/ jueves 4 de agosto de 2022

Cultivos de maíz, alfalfa y frijol, en riesgo ante baja capacidad de la presa de Valsequillo

Alrededor del 80 por ciento de estos cultivos en el municipio de Tlanepantla se nutren con agua de la presa de Valsequillo

Alrededor del 80 por ciento de los cultivos de maíz, alfalfa y frijol en el municipio de Tlanepantla, son nutridos con el agua que se almacena en la presa de Valsequillo. Por más de seis décadas, los riegos proveídos por el embalse alentaron la prosperidad económica regional; sin embargo, en 2022 eso cambió, pues la sequía paralizó y quemó una parte de las cosechas, aumentando la incertidumbre de los agricultores por el porvenir.

La señora Petra Peralta es oriunda del pueblo de Santa Isabel Tlanepantla, asentamiento situado en el Valle de Tecamachalco. Su padre murió hace 60 años y desde entonces, asumió el control de varias hectáreas de tierra fértil, que han visto crecer con el tiempo toneladas de tlaoli, palabra en náhuatl que se traduce al español como maíz.

Para ella, hacerse cargo de las cosechas nunca fue fácil, sin embargo, con tenacidad y el apoyo de su familia empezó a generar altas cantidades anuales del producto, el cual utiliza para alimentar a sus preciados borregos que cada año le permiten conseguir el sustento para vivir.

Convencida, asegura que estableció sinergia con la tierra. En entrevista con El Sol de Puebla, la mujer relata angustiada que los tres primeros riegos del año que suministra la Comisión Nacional del Agua (Conagua) mediante la presa de Valsequillo, han sido insuficientes para cubrir la demanda de sus cultivos, además de que las precipitaciones fueron casi inexistentes.

“Este año está bien duro, no vamos a sacar, pero nada (...) hace un año saqué 12 toneladas de maíz y este año no voy a sacar nada porque está todo bien seco. Es el primer año que estamos viviendo esto y todavía para el otro año ¿quién sabe cómo nos vaya?”, apunta.

Ella conoce bien el campo, pues ha convivido con él desde que tiene memoria: sabe sus procesos y necesidades. Así, supo que este año sería distinto cuando el embalse “soltó” el último regadío anual antes de iniciar agosto, pues asegura que tiempo atrás, el líquido se liberaba hasta la primera quincena de ese mismo mes, dando un intervalo adecuado entre el riego que le precedió. Casi de forma previsible, esta acción perjudicó más sus milpas.

Lo que más le duele es ver y oír el sufrimiento de sus animales, que hoy padecen hambre y sed. Impotencia, es la palabra que la señora Petra utiliza para explicar su desencanto ante las condiciones de sequía actuales, pues subraya que hace hasta lo imposible por conseguir siquiera un poco de pastizal para alimentar a sus 30 borregos.

“Yo ocupo (el maíz) para la casa y para engordar a los becerros, pero ahorita ya ni becerros, porque están todos huesudos (...) Ahorita estoy juntando pasto seco y tengo un poquito de alfalfa que sembré apenas, pero los estoy viendo desnutridos y siento triste porque tienen hambre, andamos ahí juntando la hierba para que les demos de comer”, comenta mientras cubre su rostro del arrasante calor.

Por si eso fuera poco, la escasa agua de Valsequillo no llega en condiciones de salubridad aptas para el consumo del ganado. Por esa razón, compra el líquido en pozos, y aunque hacerlo de esta forma representa un costo elevado, es incomparable con lo que pagaría al contratar pipas.

“Nunca les doy agua de esta –dice mientras señala al deshidratado canal–, les damos del pozo porque una vez les di agua de esta y se llenaron de gusanos en el pescuezo, [además] ahorita hay harto mosco, pues el agua se dilató por dos meses”, comparte.

La tradición en el cultivo de varias familias se puso en riesgo ante la falta de agua. Foto: Julio César Martínez | El Sol de Puebla

Tradición familiar en riesgo

La señora Petra asegura tenerle un “inmenso amor” al campo, pues trabajarlo representa no sólo la oportunidad de generar vida, sino también de conservar y alargar el legado de su padre.

Nunca quiso pensar en el día en que sus cosechas quedarían secas, pues creyó que a ella “no le iba a tocar verlo”. Por primera vez en 60 años, teme por el término de esta actividad, al punto de empezar a buscar alternativas.

