRUZAR LA FRONTERA

Una por una, fuimos pasando las motos a la otra orilla del río, para dejarlas en territorio guatemalteco; la maniobra en verdad fue tensa y preocupante. Justo cuando llevábamos la última moto, y en medio del río, escuchamos la voz de Aurelio: “Miren a este jijo de…”. Cuando volteamos a ver, otra lancha se dirigía hacia nosotros y por más que Aurelio trató de evitar el golpe, ¡chocamos! Recuerdo ver a un pequeño niño que iba en la otra lancha como salió volando junto con algunos pedazos de madera; nuestra lancha se movió bastante feo pero Aurelio la controló muy bien, nomás nos dijo… “¡ese compa venía bien bolo!”

Afortunadamente no pasó a mayores y todo quedó en susto. Obviamente nos tuvimos que tomar una cerveza para el espanto y empezar el camino hacia Tikal.

LA ZONA ARQUEOLÓGICA

El trayecto fue de aproximadamente 3 horas por terracería, hasta llegar a Flores, una pequeña población en una isla en medio de un gran lago; el pueblito es verdaderamente hermoso y decidimos que de regreso nos quedaríamos ahí.

Después de varias horas, llegamos al parque nacional de Tikal; pagamos nuestra entrada y recibimos indicaciones de no superar los 50 km/h por la carretera, para cuidar la fauna que por ahí cruza.

Tikal tiene una gran zona para acampar y de inmediato pusimos nuestro campamento antes de que cayera la noche. Cuando terminamos, vimos que teníamos tiempo de ir hacia la zona arqueológica y nos apresuramos.

Tikal

El camino es impresionante, lleno de vegetación que parece que se va a comer la angosta vereda que lleva a la plaza principal. Ya habíamos caminado bastante y pensábamos que nos habíamos perdido, pero justo cuando nos íbamos a regresar, pude observar entre la selva una inmensa pared y les grité lleno de emoción: “¡¡aquí están!!

En efecto, avanzamos un poco más y llegamos a la Plaza Central, llamada Acrópolis; las ruinas eran espectaculares, altas y espigadas. Estuvimos caminando por ahí, cada quién por su lado y admirando el increíble paisaje, ¡estábamos fascinados!, nos oscureció muy pronto y tuvimos que regresar al campamento.

En el camino nos encontramos a un mayita, que nos dijo que era guía y nos invitaba a ver el despertar de la selva a la mañana siguiente; obviamente dijimos que sí. La noche en el campamento fue hermosa, sonidos de chicharras por todos lados y un cielo completamente estrellado, dormimos muy bien.

Camino a Tikal

Despertamos por la madrugada para vernos con nuestro guía, nos llevó hasta la punta del templo más alto y ahí esperamos el amanecer y el despertar de la selva. No era película de ficción, los sonidos de la jungla eran impresionantes, se escuchaban aves, changos y hasta algún jaguar por ahí.

Después de presenciar este fantástico despertar, nos llevó por todas las ruinas; pasamos por los templos, juegos de pelotas, piedras de sacrificios, estolas, etc. El mayita, con mucho cariño y gran paciencia, nos explicó todo lo que se encuentra a la vista, además de lo que aún falta por descubrir, que es muchísimo.

Tikal fue declarado Patrimonio Cultural de la humanidad en 1979, fue uno de los reinos más poderosos de los mayas, dominó gran parte de la región en cuestiones políticas, económicas y militares. En verdad son unas ruinas espectaculares, el entorno es grandioso y los sonidos únicos. Después de estar dos noches ahí, teníamos que emprender el regreso y así lo hicimos.

En verdad fue uno de los viajes que con más cariño recuerdo, hubo de todo: emociones, sorpresas, comida rica, lugares únicos, muchas risas, buena compañía y un gran recuerdo de esta magnífica ciudad, que demuestra el imperio que tenía el pueblo maya.

Bueno amigos, espero que les haya gustado el relato de este gran viaje. Ojalá y puedan ir. Gracias por leerme.

paco_noriega2001@yahoo.com

AQUÍ LA REVISTA

Hola compañeros lectores, ¿cómo están?, espero que muy bien. Esta vez les quiero platicar sobre uno de los mejores viajes que hicimos Pablo, Chuchi y yo en moto; fue a la gran y enigmática ciudad maya de Tikal, en Guatemala.

Todo comenzó un viernes cuando estábamos tomando unas cervecitas en Cholula, planeábamos el siguiente viaje y no teníamos idea de a dónde dirigirnos; en eso recordé que mis papás habían ido hace algunos años a esa ciudad y habían regresado fascinados, lo propuse y rápidamente dijimos que sí. Un par de reuniones después teníamos la ruta, los lugares a visitar y los días que nos íbamos a ir.

Por fin llegó el día y puntuales como siempre iniciamos la aventura, estuvimos unos días en Chiapas volviendo a visitar las ruinas de Palenque, Toniná, Bonampak y muchas riquezas naturales de ese estado, que en verdad son hermosas, les recomiendo que visiten Chiapas, es interminable… en otro reportaje les platicaré sobre las maravillas de Chiapas.

Tikal

DE CAMPAMENTO

Acampamos a la orilla del río Usumacinta, que es hermoso, tiene un gran caudal y aproximadamente 1,000 Km de longitud. Todas las mañanas nos despertaban los sonidos de los monos aulladores que estaban en las copas de los árboles sobre nuestras cabezas.

