Las industrias que más contaminan el aire en Puebla son también las que generan los mayores ingresos para la economía local. Esas industrias son la automotriz, energética, química, metalúrgica y alimentaria. Las 73 principales compañías dedicadas a estas actividades productivas expelen, de forma anual, 117 millones 098 mil toneladas de gases nocivos para la salud y el balance ecosistémico.
Esta situación empeora cada año dado que la gran mayoría de fábricas se encuentra en la zona metropolitana de la capital poblana, donde vive, según el último censo de población y vivienda del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), el 36 por ciento de la población del estado, es decir, 2 millones 391 mil 309 personas.
Gabriela Pérez Castresana, doctora en Ciencias Ambientales por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP) y catedrática del Instituto de Investigaciones en Medio Ambiente Xabier Gorostiaga, S.J., subraya que, aunque la polución se expande de formas diversas por el entorno, la gente con una exposición crónica a ciertos contaminantes está más propensa a padecer enfermedades graves y hasta letales, esto sin contar las afectaciones a la flora y fauna que componen el entorno del territorio.
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Por su parte, Miguel Ángel Corona Jiménez, economista y doctor en Administración de Organizaciones por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), considera que, si bien la carente planeación urbana ha provocado que las compañías altamente contaminantes se asienten en la mancha urbana más habitada del estado, existen formas de aminorar el detrimento ecológico que provocan.
En entrevista con El Sol de Puebla, el especialista defiende que la preservación ambiental no debe contraponerse a la prosperidad económica. Lejos de “crear” más leyes, señala que las autoridades de los tres niveles de gobierno deben vigilar los estatutos vigentes en la materia y robustecer las sanciones a quienes los infrinjan, pues advierte que la inacción terminará por agudizar el desbalance ecosistémico que ya está cobrando vidas y lastima permanentemente el ambiente.
“No podemos poner al frente el beneficio económico y hacer a un lado el deterioro ambiental. Tenemos que encontrar equilibrios, la economía tiene un reconocimiento de eso y hay ramas de la economía, como la economía ambiental”, subraya.
Además, aunque hace hincapié en que los crecientes e imparables niveles de polución causan temor e inquietud entre la comunidad científica, sugiere que antes de todo deben comprenderse los factores sociales que hay tras la producción industrial, pues esta condición es percibida por algunas personas como símbolo de progreso.
En otras palabras, aunque existe una evidente relación entre el beneficio económico y el agravio al medio ambiente, es imprescindible entender que la industria también influye en el progreso y bienestar económico de la población. No obstante, esto es usado para justificar que las empresas contaminen de forma desmedida.
Ante ese contexto, refiere que es importante conocer cuáles son las empresas que más contaminan, pues de esta manera se exhiben las necesidades de regulación y atención para el Estado, pero también permite que los compradores cuestionen sus hábitos de consumo.
Por ello El Sol de Puebla realizó una exhaustiva búsqueda en el Registro de Emisiones y Transferencia de Contaminantes (RETC), estudio que realiza periódicamente la Semarnat para auditar la polución que emiten las principales empresas del país. Así se descubrió que son, por lo menos, 18 las principales empresas que contribuyen al degradamiento de la calidad del aire en el estado. Además, otro dato importante es que, en su mayoría, dichos establecimientos están situados en la región metropolitana.
En un comparativo se constató –con datos del Inegi– que durante los primeros seis meses de 2022 los sectores automotriz, energético, químico, metalúrgico y alimentario generaron ingresos por 8 millones 074 mil 678 (miles de dólares), cifra que representó el 89 por ciento de la producción universal de la entidad, evidenciando así la rentabilidad de todas ellas.
¿Cuánto contaminan Volkswagen y Audi?
El estado de Puebla alberga dos de las ensambladoras de vehículos más importantes del hemisferio norte: Volkswagen y Audi. La primera, con una capacidad de producción de hasta medio millón de unidades cada año, llegó al estado en 1964; la segunda, Audi, con capacidad de generar 124 mil 500 vehículos anuales, arribó en 2017.