“Aquí hay mucho trabajo de coser, y pues digo, ahora sí meternos, aunque nos paguen barato, pero de todas formas no me hallo. Yo ya me acostumbré al campo, yo lo amo y (...) la verdad eso es lo que nos da tristeza porque nunca nos había pasado, mira cómo está la milpa, hasta se ve triste, pero ¿a quién le vamos a reclamar? A nadie”, externa.

Otra de sus inquietudes es que las nuevas generaciones, como es el caso de sus hijos y nietos, tendrán que enfrentarse a un mundo complejo, en el que la falta de agua pueda derivar en la insuficiencia alimentaria: “Nunca se había visto esto, los chiquitos son los que van a sufrir más. Ya no hay agua ¿qué van a hacer?”.

Tal como informó esta casa editorial, la presa de Valsequillo se encuentra al 20 por ciento de su capacidad, por lo que tiene aproximadamente dos meses para alcanzar el 88 por ciento, cantidad mínima que se requiere para igualar el volumen autorizado por la Conagua para la irrigación de este año, que fue de 265 mil millones de metros cúbicos.

Crisis imprevista

También en Tlanepantla, María Elena Arrieta Toxqui, campesina productora de maíz, alfalfa y alubias, relata que la sequedad tomó por sorpresa a su familia –como al resto de agricultores–, pues en su presupuesto no hubo previsiones para afrontar una crisis como la que actualmente vive.

“La milpa es nuestro fuerte (...) por eso sentí una tristeza, pues el porvenir de la familia, ahora sí que los hijos de los nietos serán los que más [padecerán] la sequía. Duele ver así la planta porque eso es nuestro patrimonio, nuestra forma de salir adelante (...) ¿De qué vamos a sobrevivir? Todo está caro”, sostiene.

Desesperada, no escatima en hacer pedimentos de auxilio a las autoridades de todos los niveles de gobierno, pero también a la deidad a la cual es devota, pues su necesidad de ver su campo lleno de milpas grandes y abundantes, es bastante alta. “Dios no nos ha de dejar solos”, repite con la voz entrecortada.

“Nos agarró de sorpresa, nadie se lo esperaba. [Eran] puros comentarios y [dichos] pero uno no lo cree hasta que lo está viviendo (...) Me duele ver esta situación, pero pues ahora sí que pidiéndole a Dios y él se tiene que apiadar de todos nosotros y nuestros chiquillos, porque dijera mi suegro ‘Nosotros ya como quiera, a lo mejor nos queda poco tiempo que lo veamos, pero ellos son apenas los que van para arriba’”, agrega.

Aunado a ello, la regidora de Agricultura y Ganadería de ese municipio, Eusebia Ibañez Aparicio, comparte que cerca del 80 por ciento de la tierra fértil es beneficiada por el líquido que corre desde Valsequillo. Por esa razón, reconoce que la sequedad actual es atípica, razón por la cual admite que buscará acercamiento con la Conagua para buscar soluciones futuras.

Buscar alternativas

Por su parte, Gabriel López, vecino de la señora Petra, sabe que la presa de Valsequillo difícilmente va a llenarse este año. En consecuencia, señala que el momento de buscar otras opciones de riego para 2023 es indispensable, pues no se puede repetir el mismo patrón de insuficiencia en las cosechas, pues ello colapsaría la economía de muchas familias.

Al respecto, asegura que el pozo colectivo al que tienen acceso en su hogar bajó considerablemente su nivel, razón por la cual, admite, es momento de buscar otras vías de extraer el agua del subsuelo, pues actualmente dependen del recurso que proviene de la represa.

“Nos atendemos 100 por ciento a la presa, no podemos hacer otra cosa lamentablemente. En esta zona nada más hay un pozo, cuando en otras poblaciones tienen hasta tres o cuatro. Hemos tratado de gestionar un pozo [pero] no nos han dado permiso”, refiere con tribulación.

En su caso, el agua adicional de la que dispone permitió que su milpa no fuera totalmente afectada, sin embargo, no logró los resultados esperados, pues de las 10 toneladas que regularmente obtiene, este año sólo alcanzó tres.

Por último, está la señora Marina Nieto, habitante de San Antonio Tecolco, junta auxiliar de Tecamachalco. Desesperada, admite que ha implorado impacientemente para que llueva abundantemente durante este periodo, pues de no ser así, todos sus cultivos se perderán por completo.