Muy cerca de nuestro campamento se encuentra un semiembarcadero, de donde parten lanchas que llevan a Yaxchilan, sin duda unas de las ruinas que más me han impactado, ya que se encuentran a la orilla del río y la única manera de llegar es por este medio. Obviamente fuimos a visitarlas y quedamos impresionados. El recorrido dura unos 40 minutos y es hermoso, miles de enormes árboles, aves, changos y cocodrilos a su alrededor.

Durante el recorrido nos hicimos amigos del lanchero y le platicamos de nuestra intención de ir a Tikal y cruzar la frontera, amablemente se ofreció a cruzarnos con todo y motos del otro lado del río para ya estar en suelo guatemalteco y no tener que ir hasta la frontera muchos kilómetros más allá. La idea nos pareció buena y quedamos de vernos ahí a primera hora del día siguiente.

Al otro día, por la mañana, había una niebla no muy espesa sobre el río, los sonidos de las aves se oían por todos lados y los rayos del sol indicaban que iba a ser un día caluroso. Nos dirigimos a la orilla del río y ahí nos estaba esperando nuestro amigo Aurelio, junto con otras personas para ayudarnos a subir las motos. La verdad estábamos un poco preocupados, porque las lanchas son muy angostas y el río es bastante ancho y profundo; nos miramos los tres y dijimos “ya veremos qué pasa” …

A CRUZAR LA FRONTERA

Una por una, fuimos pasando las motos a la otra orilla del río, para dejarlas en territorio guatemalteco; la maniobra en verdad fue tensa y preocupante. Justo cuando llevábamos la última moto, y en medio del río, escuchamos la voz de Aurelio: “Miren a este jijo de…”. Cuando volteamos a ver, otra lancha se dirigía hacia nosotros y por más que Aurelio trató de evitar el golpe, ¡chocamos! Recuerdo ver a un pequeño niño que iba en la otra lancha como salió volando junto con algunos pedazos de madera; nuestra lancha se movió bastante feo pero Aurelio la controló muy bien, nomás nos dijo… “¡ese compa venía bien bolo!”

Afortunadamente no pasó a mayores y todo quedó en susto. Obviamente nos tuvimos que tomar una cerveza para el espanto y empezar el camino hacia Tikal.

LA ZONA ARQUEOLÓGICA

El trayecto fue de aproximadamente 3 horas por terracería, hasta llegar a Flores, una pequeña población en una isla en medio de un gran lago; el pueblito es verdaderamente hermoso y decidimos que de regreso nos quedaríamos ahí.

Después de varias horas, llegamos al parque nacional de Tikal; pagamos nuestra entrada y recibimos indicaciones de no superar los 50 km/h por la carretera, para cuidar la fauna que por ahí cruza.

Tikal tiene una gran zona para acampar y de inmediato pusimos nuestro campamento antes de que cayera la noche. Cuando terminamos, vimos que teníamos tiempo de ir hacia la zona arqueológica y nos apresuramos.

Tikal

El camino es impresionante, lleno de vegetación que parece que se va a comer la angosta vereda que lleva a la plaza principal. Ya habíamos caminado bastante y pensábamos que nos habíamos perdido, pero justo cuando nos íbamos a regresar, pude observar entre la selva una inmensa pared y les grité lleno de emoción: “¡¡aquí están!!

En efecto, avanzamos un poco más y llegamos a la Plaza Central, llamada Acrópolis; las ruinas eran espectaculares, altas y espigadas. Estuvimos caminando por ahí, cada quién por su lado y admirando el increíble paisaje, ¡estábamos fascinados!, nos oscureció muy pronto y tuvimos que regresar al campamento.

En el camino nos encontramos a un mayita, que nos dijo que era guía y nos invitaba a ver el despertar de la selva a la mañana siguiente; obviamente dijimos que sí. La noche en el campamento fue hermosa, sonidos de chicharras por todos lados y un cielo completamente estrellado, dormimos muy bien.

Camino a Tikal

Despertamos por la madrugada para vernos con nuestro guía, nos llevó hasta la punta del templo más alto y ahí esperamos el amanecer y el despertar de la selva. No era película de ficción, los sonidos de la jungla eran impresionantes, se escuchaban aves, changos y hasta algún jaguar por ahí.

Después de presenciar este fantástico despertar, nos llevó por todas las ruinas; pasamos por los templos, juegos de pelotas, piedras de sacrificios, estolas, etc. El mayita, con mucho cariño y gran paciencia, nos explicó todo lo que se encuentra a la vista, además de lo que aún falta por descubrir, que es muchísimo.

Tikal fue declarado Patrimonio Cultural de la humanidad en 1979, fue uno de los reinos más poderosos de los mayas, dominó gran parte de la región en cuestiones políticas, económicas y militares. En verdad son unas ruinas espectaculares, el entorno es grandioso y los sonidos únicos. Después de estar dos noches ahí, teníamos que emprender el regreso y así lo hicimos.

En verdad fue uno de los viajes que con más cariño recuerdo, hubo de todo: emociones, sorpresas, comida rica, lugares únicos, muchas risas, buena compañía y un gran recuerdo de esta magnífica ciudad, que demuestra el imperio que tenía el pueblo maya.

Bueno amigos, espero que les haya gustado el relato de este gran viaje. Ojalá y puedan ir. Gracias por leerme.

paco_noriega2001@yahoo.com

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