Para muchos poblanos, la elaboración de automóviles representa un motivo de orgullo y, para otros, una oportunidad laboral. Bastaría con hacer un experimento en casa o con amigos para descubrir que al menos una persona de nuestro círculo social trabaja –o conoce a alguien que lo hace– en una de las dos ensambladoras previamente mencionadas, sostiene —sin temor a equivocarse– Corona Jiménez, también académico de la Universidad Iberoamericana Puebla.
El auge de ambas compañías desató en la sociedad un efecto aspiracionista, pues, al tener tal relevancia para la economía, los automóviles se han convertido en un lujo anhelado por los ciudadanos, influyendo así en la permanente adquisición de transportes privados.
“Se generó toda una cultura del automóvil y efectivamente se comenzó a sobrevalorar el automóvil y Puebla no ha sido la excepción, sobre todo porque porque Volkswagen es una de las empresas que paga los salarios más altos y eso, es lógico, genera bienestar en la población (...) y a partir de ahí se le ha permitido crecer”, menciona el catedrático.
En 2020, según reportó por última vez la Semarnat, Volkswagen contaminó la atmósfera con 533 mil 806 kilos de benceno. La exposición crónica a este compuesto en particular puede provocar anemias, hemorragias y hasta el debilitamiento del sistema inmunológico.
Aunado a ello, afectó el agua y suelo con otras sustancias como níquel, cromo, plomo, cadmio y arsénico. Todas esas sustancias desencadenan diversos padecimientos, principalmente pulmonares.
En el caso de Audi sus desperdicios más grandes fueron níquel y cromo, pues se emitieron más de 45 mil kilos de cada uno de ellos durante ese año.
Y aunque el experto reconoce los intentos de ambas organizaciones por implementar algunas acciones restaurativas, además de su generación de empleos e impulso a la economía local, apunta que estos esfuerzos son insuficientes, pues los perjuicios ecológicos no cesarán hasta que la gran mayoría de sus mecanismos de producción sean compatibles con el ambiente.
“No se trata de inhibir la inversión o de que ya no produzcan, o de que ya no hagan cosas, no. Se trata de que lo hagan con nuevas tecnologías, con tecnologías más limpias, algunos dicen, de manera muy uniformista, más ‘amigables’ con el medio ambiente”, recalca.
¿Qué tipo de empresas contaminan más en Puebla?
Desde los años 60, el estado se convirtió en un particular paraíso industrial, principalmente para la rama automotriz, en gran medida gracias a la instalación de la planta de Volkswagen. Así arribaron otras compañías que integran su red de suministros, y permiten que dicha actividad productiva se mantenga vigente y creciente.
Una de esas empresas fue Schaeffler, que se especializa en producir componentes para transmisiones y chasis automotrices. Situada en el Fraccionamiento Industrial Resurrección, en la capital del estado, dicha compañía generó en 2020, según el RETC, 32 millones 073 mil 529 kilos de dióxido de carbono (CO2). Esta cifra la llevó a liderar el listado de compañías del sector automotriz más contaminantes en toda Puebla durante ese año.
Pese a ello, dicha empresa proveniente de Alemania indicó a esta casa editorial, a través de una carta, que, si bien su actividad industrial menoscaba el medio ambiente, particularmente la atmósfera, cuenta con al menos tres certificaciones internacionales en la materia que respaldan su responsabilidad ecológica y, además, señaló que tiene una planta de tratamiento de aguas residuales, además de que ha adquirido algunos vehículos híbridos, entre otras acciones.
En el listado sigue Nicro Bolta, una empresa que se asentó en Puebla hace 19 años y que realiza procesos de inyección, cromado y pintura de piezas plásticas. En su caso, la autoridad federal detalló que generó 21 millones 534 mil 343 kilos de CO2 hace dos años.
Por su parte, Pelzer de México, filial de la multinacional Adler Pelzer, que también se encuentra en la zona metropolitana de Puebla y provee servicios de ingeniería, manufactura de componentes acústicos para vehículos, no sólo lanzó 4 millones 279 mil 622 kilos de CO2 directos a la atmósfera, sino que también emitió otros 599 mil 800 kilos de metano.