“Antes llovía bastante, el agua de Dios llegaba y hoy, ya nada, desde enero nada [de] nada. Apenas una llovizna mata pulgas, no, todo se ve bien triste, en el campo no hay nada de agua”, concluye.

Alrededor del 80 por ciento de los cultivos de maíz, alfalfa y frijol en el municipio de Tlanepantla, son nutridos con el agua que se almacena en la presa de Valsequillo. Por más de seis décadas, los riegos proveídos por el embalse alentaron la prosperidad económica regional; sin embargo, en 2022 eso cambió, pues la sequía paralizó y quemó una parte de las cosechas, aumentando la incertidumbre de los agricultores por el porvenir.

La señora Petra Peralta es oriunda del pueblo de Santa Isabel Tlanepantla, asentamiento situado en el Valle de Tecamachalco. Su padre murió hace 60 años y desde entonces, asumió el control de varias hectáreas de tierra fértil, que han visto crecer con el tiempo toneladas de tlaoli, palabra en náhuatl que se traduce al español como maíz.

Para ella, hacerse cargo de las cosechas nunca fue fácil, sin embargo, con tenacidad y el apoyo de su familia empezó a generar altas cantidades anuales del producto, el cual utiliza para alimentar a sus preciados borregos que cada año le permiten conseguir el sustento para vivir.

Convencida, asegura que estableció sinergia con la tierra. En entrevista con El Sol de Puebla, la mujer relata angustiada que los tres primeros riegos del año que suministra la Comisión Nacional del Agua (Conagua) mediante la presa de Valsequillo, han sido insuficientes para cubrir la demanda de sus cultivos, además de que las precipitaciones fueron casi inexistentes.

“Este año está bien duro, no vamos a sacar, pero nada (...) hace un año saqué 12 toneladas de maíz y este año no voy a sacar nada porque está todo bien seco. Es el primer año que estamos viviendo esto y todavía para el otro año ¿quién sabe cómo nos vaya?”, apunta.

Ella conoce bien el campo, pues ha convivido con él desde que tiene memoria: sabe sus procesos y necesidades. Así, supo que este año sería distinto cuando el embalse “soltó” el último regadío anual antes de iniciar agosto, pues asegura que tiempo atrás, el líquido se liberaba hasta la primera quincena de ese mismo mes, dando un intervalo adecuado entre el riego que le precedió. Casi de forma previsible, esta acción perjudicó más sus milpas.

Lo que más le duele es ver y oír el sufrimiento de sus animales, que hoy padecen hambre y sed. Impotencia, es la palabra que la señora Petra utiliza para explicar su desencanto ante las condiciones de sequía actuales, pues subraya que hace hasta lo imposible por conseguir siquiera un poco de pastizal para alimentar a sus 30 borregos.

“Yo ocupo (el maíz) para la casa y para engordar a los becerros, pero ahorita ya ni becerros, porque están todos huesudos (...) Ahorita estoy juntando pasto seco y tengo un poquito de alfalfa que sembré apenas, pero los estoy viendo desnutridos y siento triste porque tienen hambre, andamos ahí juntando la hierba para que les demos de comer”, comenta mientras cubre su rostro del arrasante calor.

Por si eso fuera poco, la escasa agua de Valsequillo no llega en condiciones de salubridad aptas para el consumo del ganado. Por esa razón, compra el líquido en pozos, y aunque hacerlo de esta forma representa un costo elevado, es incomparable con lo que pagaría al contratar pipas.

“Nunca les doy agua de esta –dice mientras señala al deshidratado canal–, les damos del pozo porque una vez les di agua de esta y se llenaron de gusanos en el pescuezo, [además] ahorita hay harto mosco, pues el agua se dilató por dos meses”, comparte.

La tradición en el cultivo de varias familias se puso en riesgo ante la falta de agua. Foto: Julio César Martínez | El Sol de Puebla

Tradición familiar en riesgo

La señora Petra asegura tenerle un “inmenso amor” al campo, pues trabajarlo representa no sólo la oportunidad de generar vida, sino también de conservar y alargar el legado de su padre.

Nunca quiso pensar en el día en que sus cosechas quedarían secas, pues creyó que a ella “no le iba a tocar verlo”. Por primera vez en 60 años, teme por el término de esta actividad, al punto de empezar a buscar alternativas.