A ellas se les sumó la productora de componentes metálicos, Gestamp, que, de hecho, tiene dos plantas industriales en la entidad, una situada en Cuautlancingo y la otra en Puebla capital. En 2020, esta empresa fue responsable de contaminar el aire con 4 millones 807 mil 930 kilos de dióxido de carbono.
Igualmente Rassini, que opera en San Martín Texmelucan y se dedica a la producción de frenos, generó durante ese año 5 millones 831 mil 680 kilos de CO2.
Por su parte, la planta de Aunde, compañía germana dedicada a la fabricación de revestimientos automotrices, arrojó 3 millones 612 mil 589 kilos de la misma sustancia.
También el sello norteamericano enfocado en la generación de repuestos para vehículos, Federal-Mogul, contaminó el aire poblano con 1 millón 260 mil 041 kilos del mismo componente químico que las empresas anteriores.
El sector energético también se roba la pureza del aire
De forma universal, la generación de energía es una de las actividades más dañinas para el medio ambiente. En Puebla, tan sólo tres empresas fueron responsables de contaminar la atmósfera con 84 millones 345 mil 384 toneladas de gases y polvos dañinos para la salud de la población.
En ese rubro, la compañía a la que se le atribuyó la mayor parte de esa cifra fue Sky EPS Supply, que pertenece al conglomerado comercial Skytex y que produce energía a base de combustibles fósiles en el municipio de Huejotzingo.
Su principal emisión fue CO2, con 84 millones 246 mil 996 toneladas. No obstante, la Semarnat reportó que también arrojó otros compuestos considerados peligrosos, tal fue el caso de formaldehído, níquel, cromo, cadmio y plomo.
La Comisión Federal de Electricidad (CFE), por su parte, no se queda fuera, pues, según detectó la Semarnat en 2020, fue la segunda empresa más contaminante en el rubro energético.
La planta geotérmica de Los Humeros, que alberga el municipio de Chignautla y cuya fundación fue en 1970, exhaló a la atmósfera 58 millones 650 mil 367 kilos de dióxido de carbono y poco más de 2 millones y medio de kilos de ácido sulfúrico.
Por su parte, la Central Ciclo Combinado San Lorenzo de la CFE expulsó otras 500 toneladas de formaldehído, y dos más de mercurio.
Industria química y metalúrgica, lucrativas pero perjudiciales al ambiente
De forma conjunta, la elaboración de productos químicos y metalúrgicos ha traído consigo una derrama económica de 305 mil 763 (miles de dólares) durante los primeros dos trimestres de 2022, sin embargo, la Semarnat registró, hace dos años, 11 millones 274 mil 841 toneladas de diversos compuestos nocivos provenientes de ambas actividades.
Pese a que existen 55 empresas dedicadas a las dos industrias, son sólo cuatro las que abonan el 92 por ciento de la polución adjudicada a ambos sectores en la entidad poblana.
Materias Primas Minerales de Ahuazotepec, una empresa que opera desde 1970 y que extrae minerales de la tierra, principalmente feldespato, fue responsable de expeler, por sí sola, la descomunal cifra de 7 millones 400 mil 604 toneladas de CO2, que fueron directo a los pulmones de la gente.
De ahí le siguieron las empresas del sector químico, que, si bien no alcanzaron siquiera la mitad de la cantidad que la compañía anterior, emitieron cientos de toneladas de polución también, lo cual acentúa los peligros de salubridad para la población.
Industrias Ragar, que fabrica diversos compuestos químicos en spray en el municipio de Cuautlancingo, generó 1 millón 710 mil 963 toneladas de CO2; la productora de componentes de gases como oxígeno medicinal, nitrógeno y argón, en San Miguel Xoxtla, Cryoinfra, expelió 1 millón 710 mil 963 toneladas del mismo compuesto; mientras que Basf México, que se asentó en la capital poblana en 1965 y que actualmente genera diversos productos químicos, fue responsable de emitir 12 millones y medio de kilos de CO2.
Producción de alimentos también compromete el ambiente
Otro de los sectores productivos que no pasa desapercibido es el alimentario. De hecho, la empresa más contaminante de todas las aquí presentadas se enfoca precisamente en producir comestibles, particularmente endulzantes naturales.
En el municipio de Atencingo, situado al sur del estado y cercano a los límites con el estado de Morelos, opera uno de los ingenios azucareros más importantes de la entidad: Industrial Azucarera Atencingo. No obstante, su existencia pone en jaque a la capa de ozono puesto que anualmente produce nada más y nada menos que 316 millones 411 mil 158 toneladas de CO2. Esta exorbitante cifra pone en evidencia que la industria alimentaria es una de las principales protagonistas del calentamiento global.
Una cantidad alta pero lejana por mucho a la pasada es la que registró la Pasteurizadora Maulec, también conocida con su nombre comercial, Tamariz, que produce lácteos. En 2020, dicha empresa provocó que la atmósfera recibiera de forma directa 10 millones 512 mil 172 toneladas de dióxido de carbono.
Quienes concluyeron este rubro fueron la panificadora mundial de origen mexicano, Bimbo, cuyas operaciones derivan en la generación de 15 millones 774 mil 720 de CO2; además de la productora avícola, Bachoco, que desencadenó 9 millones 447 mil 560 kilos del mismo contaminante.
Alteraciones irremediables y soluciones
La doctora Pérez Castresana, quien también ostenta una maestría en Ecología por la Universidad Central de Venezuela, refiere preocupada que, si bien existen Normas Oficiales Mexicanas (NOM) para regular la expulsión de contaminantes en las empresas, no hay ningún parámetro que determine el límite de sustancias perniciosas para la población.
Esto detona una enorme amenaza para la gente que habita sobre todo en las cercanías a las fábricas, principalmente infantes, adultos mayores y personas con condiciones adversas de salud. En la entidad, según el Inegi, los grupos de 0 a 14 años y 65 y más años de edad representan el 35 por ciento de la población total en Puebla.
Por ello, la catedrática señala que debe existir un índice de polución permitida y, en caso de incumplirse, aplicar las sanciones correspondientes, entre las que deben incluirse el cierre definitivo de una compañía, dado que es la salud pública lo que está en juego.
“En la zona metropolitana estamos expuestos a estos contaminantes de manera crónica (…) inhalamos contaminantes de forma prolongada y muchos de estos compuestos se van acumulando y a largo plazo pueden tener un efecto negativo en la salud y favorecer el desarrollo de enfermedades como cáncer y leucemia, o afectaciones de la función renal, entre otras”, argumenta.
Lo anterior sin tomar en cuenta que todos los gases lanzados a la atmósfera acrecientan el proceso de calentamiento global, lo cual, advierte, más temprano que tarde generará padecimientos fulminantes y permanentes en la gente.
Ante este preocupante contexto, el profesor Corona Jiménez defiende que los lineamientos nacionales son suficientes para reducir la crisis climática, sin embargo, estos son ignorados o cumplidos a medias. Inclusive, reconoce que una sola autoridad no podría llevar a cabo por sí sola dicha tarea, razón por la cual subraya que debe fortalecerse la cooperación entre agencias de los tres niveles de gobierno.
Finalmente, resalta que, además de la legislación mexicana, acuerdos internacionales como el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) establecen la obligación de las autoridades y empresas por rediseñar los procesos industriales y hacerlos menos contaminantes, entre otras cosas.
Por ejemplo, en el caso de la industria automotriz, es injustificado creer que la mera producción de vehículos híbridos o eléctricos sea la solución a la reducción de contaminantes, pues la elaboración de este tipo de automóviles incluye procesos “sucios”, e incluso componentes como las baterías le quedan todavía a deber al ambiente.
“Que no solamente produzcan autos eléctricos, que la tecnología que utilizan para producir los automóviles sea más sustentable, es decir, menos contaminante”, concluye.