“Aquí hay mucho trabajo de coser, y pues digo, ahora sí meternos, aunque nos paguen barato, pero de todas formas no me hallo. Yo ya me acostumbré al campo, yo lo amo y (...) la verdad eso es lo que nos da tristeza porque nunca nos había pasado, mira cómo está la milpa, hasta se ve triste, pero ¿a quién le vamos a reclamar? A nadie”, externa.

Otra de sus inquietudes es que las nuevas generaciones, como es el caso de sus hijos y nietos, tendrán que enfrentarse a un mundo complejo, en el que la falta de agua pueda derivar en la insuficiencia alimentaria: “Nunca se había visto esto, los chiquitos son los que van a sufrir más. Ya no hay agua ¿qué van a hacer?”.

Tal como informó esta casa editorial, la presa de Valsequillo se encuentra al 20 por ciento de su capacidad, por lo que tiene aproximadamente dos meses para alcanzar el 88 por ciento, cantidad mínima que se requiere para igualar el volumen autorizado por la Conagua para la irrigación de este año, que fue de 265 mil millones de metros cúbicos.

Crisis imprevista

También en Tlanepantla, María Elena Arrieta Toxqui, campesina productora de maíz, alfalfa y alubias, relata que la sequedad tomó por sorpresa a su familia –como al resto de agricultores–, pues en su presupuesto no hubo previsiones para afrontar una crisis como la que actualmente vive.

“La milpa es nuestro fuerte (...) por eso sentí una tristeza, pues el porvenir de la familia, ahora sí que los hijos de los nietos serán los que más [padecerán] la sequía. Duele ver así la planta porque eso es nuestro patrimonio, nuestra forma de salir adelante (...) ¿De qué vamos a sobrevivir? Todo está caro”, sostiene.

Desesperada, no escatima en hacer pedimentos de auxilio a las autoridades de todos los niveles de gobierno, pero también a la deidad a la cual es devota, pues su necesidad de ver su campo lleno de milpas grandes y abundantes, es bastante alta. “Dios no nos ha de dejar solos”, repite con la voz entrecortada.

“Nos agarró de sorpresa, nadie se lo esperaba. [Eran] puros comentarios y [dichos] pero uno no lo cree hasta que lo está viviendo (...) Me duele ver esta situación, pero pues ahora sí que pidiéndole a Dios y él se tiene que apiadar de todos nosotros y nuestros chiquillos, porque dijera mi suegro ‘Nosotros ya como quiera, a lo mejor nos queda poco tiempo que lo veamos, pero ellos son apenas los que van para arriba’”, agrega.

Aunado a ello, la regidora de Agricultura y Ganadería de ese municipio, Eusebia Ibañez Aparicio, comparte que cerca del 80 por ciento de la tierra fértil es beneficiada por el líquido que corre desde Valsequillo. Por esa razón, reconoce que la sequedad actual es atípica, razón por la cual admite que buscará acercamiento con la Conagua para buscar soluciones futuras.

Buscar alternativas

Por su parte, Gabriel López, vecino de la señora Petra, sabe que la presa de Valsequillo difícilmente va a llenarse este año. En consecuencia, señala que el momento de buscar otras opciones de riego para 2023 es indispensable, pues no se puede repetir el mismo patrón de insuficiencia en las cosechas, pues ello colapsaría la economía de muchas familias.

Al respecto, asegura que el pozo colectivo al que tienen acceso en su hogar bajó considerablemente su nivel, razón por la cual, admite, es momento de buscar otras vías de extraer el agua del subsuelo, pues actualmente dependen del recurso que proviene de la represa.

“Nos atendemos 100 por ciento a la presa, no podemos hacer otra cosa lamentablemente. En esta zona nada más hay un pozo, cuando en otras poblaciones tienen hasta tres o cuatro. Hemos tratado de gestionar un pozo [pero] no nos han dado permiso”, refiere con tribulación.

En su caso, el agua adicional de la que dispone permitió que su milpa no fuera totalmente afectada, sin embargo, no logró los resultados esperados, pues de las 10 toneladas que regularmente obtiene, este año sólo alcanzó tres.

Por último, está la señora Marina Nieto, habitante de San Antonio Tecolco, junta auxiliar de Tecamachalco. Desesperada, admite que ha implorado impacientemente para que llueva abundantemente durante este periodo, pues de no ser así, todos sus cultivos se perderán por completo.

“Antes llovía bastante, el agua de Dios llegaba y hoy, ya nada, desde enero nada [de] nada. Apenas una llovizna mata pulgas, no, todo se ve bien triste, en el campo no hay nada de agua”, concluye.

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